Nuestros problemas habían desaparecido por cortos minutos, eso era lo que un beso podía lograr. Pero no era simplemente eso, si no, el deseo y la emoción por estar aquí con él.
Él es mi mundo, y mucho más que eso, tu estarás conmigo, yo estaré contigo. No podrán separarnos, estaremos juntos aunque tengamos que escondernos. Te amo y nadie puede romperlo.
Nos separamos lentamente para tomar aire, ambos respirabamos con dificultad.
-Te extrañé- dijo él entre suspiros.
Yo solo lo ví directamente a los ojos. Unos ojos que reflejaban el deseo y la desesperación que sentía. Nos vimos fijamente y su expresión cambió, una gran sonrisa se dibujó en su rostro y me limpió las lágrimas. Con suavidad pasaba sus dedos por mis mejillas, un tacto que me hacía sentir segura, en casa; donde nada ni nadie podría lastimarme nunca.
-Yo igual-solté finalmente en un susurro.
Nuestro abrazo duro más de lo esperado, éramos los únicos que estábamos ahí parados, juntos, sin ninguna preocupación, sin ningún problema. Solo nosotros, el espacio entrecortado y la suave brisa que llenaba el lugar, haciendo que las hojas de los árboles bailen en coordinación, soltando una hermosa melodía al chocar una hoja con la otra.
Al separarnos, nos vimos a los ojos directamente, él parecía querer decirme algo, o preguntar. Aunque las palabras no salían, sus ojos me lo decían todo, era como si, sin palabras; me estuviera preguntando todo lo que había pasado después de aquel día.
Aunque no lo demuestre, luche contra mi padre y esté firme frente a todos. En realidad, no puedo soportar todo esto.
Solté un suspiro y luego lágrimas nuevamente, sin parar, sin control, me dolía el corazón. No podía dejar de pensar que es mi culpa, que si no fuera por mi, él estuviera vivo.
-¡Ey!-me abrazó-Todo está bien, tranquila. Aquí estoy, siempre estaré.
-Es mi culpa-Dije entre sollozos y lágrimas, con un tono desesperado. Sentía como si estuviera a punto del colapso, sin ninguna oportunidad de salvarme-Yo lo maté.
Sus labios gruesos y rústicos tocaron los míos suavemente, con una delicadeza fina y atrapante.
-No es tu culpa-Afirmó luego de separarse-Todo esto pasó por algo, seguramente él tenía unos problemas y esas personas que lo mataron, aprovecharon la oportunidad.
-Es que-Me limpié las lágrimas y me separé de él- hay muchas cosas que no encajan.
Me senté en una piedra que había cerca. pensativa seguí hablando.
-¿Cómo conocían cada parte del palacio?-Continué-¿Por qué cuando entraron al salón nos acorralaron con armas y al salir usaron espadas? ¿Cómo es que Félix y yo si pudimos salir pero ni los guardias ni los invitados pudieron? No sé que pensar.
Me estaba carcomiendo la cabeza una idea absurda, pero solo podía pensar en eso y...
-Solo puedo pensar en que él murió por mi culpa-Repetí- aunque a veces, me imagino la posibilidad de que no haya muerto, de que siga vivo y esté escondido.
-Félix te quería mucho Elisabeth-Se me acercó-No sería capaz de hacerte algo así.
Aunque yo también lo quería, no estaba segura de que no fuera capaz. No lo conocía del todo, aunque habíamos cruzado palabras en algunos eventos reales, fiestas y reuniones, nunca habíamos hablado hasta el día en que me dijeron que iba a ser mi esposo. Él solo quería ser feliz, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para serlo. No estoy segura de que no fuera capaz de hacerlo.
-No pienses más en eso mi amor-Me sacó de mis pensamientos-vayamonos de aquí.
Nos adentramos al bosque, oscuro y silencioso, aunque tenía un poco de miedo, él me hacía sentir segura, como si, estando a su lado, nada me pasaría.
Caminamos por unos minutos hasta llegar a un lugar despejado, había pasto y muy pocos árboles, había Miles de flores, amarillas, rojas y blancas. Seguimos caminando hasta llegar a un lugar donde había una mesa, dos sillas, una gran vela en el centro y dos platos. Me acomodó para que me sentara y luego él.
-¡wow!-Exclamé sonriendo- ¿Cómo te dió tiempo para hacer esto?
-Mi hermano me hizo el favor-Respondió sirviendo vino en ambas copas-Supongo que ya lo conoces.
-Nunca me habías hablado de él, ni de Cilia- le recordé- creí que Emilie era tu única hermana.
Una vez que sirvió el vino, sonrió y comenzó a comer, a lo que yo seguí.
-Mi hermana Cilia estuvo encarcelada por culpa del rey. Todo fue un malentendido- Comenzó a explicar- mi hermano Juan, simplemente nos distanciamos y no volvimos a hablar más.
Asentí en señal de entendimiento con una sonrisa mientras seguía comiendo.
-La verdad- hablé después de tragar- no había comido nada hoy.
Él me miró con una expresión de molestia, sentí sus ojos penetrando en mi, como si de una flecha se tratara.
-¡Debes comer Elisabeth Alfonso de la tore!- exclamó con el ceño fruncido, al decir mi nombre completo hizo que se me erizara la piel.
-He estado muy preocupada-Comencé a explicar- le dije unas cosas a mi padre. También la muerte de Félix aún me tiene desorientada-Hice una pausa y suspiré- hoy, estaba muy emocionada por verte.
Bajé la mirada en señal de vergüenza, veía la comida y la movía lentamente con el cubierto, me sentía triste, abrumada. Cómo si todo se cayera encima de mi.
-Estoy aquí- tocó mi mano suavemente mientras me miraba- y te prometo que nunca te dejaré.
Sonreí nuevamente y terminé la comida.
Él se levantó y me extendió la mano.
-¿Me concede usted una pieza de baile?- invitó.
Yo acepté y me levanté- pero, no hay música- recordé.
-Eso no importa.
Comenzó a guiarme lentamente, nuestros pasos eran torpes, rápidos y sin coordinación. La luna iluminaba todo el lugar, las flores eran nuestro público, los pequeños animalitos igual. Poco a poco, nuestra conexión fue aumentando, ahora íbamos a la par, juntos. No hacía falta música, ni instrumentos. No necesitábamos a nadie más, ningún ensayo.