Tourner Dans Le Vide

XXXV

La brisa nocturna mueve mi cabello con delicadeza, la vista al pueblo es tan agonizante como siempre. Luces apagadas, una tranquilidad alarmante y un silencio ensordecedor, después de un día de trabajo y lucha por no morir de hambre; todo el pueblo trata de descansar en sus casas.

Se acerca la hora de volver a mi amado, besarlo y abrazarlo. Es como si no lo hubiese visto la noche anterior, siempre te esperaré amor mío.

Cómo la noche anterior, me preparo para salir.

Sigo en aquel balcón, viendo pasar las aves nocturnas volando con felicidad, deseando algún día, poder volar y ser feliz.

Toda mi vida me han preparado para reinar. Espalda erguida, hombros atrás, cabeza en alto. No puedes reír muy fuerte, no puedes alzar la voz a menos que sea completamente necesario. Debes ser el ejemplo para otras mujeres, verte hermosa y perfecta.

Ahora que por fin tengo la oportunidad de irme, ¿Por qué siento esta sensación de intranquilidad? Podré bailar, salir a todas partes, no estaré más a la sombra de mi padre. Pero aún así...

Carlos.

Él me preocupa, no quiero dejarlo solo, pero no puedo llevarlo conmigo, nadie sabe que él sigue en Francia y nadie puede saberlo.

Si llega a oídos del rey no solo estará en peligro él, si no su hermana Emilie. Él se quedará y supongo que lo volveré a ver después de un tiempo. Es fuerte, sé que podrá surgir de nuevo. Mientras tanto, aprovecharé cada oportunidad para verlo.

El golpe en la puerta me saca de mis pensamientos, seguido de una voz suave que dice: "¿puedo entrar?", a lo que mi respuesta fue positiva.

Había reconocido su voz, de no ser ella, me habría ocultado bajo las sábanas y fingido estar dormida.

-Irás a verlo ¿Cierto?-Preguntó la abuela Berta mientras caminaba hacia mi.

-Si-Sonreí feliz.

-Ten cuidado mi niña- me acarició el cabello suavemente.

-Tranquila-Dije luego de besarla en la mejilla-Estaré bien.

La abuela Berta me ayudó a llegar al laberinto sin ser vista. Podía usar el pasadizo de mi habitación, pero una vez abierto no puedo arreglar el armario para que no se note.

Me despedí y entré, justo en ese momento escuché la voz del rey.

-¿Berta?-Se acercó-¿Qué haces afuera a estas horas?

-Necesitaba un poco de aire señor-Me asomé levemente, la abuela estaba haciendo una pequeña reverencia.

-Como sabrás mi madre está aquí- continuó él-Tengo que pedirte que limpies bien su habitación para mañana en la mañana, esta noche dormirá conmigo pero solo por esta vez-Hizo una pausa-espero que esté bien limpia para que mi madre pueda dormir a gusto mañana.

Me fui rápidamente para salir a tiempo, no escuché más de la conversación, simplemente no era nada importante. Al abrir el túnel, una oscuridad me recibe, un frío me recorre lentamente, un pequeño miedo llegó a mi. Mis piernas no se querían mover.

De pronto alguien llegó a mis espaldas.

-Ten, te servirá para la oscuridad-era la abuela Berta.

Le agradecí en un abrazo y entré en aquel pasadizo que me llevaría a él. Caminé lo más rápido que pude hasta llegar a la salida.

Pero él no estaba ahí. Salí y miré a todas partes, ninguna señal, una pequeña desilusión comenzó a crecer dentro de mi.

-¡Carlos!-llamé en voz alta pero sin llegar a gritar.

Ninguna respuesta. Comencé a preocuparme, ¿Dónde está?, ¿Lo olvidó?. No, eso no puede ser.

Corro al bosque, los busco por todas partes. Detrás de los árboles, cerca de las piedras, en un pequeño lago, no está. Regreso al lugar de encuentro y no hay nadie.

La desesperación comienza a subir desde mis pies y se hunde en mi pecho, llegando al corazón, apretándolo con fuerza, llegando a mis pulmones. Mi respiración se agitó, suspiro tras suspiro. De pronto, una oscuridad inminente me atrapó.

No podía ver nada, era como si, mi miedo por la oscuridad hubiese regresado, todo me daba vueltas, mi cabeza palpitaba, como si fuera a estallar. Quiero gritar, pero nada sale de mi boca. Quiero correr, pero mis piernas están clavadas al suelo. Cierro mis ojos con fuerza, apretando, con la esperanza que al abrirlos todo esté bien.

Sentí un peso en mi hombro. Pequeño. Cómo una mano tratando de salvarme.

-Abre los ojos-un susurro llegó a mis oídos.

Al abrirlos, todo había vuelto a la normalidad, estaba parada en la entrada de aquel pasadizo. Nunca entré, nunca salí. La lámpara estaba en el suelo, mis manos y piernas temblaban de miedo.

-¿Estás bien?-era mi madre-¿Qué haces aquí?

La abracé fuertemente, llorando por lo que acababa de pasar. ¿Qué había pasado?, era... Muy... Real. Cómo si estuviera viviendo eso en carne propia. Era como si mi miedo me atrapara y no me queisiera soltar jamás.

Mamá no hablaba, solo estaba ahí, ayudándome en algo que nisiquiera yo sabía que pasaba.

-¿Qué haces aquí?- preguntó nuevamente sin separarse de mi.

No respondí, en su lugar, las lágrimas salieron sin parar.

-¿Vas a ir con él cierto?- nos separamos.

La miré directamente a los ojos, no hizo falta hablar, ella sabía que le diría.

-Sabes lo que pienso de eso Elisabeth- dijo con un tono brusco.

-madre, yo lo amo-respondí-no me lo impedirás.

-Eres tan testaruda-confesó-te pareces a tu abuela Isabel- me besó en la cabeza y luego suspiró-Solo te diré, que si tu padre se entera de esto no podré defenderte.

La besé y sequé mis lágrimas. Tomé la lámpara, me detuve en la entrada. Suspiré fuerte y entré.

Caminé lo más rápido que pude para salir de ese lugar. Al llegar él estaba ahí, sentado en esa gran piedra, esperando mi llegada.

Al verme sus ojos se iluminaron y una gran sonrisa se pintó en su rostro, corrí a sus brazos, estaba feliz. Lo besé suavemente en los labios.

-Lo hermoso siempre se hace esperar-comentó luego de separarnos-y vaya que estás hermosa.

-Tú también lo estás- esa sensación de seguridad volvió a mi, él me la daba, era como si no importara nada en este mundo, solo él y yo, juntos aunque ocultos, amándonos en secreto, besándonos sin que nadie se entere. Él es mi hermoso soldado, luchando en una guerra por mi corazón, en la que él y solo él ganará.



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En el texto hay: romance, drama

Editado: 17.06.2025

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