Eso haré, con eso seguramente lo convenceré, todo el mundo sabrá lo que hizo el rey, no solo que tuvo una hija fuera del matrimonio, si no que la tiene viviendo como princesa sucesora. Con esto por fin podré cumplir mis sueños. Pero ahora solo tengo que pensar en el plan de Félix, el debe irse.
Por alguna razón el plan cambio a último minuto, recordé los pasadizos, hay uno en mi habitación, y cruza por uno en el laberinto. ¿Cómo no recordé eso? Estaba tan devastada por la clausura de aquel jardín de mis sueños que olvidé que aún podía entrar en él.
Mi padre no le toma mucha atención a aquellos pasadizos, desde que todo está tranquilo simplemente los olvidó.
Bien, por ahí escapará Félix y luego de unas semanas se hará pasar por muerto, no sé que sucederá después de eso, pero estoy segura de que todo saldrá bien. Esta vez si estoy totalmente segura.
El jalón de Josefina me hizo regresar a tierra después de estar pensando tanto. Me estaban preparando para la ceremonia, siempre era la misma rutina, corsé apretado, crinolina ajustada, capas y capas de tul, pero esta vez eran esponjosos, me iba a ver como una copa andante.
El vestido no me gustaba, tenía estampados en todos lados, con cintas en la parte trasera, mangas largas y un poco anchas en las manos, unos guantes cortos y por último la tiara, hoy me casaré y también me coronarán como la princesa heredera.
No podía evitar sentirme sofocada, no por el vestido, si no por todo esto, la ceremonia, las damas de honor, las flores. Era una boda de ensueño, simplemente que no me casaría con alguien que amaba, a parte de lo horrible que es el vestido.
- este vestido es horrendo- susurró a mi oido la abuela Berta.
Yo me reí un poco y ella pareció alegrarse.
- ahora sí- dijo con una gran sonrisa- sonríe, después de todo el joven Félix no es un mal chico.
¿Qué pasaría si todo esto fuera real? ¿Si de verdad me fuera a casar y el plan no existiese? Seguramente me sentiría un poco mejor de que Félix fuera como es y no un abusador y maltratador. Quizás estaría un poco alegre de casarme con él.
La incomodidad me invadía cada vez que algunas de las sirvientas me miraban, aunque no lo hacían de mala manera, me felicitaban y decían que me veía muy hermosa. Pero era inevitable sentirme así ya que sabía lo que se venía, y no quería todo esto, solo sé que no durante mucho tiempo en este palacio.
De pronto Félix entró a la habitación y todas salieron, nos vimos fijamente y sonreímos uno para el otro.
- ese vestido no es tu estilo- comentó con una sonrisa.
- tu te ves muy elegante- respondí.
Iba vestido con un traje azul y una banda real en el pecho.
- todo estará bien ¿Okey?- se me acercó.
- okey- susurré con una media sonrisa.
Me abrazó suavemente y me dió un beso en la frente antes de irse.
- todo estará bien- repetí en un susurró luego que se cerrara la puerta.
Saqué la llave del baúl de mi cuarto y cerré la puerta de la habitación, luego fui a mi armario, lo moví como pude y vi el cuadro que cubría la cerradura, al quitarlo metí la llave y abrí la puerta del pasadizo.
Estaba lleno de polvo y muy sucio. Levanté mi vestido como pude y con unas zapatillas entré en él. Caminé unos pocos minutos y llegué al pasillo que me llevaría al laberinto. Abrí aquella puerta y entré en ese jardín de mis sueños.
Caminé por los pasillos tocando lentamente cada hoja, cada rama, me hice una pequeña cortada con unas espinas, sonreí al ver la herida, no por eso, si no porque estaba en mi lugar seguro, en este lugar donde tengo tantos bellos recuerdos y a la vez divertidos, como aquella vez que me perdí aquí, solo tenía seis años.
Mi abuelo mandó a construir este lugar, pero mi padre tomó el crédito, todos piensas que fue él y hasta yo se los hago creer, pero en realidad; fue mi abuelo como su último regalo hacia mi.
Cuando yo venía en camino él mandó a construir este lugar, dijo que iba a ser mi lugar favorito, y tenía toda la razón, por aquí pasábamos juntos, veíamos las plantas crecer más y más. Llegué al centro, miré el cielo, casi era de noche y el sol ya estaba abriendo paso para que la luna comenzara su espectáculo, me senté en el columpio que solia usar mi abuelo, una lágrima solitaria se desplazó por mi mejilla.
Tantas cosas pasaron aquí, felices y tristes, habían limpiado la sangre, pero no habían cambiado ni movido nada, lo agradecía, mi abuelo estaría muy triste si lo hacían.
- cuando seas la reina, no debes modificar este lugar- informó mi abuelo- porque aquí siempre estaré cuando me necesites. Si lo cambias o modificas entonces me iré de aquí y no regresaré jamás.
Cuando el palacio fue atacado, me destruyó el alma que tocaran el laberinto, pero mi padre mandó a agrandar el palacio y volvió a construir el laberinto tal cual como lo había hecho mi abuelo. Creo que es lo único bueno que ha hecho por mi sin ningún interés.
- abuelo- susurré- como desearía que estuvieras aquí.
- siempre estaré contigo mi niña- una voz masculina me sorprendió.
Al darme vuelta, en el columpio que yo solía usar estaba él, ahí sentado con esa sonrisa tan característica, con su piel blanca y arrugada.
- ¿Sabes lo que ocurrirá hoy?- pregunté
- yo también fui obligado a casarme con tu abuela- admitió- pero poco a poco fui aprendiendo a quererla, a pesar de que ella nunca me amó.
Sonreí levemente.
- te extraño abuelo- mis ojos se llenaron de lágrimas pero mi sonrisa seguía intacta, crecía más y más, era mi primera sonrisa real en este palacio.
- yo siempre estoy contigo cariño- informó levantándose del columpio- nunca te dejaré, quiero verte cumplir tus sueños, no quiero que seas infeliz.
Me abrazó suavemente, su calidez parecía muy real, me hacía sentir en casa otra vez, era como si estuviera aquí realmente. Rodeé su cintura abrazándolo con los ojos cerrados mientras derramaba más y más lágrimas.