~•~
Elisabeth
~•~
Un dolor punzante recorre mi cabeza, es insoportable. Ya ha pasado una semana desde aquello y aún me duele. La familia de Italia regresó a su reino, Cilia me mandó una carta, está con Amaya en suiza, están juntas y felices.
¿Cuándo podré tener esa felicidad? Se acerca el cumpleaños de Carlos y no se que puedo hacer para que él esté feliz. No me permiten verlo, estoy encerrada y no sé que planes tiene mi padre. Todo se está cayendo, mi vida está en el fondo de un barril y no veo luz para subir.
Entro en aquel laberinto que tanto adoro, el único lugar donde los guardias no me pueden seguir, donde puedo respirar.
-¡Leticia!- exclamé, mi hermana no solía venir aquí, decía que era, muchas mariposas y colores- ¿Por qué estás aquí?
-Te estaba buscando- pude sentir la sorpresa en su voz, era obvio que no me estaba buscando.
Algo me decía que huyera, que no podía quedarme ahí. Pero era mi hermana, no es capaz de hacerme daño. Sin embargo el miedo y la incertidumbre no se fueron así que decidí mantener la distancia.
-Pues, aquí me tienes- respondí con ironía mientras alzaba los brazos y los dejaba caer-¿Para qué me necesitas?
-Mamá y papá- comenzó caminando en círculos, yo copié su gesto- ya están buscando un reemplazo para el príncipe Félix.
-¿Qué quieres decir?- pregunté confundida.
No quería pensar en lo que estaba pensando, pero conociendo al rey, puedo esperar lo que sea.
-¡Ay niña pero es que a veces eres como cortita de cerebro!- dijo con desdén, su expresión era seria, no encontraba ninguna fisura en su voz-ya te consiguieron otro esposo.
Lo que temia, otro esposo. Aún después de la muerte de Félix, que fue en este palacio; a mi padre no se le quita esa idea de la cabeza.
-¡No!- exclamé- ¡Eso no puede ser!- hice una pausa y suspiré- ¡No pienso casarme!
-Bien hermanita- finalmente se me acercó- tu sabes que mi mayor sueño es ser reina- con su dedo índice comenzó a hacer rollos con mi cabello- como buena hermana que siempre has sido, deberías cumplir ese deseo.
Ahora entendía todo, su emoción cuando le dije que me iba a ir a Rusia, su decepción cuando ni siquiera se lo pude decir a papá. Su manera fría de tratarme después de eso, ¿Era por esto? Simplemente quería estar atada a un reino para siempre.
-Sabes que eso no me corresponde a mi- le recordé- además, tu no puedes ser reina.
Por un momento pensé en contarle todo, decirle que su verdadera madre está muerta, que murió hace diecisiete años mientras la estaba trayendo a este mundo. Quería contarle que mientras yo exista, el rey nunca dejará que una hija ilegítima sea la gobernante del reino.
-¿Crees que eres mejor que yo?- preguntó exaltada- ¡Tu solo eres una maldita egoísta que solo piensa en si misma! ¡Yo sería mejor reina de lo que tú podrías llegar a ser!
-Entonces ve y háblalo con papá- me di media vuelta y antes de poder irme me tomó del cabello y me arrojó al suelo.
Un ardor abrazó mi mejilla izquierda cuando su mano impactó contra ella. Aún con mi cabello entre sus dedos me levantó acercándome a su cara.
-Solo tengo que matarte y así podré llegar al trono- amenazó- no es tan difícil, eres una ingenua.
El dolor en mi cabeza aumento con cada apretón que me daba, sentía decepción por ella, mi hermana, a quien siempre había querido, un nudo se iba formando en mi garganta, quería llorar pero no de tristeza o dolor, si no de la furia que sentía y la impotencia de no poder hacer nada. Su agarre era muy fuerte, me tenía acorralada contra el suelo.
De pronto, sentí una liberación repentina, tomé un poco de aire y suspiré, mi madre había llegado y nos había separado, ahora la tenía del cabello y ella gritaba porque la soltara.
-Madre por favor, no es lo que parece, ella comenzó- me acusó descaradamente.
-No mientas, las ví desde la ventana, eres una miserable, no mereces ser reina- la soltó de golpe haciendo que cayera al suelo.
Mamá me ayudó a levantarme preguntando si estaba bien, me acarició el cabello suavemente.
-¡Ustedes dos son, unas malditas!- gritó con desesperación.
Me acerqué y la golpeé con todas mis fuerzas haciendo que su rostro se voltee por el impacto.
-No insultes a mi madre, porque eso no te lo perdono, más te vale disculparte- amenacé.
Ella soltó una carcajada llena de odio y descaro, la veía con tristeza, esa no era mi hermana, no sé que le hizo, pero la verdadera Leticia nunca hubiera hecho esto.
-Me dan risa- se levantó lentamente- su amor es falso, ninguna de ustedes sabe amar genuinamente. No son dignas de reinar, eres una reina horrible, madre.
Antes de poder moverme mi madre apretó mi brazo impidiendo acercarme a ella. La furia recorría todo mi cuerpo, mis manos temblaban levemente por contenerla.
-Nunca serás reina Leticia- mi madre se acercó a ella- ya te lo dije una vez y te lo diré de nuevo- sus rostros se acercaron, podía suponer que sentían sus respiraciones- si tu vida es la corona, entonces deberías morir, porque nunca reinarás mientras Elisabeth esté viva.
-Si eso es lo que quieres- respondió y sus ojos se posaron en mi.
Empujó a mi madre y corrió hacia mi, trate de defenderme pero ella fue más rápida, me empujó contra la pared del laberinto, con ambas manos comenzó a ahorcarme. Era fuerte, no podía liberarme. Me costaba respirar, me dolió aún más la cabeza y casi no sentía mi cuerpo. Mis ojos se debilitaron y mi vista estaba nublada.
Mi madre nos separó tomando a Leticia del cabello, caí al suelo. Coloqué mi mano en mi cuello por el pequeño ardor que sentía.
Mamá usó todas sus fuerzas y empujó a Leticia del cabello contra la pared, ella soltó un quejido y la miró de nuevo. Podía ver en sus ojos que no tenía ninguna intención de parar, esos ojos que antes se veían hermosos e inocentes, ahora emanan maldad y desesperación.