Tourner Dans Le Vide

XLII

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Juan
~•~

El viaje es largo, agotador y estresante, tener que pasar de carreta en carreta, horas sin beber agua o comer algo, llegando a pueblos extraños. ¿Por qué me habrá pedido que fuera?, debe ser muy grave si me necesita en persona.

La luna está en su punto más alto, brillando como nunca, llena y hermosa. La brisa de la noche hace que mi cabello su mueva lentamente al ritmo del viento. La persona que va conmigo está dormida. ¿Cómo puede dormir con este frío?

Reviso mi bolso, ya no me queda mucha agua, la comida es escasa. Por suerte no habrán más paradas hasta llegar a suiza, estaremos allá a primera hora en la mañana.

Una rueda se aflojó, la carreta se desplomó haciendo que todo cayera al suelo.

—¡Vino el diluvio!—exclamó la persona que estaba durmiendo, luego se tiró al suelo y siguió durmiendo.

Esto era lo que faltaba, sin agua ni comida, ¿Cómo vamos a sobrevivir?

—No se preocupe señor— habló quien llevaba las riendas de los caballos—lo arreglaré lo más rápido y estaremos en vía de nuevo.

—espero que si—mi tono fue cansado y estresado, quería llegar a mi destino.

Con un saco cubrí a quien después de que la carreta se desplomó seguía dormido. ¿Cómo puede ser eso?

Caminé por el lugar, era solitario, sin ningún animal o plantas grandes, solo pequeños arbustos y rocas. Seguí mirando los alrededores, era tan relajante respirar aire fresco, sin casas grandes o plazas en todas partes.

Subí a una gran roca y me senté a ver las estrellas, era muy liberador estar ahí. Un lugar tranquilo, un poco tenebroso, solitario. Era simplemente agradable. Lentamente mis ojos se fueron cerrando, el sueño se apoderó de mi y sin darme cuenta ya estaba soñando.

Aún estando dormido, podía sentir cada cosa que estuviera a mi alrededor. El viento, los arbustos, la roca, lo lisa que es, con partes rústicas y algunas rotas. Una pequeña gota cayó en mi cabeza.

Abrí los ojos y una entró en uno de ellos. Estaba comenzando a llover. Bajé de la roca y regresé.

—¡No te detengas por la lluvia!—ordené con una pequeña sonrisa.

Pronto una pequeña llovizna se convirtió en mucha agua cayendo del cielo. Me acosté en el suelo con los ojos cerrados.

Mi ropa se mojaba lentamente mientras la tierra se juntaba con ella. Toda la tensión y la molestia se desvaneció, fluyendo con el agua.

—¡Ahora sí moriremos todos, llegó el diluvio!—gritó él, que había permanecido dormido, creí que estaba muerto.

—tranquilo, solo es lluvia—explicó el que estaba arreglando la rueda—¡Muy bien, todo listo, podemos irnos!

Nos subimos rápidamente y seguimos nuestro camino.

~•~

El sol suizo chocó contra mi rostro alertando nuestra llegada, las montañas eran hermosas, la brisa de la mañana era fresca y tal parece que aquí también estuvo lloviendo.

—¡Llegamos señor!—anunció el que llevaba la carreta—¡bienvenido a suiza!

Sonreí al ver el lugar, era muy hermoso, limpió y fresco. Era tranquilo, no habían personas en todas partes, todo era tan... Diferente.

—¿Usted es Juan?—una voz masculina me sacó de mis pensamientos.

Era un hombre alto y robusto. Me parecía un poco conocido.

—¡Si, soy yo!—contesté extendiendo la mano.

—bien, yo lo llevaré con André—informó con un tono serio y un poco tenebroso—¡Mi nombre es Mandred!

Cuando llegamos todo era increíblemente tranquilo, era en una pequeña colina, con un muro alto, por dentro habían árboles, arbustos y algunos animales. En la cima de la colina había una gran casa, era blanca con una puertas de madera y ventanas grandes protegidas con rejas de metal.

—¡Que bueno que al fin llegas!—salió de la casa y caminó hacia mi—¡Espero que Mandred te haya tratado bien!

—Si, fue muy... Amable, supongo—respondí un poco apenado— pero aquí estoy—hice una pausa para suspirar por el cansancio—¿Para qué soy bueno? André.

fin du chapitre quarante-deux



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En el texto hay: romance, drama

Editado: 10.09.2025

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