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El Rey
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Las noticias corren muy rápido, era de esperarse que algo tan repentino, llegara a oídos de todos en poco tiempo. Solo fue anunciado al gabinete y ya todo el país lo sabe.
Es cuestión de tiempo para que ella venga a verme para reclamar.
Elisabeth, ¿Cómo oza desafiarme? Haré lo posible para impedir que se vaya, aún queda tiempo; la coronación de Leticia será en agosto, aún puedo impedir que Elisabeth se vaya. No permitiré que alguien que no tiene sangre real llegue al trono.
Me arrepiento de haberla traído aquí, debí dejarla en algún lugar donde otra persona la encontrara. El pueblo está sorprendido, pero aún así no están disgustados.
Elisabeth no tenía la capacidad.
La princesa Leticia es más delicada y hermosa que su hermana.
La verdad, yo creo que la princesa Leticia será mejor reina de lo que Elisabeth podría ser.
Son los comentarios que hay en el pueblo, pero no saben el error que se acaba de cometer, ella no debe llegar al trono. No lo puedo permitir. Pero nadie puede saber que Leticia...
Luego que Elisabeth saliera de la habitación, miré a Joana tirada en el suelo, desnuda y herida.
—Ahora ¿Qué harás?— preguntó con una sonrisa— después de todo, ella sacó mucho de ti.
No respondí, simplemente la miraba con el ceño fruncido, la impotencia me carcomía, la desesperación estaba entrando para destruir mi autocontrol.
—Al menos— continuó ella— ella no sabe la verdad real.
—¿A qué te refieres?— me levanté confundido.
—ya sabes— su sonrisa era maliciosa— la verdad real sobre Leticia.
Ahora, el miedo aumentaba, me costaba respirar y no sabía que hacer, ¿Qué tanto sabes Joana?
—Espero que no hagas nada para sabotear a mi hija— hizo una pausa y como pudo se levantó del suelo de nuevo— a nuestra verdadera hija. si no, le diré a todos la verdad, creo que eso sí será devastador para el país.
—¿Qué tonterías dices?— traté de disimular el miedo que me consumía lentamente.
—No trates de ocultarlo más— se me acercó, la sangre saliendo de su cuerpo manchaba el suelo— tu madre me lo confesó hace varios años. Pero no solo eso, me contó la historia completa y la verdadera razón por la cuál trajiste a Leticia. ¿Qué dirán de ti?
Me tenía contra la pared, no tenía a donde correr, a dónde mirar. No podía escapar. Mi corazón se aceleró.
—¿Un asesino?— susurró en mi oido— ¿Un aprovechado? ¿Un monstruo?— se alejó de mi y caminó al baño lentamente— no lo sé, desde ahora, tu decides tu destino.
Las palabras de Joana me destruyeron por dentro, aunque no fue algo sentimental, si no, algo moral. Con una sola frase puede arruinar mi reputación, con esa información que tiene puede acabar con mi vida.
Pero no permitiré que ninguna de ellas ganen sin dar batalla.
—Señor— escuché una de las sirvientas— su madre está aquí, parece estar muy molesta.
Y al fin, lo que temía, había llegado aquella mujer que lograba asustarme. Había tardado un poco.
—Déjela pasar y no quiero que nadie nos moleste— ordené.
Luego de unos segundos entró ella, Isabel primera, la última reina antes de mi. Su expresión era de decepción y molestia. Entró y cerró la puerta de la sala del rey, caminó rápidamente hacia mi, con una gran velocidad y fuerza, sentí su mano en mi mejilla.
—¡¿Te has vuelto loco?!— gritó para luego darme una cachetada nuevamente— ¡¿Cómo nombras a esa escuincla princesa heredera?!
—No me quedó opción madre— traté de explicar con un tono calmado— Ella sabe todo.
—¡Eso es tu culpa!— acusó— ¡Nunca has servido y eres imprudente!
—Pero el pueblo no está inconforme— informé— prefieren a tu nieta Leticia antes que a Elisabeth.
—¡No te atrevas a volver a decir eso!— con su dedo índice apuntó hacia mi— Leticia no es mi nieta. Elisabeth es mi única nieta y es tu única hija— hizo una pausa corta— ¿O ya se te olvidó todo lo que hiciste? Eres un blando, seguramente ya te encargaste con esa escuincla.
—Lo aprendí de ti— confesé serio— todavía recuerdo cómo asesinaste a mi padre en frente de mi y luego trajiste a otro hombre— reclamé— ¡yo solo tenía siete años madre!.
—¡Tu padre nunca fue un buen rey! ¡Ni un buen hombre!— esbozó— en cambio, Henry siempre fue mejor rey que él, incluso mandó a construir un laberinto para tu hija. ¿Eso lo hubiese hecho tu padre? Yo no lo creo.
—Pero era mi padre— recordé— pero ese no es el tema. Joana y Elisabeth me amenazaron con contar todo al gabinete y al pueblo si yo no dejaba que Elisabeth se fuera a Rusia.
—Esa niña siempre fue un alma libre como su madre, pero inteligente y audaz como su abuela— alardeó con una sonrisa falsa— pero no puedo permitir que alguien que no tiene sangre real herede el trono.
—Joana sabe lo que hice— confesé— sabe por qué Leticia está aquí, eso puede destruir no solo a mi, si no también a ti madre.
—Esa maldita mujer— insultó— te dije que no te casaras con ella.
Me sentía atrapado y asustado con mi madre aquí, no sabía cómo reaccionar a cada palabra que decía, ella siempre ha sido cruel.
—Joana dijo que tú se lo contaste hace años— le dije mientras me sentaba en el trono.
—Se lo dije cuando estaba borracha— asumió— no sabía lo que decía, pero ella se aprovechó de eso.
—Entonces ¿Qué haremos?
—Harás lo posible porque Elisabeth se quede y se le quiten esas ideas estúpidas— ordenó— ¡Has lo que sea necesario, pero Leticia nunca puede ser reina!
fin du chapitre trente