~•~
El Rey
~•~
¿Cómo logro que Elisabeth se quede? Debo tenderle una trampa. Algo. cualquier cosa que haya significado una ruptura de nuestro trato.
-¿Puedo entrar padre?-escuché la voz de Leticia detrás de la puerta.
-¡Si entra!
Se me acercó, me informó que ya se iba. Viajaría a Rusia y volvería mañana, es una alivio tenerla fuera, es tan irritante que no soporto tenerla aquí.
Luego de un largo abrazo caminó a la salida. Justo ahí, se detuvo.
-¡Elisabeth se sigue viendo con Carlos!-confesó de espaldas a mi-nunca se fue a España, ayer la vi saliendo del palacio.
Se fué sin darme oportunidad de responder. ¡Eso es!, es simplemente perfecto, así ella no podrá irse.
~•~
-Por favor Elisabeth, sientate-ordené una vez que entró al salón.
Ella obedeció sin resistir, me mirada de manera condescendiente, como si no le interesara lo que estaba a punto de decirle.
-¿Para qué me necesita su majestad?-preguntó de manera cortante y vulgar.
-Has roto nuestro trato Elisabeth-comencé con algo sutil, una simple acusación-te ví anoche saliendo del palacio.
Su expresión cambió drásticamente, se veía preocupada, asustada, aunque trataba de disimular.
-¡También!-exclamé levantándome del trono-¿Por qué el señor Carlos de luca sigue estando en Francia cuando debería estar en España?-mi tono era sarcástico.
Finalmente podré ganar, Elisabeth será la reina, todo estará bien de nuevo. En cuanto a Leticia, luego me encargaré de ella.
-¿Cómo sabes eso?-pude sentir la preocupación en su pregunta.
-¿¡Entonces es cierto!?-grité-teníamos un trato hija.
Ella no podrá salir de esta.
-supongo que aquí acaba todo- asumí con una sonrisa en mi rostro.
Ella se levantó, su expresión cambió nuevamente, se veía serena, segura de si misma, como si lo que le acababa de decir no le afectara en lo más mínimo. Dió unos cortos pasos y se sentó en el trono.
-¿Qué vas a hacer Almir?-preguntó pronunciando mi nombre con molestia-¡Si! Tienes razón, he salido varias veces del palacio, aún me veo con la persona que amo con toda mi alma-hizo una pausa corta, puedo notar como las cartas se voltean a su favor, pero no puedo mostrarme vulnerable-¿Y eso qué?, no me interesa cumplir nuestro trato, solo quiero largarme de aquí.
Su actitud era una sorpresa para mí, ella siempre fue revoltosa y grosera, pero nunca la había visto así.
-¡Estás equivocada!-me acerqué a ella-¡Yo soy tu padre, soy el puto rey de Francia!
-¡Vaya, el rey se altera por una simple princesa!-exclamó burlándose de mi-Te estás llevando a un precipicio muy alto, ¡Su majestad!
Cada vez me sentía más atrapado, debía mantenerme firme, pero no podía soportar mucho más.
-Desde que el príncipe Félix murió aquí, en este mismo palacio, el reino italiano cortó toda relación con este reino-cada una de sus palabras estaban bien pensadas, suficientemente trabajadas para destruirme con cada letra que contuviera la palabra-esta unión con el príncipe Vitali Chernov beneficiará al reino en grande. ¿Qué pensará esa familia si le contamos la verdad?, no solo de Leticia, si no de la muerte del principe Félix y que el palacio no hizo nada al respecto.
-¡Niña insolente!-le apreté ambos brazos con fuerza.
-¡No podrás contenerme más, les contaré todo!
La furia me estaba consumiendo, no podía soportar más esta situación. Levanté mi mano y con todas mis fuerzas la golpeé en la mejilla, su nariz sangró.
-¡Has lo que quieras, nunca me quedaré!-admitió mirándome fijamente, podía sentir la amenaza en sus ojos.
-¡Almir Valentino gregorio de la tore apóstoles Villamizar tercero!- escuché a mis espaldas.
Todo mi cuerpo se tensó, al voltear era ella, otra de mis grandes desgracias. Joana.
-¡No solo le hablaremos de una verdad!- se acercó y me apartó de Elisabeth-¡También les voy a contar toda la verdad, el por qué Leticia está aquí, qué fue lo que sucedió y que tú ayudaste a tu madre a ocultar el cadáver de tu padre para que nunca fuera encontrado!
-¡Son unas malditas!-grité desesperado-¡Yo soy el rey!- comencé a lanzar todo al suelo, rompí un jarrón, papeles cayeron al suelo lentamente-¡Yo soy el puto rey, no pueden hacerme esto!
-¡Si quieres que nadie se entere, dejaras en paz a mi hija, ella cumplirá tu trato solo si regresa!-gritó Joana haciendo que mi furia crezca aún más-pero estoy segura que Elisabeth no va a regresar nunca.
Tiré el escritorio y salí a paso rápido del salón, la furia me consumía, no podía terminar así, esto no debe terminar así. Ella no puede irse, debe reinar, quedarse aquí y ser la reina de Francia. Leticia no es digna de ese título, ella jamás podrá estar a la altura de una hija legítima.
¡Esto no se quedará así Elisabeth, te lo prometo, haré que te arrepientas de tus decisiones!
fin du chapitre quarante et un