Tourner Dans Le Vide

XVII

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Elisabeth
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— déjame ver si entendí— dije mientras caminábamos por el jardín— nos casaremos, y tendrás un “accidente”, yo te lloraré y tú me avisarás cuando estés en suiza.

— exactamente— confirmó Félix— tendremos una ceremonia de compromiso esta noche, vendrán invitados de tu padre y del mío, para celebrar la unión de dos reinos.

— odios las ceremonias— confesé.

Pasamos por la entrada del laberinto, ahora cerrada y mi expresión cambió, recordaba lo que pasó hace apenas seis días, una lágrima solitaria se escapó. Félix se percató y me limpio con suavidad, sus manos eran tan diferentes a las de Carlos, eran suaves, lindas, unas manos que nunca habían tocado la vida dura, a diferencia de las de él, que eran rústicas y gruesas, llenas de heridas de tanto trabajar, pero eran manos que podían subirme al cielo con solo acariciarme las mejillas.

— todo estará bien— habló él— tengo algo para ti, vamos a un lugar más privado para que lo leas.

Nos subimos a los caballos y cabalgamos a una pequeña cordillera que quedaba cerca del palacio, nos sentamos en una roca grande que daba vista a la gran ciudad de París, un poco sucia y contaminada, pero a pesar de eso, tenía su belleza única, como el arte oscuro, o el arte conceptual.

Félix me entregó una carta blanca, cerrada perfectamente con cera de vela. Era de un anónimo.

Al abrirla y comenzar a leerla mi corazón se aceleró, se me pintó una sonrisa y una lágrima de alegría cayó por mi mejilla. Era de él, mi amor lejano, mi cielo, mi mundo y mucho más que eso, estaba bien, no había salido de Francia, estaba escondido y saldría cuando fuera el momento.

Félix lo salvó y lo dejó con su hermana Cilia, nunca me había hablado de ella. Estaba bien, en un lugar seguro. Decía que no me preocupará y que continuara con lo planeado. Y al final un pequeño poema.

Mi pequeña princesa, hermosa como las rosas que habitan en los jardines más lejanos y frondosos, estaremos juntos aunque sea nuestra última voluntad, viviremos para amarnos y moriremos para cuidarnos, te amaré por siempre, incluso después de la muerte.

~•~

Todo estaba preparado para la ceremonia, en este momento me estaban preparando para ir, pero esta vez todo saldría como mi padre quería, me envolvieron en capaz y capaz de tela y luego un vestido azul con estampados de flores en todas partes, para mí, era muy simple, me gustaba la extravagancia, pero no podía negarme a usarlo. Las zapatillas eran azules al igual que el vestido y tenía una decoración de mariposa en la parte donde quedan los dedos, me gustaron más que el vestido.

Todo era igual, corset apretado, crinolina ajustada, capaz y capaz de tul. Era estresante y agotador. Luego del maquillaje finalizaron con una tiara de diamantes, no paraban de decirme lo hermosa que me veía, pero yo me sentía triste por la ausencia de Carlos, no podía parar de pensar en él.

Aunque también pensaba en el ballet, mi última clase fue hace casi tres semanas, no sé si mi padre me permitirá seguir bailando cuando comience nuevamente, pero no me rendiré, si tengo que escaparme para cumplir mi sueño, lo haré.

— te ves espléndida— alardeó la abuela Berta.

Pinté una sonrisa forzada en mi rostro y ella pareció notarlo.

— tranquila cariño, todo va a estar bien— me acarició el cabello con delicadeza y besó mi frente— serás una gran reina.

Esa palabra me desmoronó, comencé a llorar sin parar, no me importaba que se fuera a arruinar mi maquillaje, podían arreglarlo y ya, se me dificultaba respirar y las lágrimas salían sin parar. ¿Qué haré ahora? No puedo estar aquí toda mi vida, después que Félix se vaya, ¿Qué será de mi? Estoy muy asustada, por lo que viene, y por lo que aún no sabemos que podría pasar.

Luego de llorar en el hombro de Berta, me retocaron nuevamente el maquillaje, dejándome exactamente igual, todas se fueron dejándome sola, pero antes de cerrar la puerta Josefina se detuvo y dijo— te ves hermosa, y sé que estarás bien.

Quedé en la habitación, un lugar donde la soledad abundaba sin más, dónde no me sentía segura a pesar de estar en mi hogar, solo estaba en un salón vacío sin felicidad, porque dónde realmente estaba bien era con él, no importa dónde, siempre que fuera él yo estaría feliz.

Y ahora, que él no estaba y el jardín donde florecían mis sueños fue clausurado, ¿Qué será de mi? No puedo dejar de pensar en todo.

Bajé con una sonrisa forzada y me esperé mientras mi padre presentaba.

— hoy estamos aquí— lo escuché decir— para celebrar el compromiso entre el príncipe Félix y la princesa Elisabeth, dos personas unidas, dos reinos juntos, una gran alianza nos espera.— hizo una pausa larga— con ustedes, Elisabeth Alfonso de la tore.

Bajé lentamente saludando mientras todos aplaudían, mi padre me besó en ambas mejillas y se me acercó al oído.

— espero que no me avergüences esta noche— se alejó y vió a los demás.

Esperé a su lado mientras me desmoronaba por dentro, toda esta situación me estaba carcomiendo, ya no puedo soportarlo más.

— desde el momento en el que te vi, mi corazón no ha dejado de latir— Félix se acercó con una gran sonrisa— quiero que seas mi otra mitad, estar junto a ti, amándote y dándote todo lo que te mereces, eres y serás mi amada— se puso de rodillas y sacó un anillo— te casarías conmigo princesa Elisabeth.

Una lágrima solitaria se me escapó, porque sabía que esas palabras, cada una de ellas le estaban cortando por dentro, son palabras precisas, que se deberían decir a la persona que realmente amas, sabía que estaba sufriendo y que a pesar de no querer lastimarme, esas palabras no estaban dedicadas a mi, si no, a aquel hombre que una tarde se fue en un carruaje y jamás volvió. Aquel ser amado que Félix piensa día y noche, que no para de nombrarlo cada vez que hablamos, que le brillan los ojos cuando lo recuerda, que estamos aquí y ahora solo para que ellos puedan reencontrarse y amarse sin reprocharse. Su amor era como un árbol, las hojas representaban el deseo y el sentimiento, por más hojas que caigan, el amor crece y vuelve a florecer.



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En el texto hay: romance, drama

Editado: 10.09.2025

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