Me levanté rápidamente y corrí al baño, abrí la llave y regresé. Empujé a Carlos fuera de la cama, la acomodé rápidamente.
-¡¿Elisabeth?!-insistió-¡¿Estás bien?!
-¡Estoy en la ducha madre!-grité
Pude escuchar como ella mandaba a buscar la llave de la habitación, tiré la ropa de Carlos bajo la cama y la mía al armario.
-¡Entra!-apunté debajo de la cama-y no hagas ruido.
Él obedeció y rápido se metió bajo la cama. Mi corazón latía muy rápido, estaba agitada, mis manos temblando de los nervios por ser descubierta.
Me metí a la bañera y me recosté tratando de calmarme. Inhalaba y exhalaba suavemente. No solo para eso, si no también para bajar el calor que sentía por lo que estaba pasando antes de que mi madre llegara.
Escuché la puerta abrirse y luego la del baño.
-¡Madre!-me tapé los senos en señal de sorpresa y vergüenza-¿Qué no ves que estoy en la ducha?, la próxima vez toca la puerta.
-Creí que no estabas-tenía un tono brusco, pero trataba de disimularlo, su expresión era de duda, claramente sospechaba algo, lo hacía ver muy evidente-¿Regresaste tarde?
-¡No lo sé mamá!-exclamé con desesperación-¿Podrías dejarme sola en mi baño? Y en mi habitación también, gracias.
Ella asintió y se fue, solté un suspiro de alivio. Luego de unos segundos de que se fuera mi madre, Carlos salió de debajo de la cama y entró al baño.
-¡Eso estuvo cerca!-comentó luego de un suspiro.
Se me acercó lentamente, entró a la tina y me besó suavemente en la mejilla. Me tomó la pierna derecha y comenzó a frotarla con el jabón, lento y delicado, tratando de limpiar toda mi pierna.
Luego, quitó el jabón. Me besó la pierna, varios besos a los largo de ella.
-Creo que es mejor que te vayas-susurré-en cualquier momento volverá.
El salió de la tina, se secó y fue a vestirse, yo terminé de ducharme, me vestí con una bata de baño y fuí a la habitación. Él estaba listo sentado en la cama, viendo por la ventana desde ahí.
-¿El pueblo siempre ha sido así de sucio y lúgubre?-preguntó con un tono melancólico-es... Cómo Italia.
-bueno, los pueblerinos aún no salen a trabajar, pero una vez que lo hacen el pueblo se llena y se ve más alegre que nunca-expliqué con una sonrisa.
La verdad es que nunca se ve del todo alegre, el pueblo está pasando una crisis y el rey no hace nada al respecto, simplemente está ahí para verse bien y llevar una corona. A veces me sentaba en el balcón para verlos a todos, corren de un lado a otro, buscan con desesperación la manera de sustentar su comida. Luchan por sobrevivir constantemente.
El abuelo era mejor rey que mi padre, incluso la abuela Isabel era mejor que él. Espero que mi hermana sea una buena reina. El pueblo se lo merece y lo necesita.
Carlos movió el armario nuevamente, nos vimos a los ojos por unos segundos para luego besarnos, un beso lleno de disculpas y arrepentimiento. Un beso lleno de deseos que no se cumplieron y calor que no se pudo enfriar.
-¿Tienes la llave?-dije luego de separarnos.
Él asintió, me la entrego y abrí lento y silencioso. Me dió un último beso en la mejilla.
-¡Espera!-lo detuve antes de que se fuera-creo que mi madre sospecha de esto, ella sabe que salimos ayer, pero no que dormiste aquí-hice una pausa y suspiré, pues no quería decir, lo que mi cabeza me obligaba a decir-deberíamos dejar de vernos, por unos días.
Su expresión cambió, se veía triste, pero al mismo tiempo parecía comprender la situación.
-¡Hey, tu cumpleaños está cerca, es el veintiuno de enero-recordé alegre- faltan dos semanas. Yo te enviaré una carta para vernos.
Finalmente, nos despedimos y se fue, sentí una soledad un poco extraña, ya lo echaba de menos, debo averiguar si mi madre sospecha algo antes de volver a salir.
Mi cuerpo seguía un poco atónito por lo de hace rato, me abracé a mi misma, podía sentir su piel sumirse junto con la mía, adentrarse dentro de mi y volverse parte de mi alma. Me toqué los labios con el dedo pulgar lentamente, todas esas emociones y sensaciones que nunca había sentido, que nunca había experimentado, me hicieron amarlo aún más.
¹Nos yeux sont tombés amoureux, nos bouches ont conclu un pacte, nos corps ont conclu un contrat et notre peau a signé le pacte avec le sang. Nous n’avons jamais scellé le pacte, mais désormais nos âmes seront unies pour le reste de notre vie.
Bajé lentamente las escaleras y me encontré a Leticia, quien estaba muy emocionada porque hoy sería su celebración para anunciar su ascenso y mi partida. Lo había olvidado.
Ella me saltó encima abrazándome con una gran sonrisa. Me sorprendió su gesto.
—¡Gracias hermana!— exclamó con felicidad y una gran sonrisa en el rostro—¡Si no fuera por ti, esto no estaría sucediendo!
—¿De nada?—solté un poco confundida y aún sorprendida— supongo.
Nos separamos y ella se fué saltando y cantando. Me sentía mal por ella, ese hombre con el que se va a casar no es nada como Félix. Félix era cariñoso, amable, caballeroso, muy bueno escuchando y no me trataba como menos. Los hombres nos tienen a nosotras aprisionadas, haciéndonos creer que solo servimos para el sexo, pero no es así. Félix me hacía sentir que yo podía servir para algo más, que podía tener un propósito; no solo estar en casa esperando que llegue el hombre a salvarme.
No soy una princesa en peligro que necesita un príncipe que la rescate, yo puedo salvarme sola.
—¡Esta muy hermosa hoy princesa!—una voz masculina me sacó de mis pensamientos, el ambiente se tornó pesado y maloliente.
Era él, el príncipe ruso.
No respondí, solo hice una pequeña reverencia para saludar y me fui con rumbo al jardín, a lo que él me siguió.
—¿Por qué me estás siguiendo?—pregunté calmada y serena, aunque en el fondo tenía mucho miedo.
—¡Solo quiero hablar con usted!—exclamó con un tono de molestia, como si estar ahí fuera incómodo para él. La verdad no lo culpo, es incómodo para mí.