Mi piel junto a la de mi madre, dándole calor y protección ante un peligro inminente. Una desgracia, un destello, con cada golpe puedo ver como pierde su brillo, la verdad, algo que había perdido hace muchos años atrás.
La expresión de mi padre cambia drásticamente, puedo ver el miedo en sus ojos que antes emanaban furia, ahora solo veo terror.
-¿Qué tonterías dices?- trató de disimular. Pero era tarde, yo lo sabía todo y mi madre me lo había confirmado hace un par de días.
-No finjas más, padre- mi tono era tranquilo y suave- lo sé, lo recuerdo todo- hice una pausa y me levanté encarando a aquel hombre ante mi.
Mi corazón latía a una velocidad incontrolable, el miedo recorría cada parte de mi cuerpo, pero no era momento de arrepentirse, debía guardar el miedo en lo más profundo de mi ser. Por fin lo tenía acorralado y no planeaba soltarlo.
-Recuerdo aquel accidente donde murieron mis tres hermanos- estaba tan cerca de él que podía sentir su respiración agitada y continua- se que Leticia no es hija de mi madre, ella está fuera del linaje real. Me pregunto ¿Qué hará la familia si se entera de esto? ¿O el pueblo? ¿El gabinete real?- cada una de mis amenazas eran dagas directas al pecho, le hablaba suavemente y con un tono despreocupado, así podía ocultar el miedo que estaba sintiendo en ese momento.
-Nadie te creerá- afirmó con desconfianza, su postura, que antes era rígida y dominante. Ahora era forzadamente rígida y se notaba el miedo.
-O si lo harán- contra dije- podrán creerle a la hija del rey. claro que lo harán- solté una pequeña risa- ¿Qué dirán todos cuando se enteren que el rey más bueno de todos, el que no destruiría a nadie y que tiene la familia perfecta- hice una pequeña pausa para tomar ambas manos y llevarlas a mi pecho junto con las mías- obligó a la reina y esposa a criar, a una niña que no era del matrimonio, que, para completar el acto de inmoralidad, engañó a toda la familia real haciendo creer que era su verdadera hija?
Él no respondía, solo me veía con impotencia, miedo y furia. No podía hacer nada, en ese momento me sentía libre, como si pudiera por fin irme de este lugar y ser feliz.
-Estoy segura de que a nadie le gustará eso- una sonrisa se pintó en mi rostro- ¿Qué dirá la abuela? Seguramente será una noticia devastadora- solté sus manos y llevé las mías a mi pecho, haciendo un gesto de dolor y sufrimiento.
No permitiré que me vuelva a encarcelar, todo terminará aquí, podré irme y ser feliz. Nadie podrá destruir ni opacar esa felicidad.
-No tienes derecho de abrir la boca- por fin dijo algo, pero su tono seguía siendo inseguro.
-No tienes ni idea, de lo que tu hija es capaz de hacer- advertí- lo aprendí de ti- dije en tono divertido- si no quieres que hable- me acerqué a mamá y la ayudé a levantarse- entonces deberás hacer lo que te voy a decir a continuación.
-¡Yo soy el rey!- exclamó.
-¡Y yo tengo el poder de destruir tu trono y reputación!- grité con desdén y furia.
Él dió un paso atrás y se sentó en la cama, soltó el látigo que en todo este tiempo siempre tuvo. Miró al suelo, estaba comenzando a desesperarse, sabía que la impotencia lo estaba carcomiendo. Perfecto, es lo que necesito.
-No volverás a tocar a mi madre- comencé- dejaras que Leticia sea la reina de Francia.
-¡No puedo permitir que una hija ilegítima, herede el trono!- exclamó sentado.
-Nadie lo sabe, y si cumples con todo, nadie nunca lo sabrá- afirmé.
Mi sonrisa no se borraba de mi rostro, al fin estaba ganando, por fin iba a ser libre y feliz.
-Por último- continué- dejaras que me vaya a Rusia a bailar ballet.
Se levantó lentamente mientras me veía fijamente, se me acercó, tome a mi madre y la empujé detrás de mi.
-Te dejaré ir y cumpliré todos tus caprichos- Aceptó- pero no podrás regresar jamás a este palacio, y mientras estés aquí todavía, no podrás salir. Si llegas a regresar aquí, tendrás que casarte y reinar, no me importa si Leticia es la reina en ese momento-hizo una pausa- tendrás que tomar el trono y jamás podrás irte de nuevo.
Ya me temía esas palabras, pero estaba dispuesta a aceptar, solo quería escapar, irme de aquí para poder bailar y ser feliz. Pero no quiero dejar a mi madre con este monstruo.
-Bien- acepté- pero dejarás que mi madre se comunique conmigo, que me mande cartas y si ella quiere visitarme, dejarás que lo haga las veces que quiera.
-Muy bien- extendió la mano y yo la tomé- hecho.
-Hecho, padre.
Finalmente había podido ganar, me iría de aquí, la verdad ya no tengo porque volver, mi madre podrá irse si quiere, mi hermana, aunque la amo, se que ella estará feliz si yo no estoy aquí. Todo iba por buen camino, podría irme, bailar, hacer lo que más amo.
Olvidas a alguien.
Carlos.
No quiero dejarlo así, lo amo, pero no puedo permitir que un sentimiento como ese arruine mis planes. Pasaré el mayor tiempo que sea posible con él, buscaré la forma de salir de aquí, porque cuando me vaya, no podré llevarlo conmigo.
Eres mi gran amor, pero el ballet es mi vida. no puedo arriesgar mi vida por amor. Lo siento, pero te recompensaré todo, pasaremos los mejores días de nuestras vidas, hasta el día en el que tenga que irme.
fin du chapitre vingt-sept