Tourner Dans Le Vide

XLIII

~•~
Elisabeth
~•~

21 de enero de 1790

Una gran emoción recorre todo mi cuerpo, dentro de unos días me iré, al fin volaré, saldré de aquí, finalmente seré libre. Las puertas de esta jaula de oro se abren ante mis ojos, son más grandes de lo que me esperaba y no pienso regresar jamás.

Mis manos tiemblan mientras arreglo mi maleta, aún no puedo creer que por fin mi sueño se cumplirá. Podré bailar, brillar y volar. Nada puede esta ilusión arruinar.

Mi madre toca la puerta y le autorizo pasar, ella se ve feliz, está alegre. Se ve diferente, un poco más animada.

-¿Cómo estás?-le pregunto mientras sigo acomodando la segunda maleta.

-¡Bien!-exclamó con su sonrisa más brillante que nunca, nada podía ser mejor que esto, después del sufrimiento que vivió y el que seguirá sufriendo, me enorgullece que aún pueda sonreír de manera genuina-¡Estoy feliz por verte feliz!

Nos dimos un abrazo lleno de sentimiento, cargado de amor y sinceridad. Una lágrima solitaria se deslizó por mi mejilla. Estaba triste por dejarla, pero se que ella es fuerte y estará feliz si yo estoy bien, y yo estaré feliz en cuanto ella esté bien.

-¡Dime qué me visitarás!-ordené, mi voz quebrada por la emoción.

-¡Claro que lo haré mi niña!-ella dejó salir su llanto mientras me abrazaba fuerte-¡Lo haré cada vez que sea necesario, además aunque esté retirada puedo darte consejos!

Ambas reimos juntas, era ese calor de madre que necesitaba, me daba fuerzas. Nos separamos, ella limpió mis lágrimas y yo las suyas.

-Estoy muy orgullosa de ti-susurró mientras rozaba su nariz con la mía.

Me ayudó a seguir arreglando las maletas, dejé fuera lo que me pondría los días que aún me quedaban ahí.

Bajé lentamente, caminando por cada espacio del palacio, cada escalera, cada salón, cada cuadro y adorno. Aquí fue el lugar donde crecí, donde pasé mis mejores momentos; aunque también muchos malos. Me daba mucha tristeza tener que dejar todo esto atrás, pero si era necesario para poder cumplir mi sueño y ser feliz, entonces nada podrá detenerme.

Salí al jardín, tocando cada una de las flores, arbustos y árboles. Me despedí de cada flor, ellas también tienen vida y sentimientos después de todo.

Finalmente, debía despedirme de mi corazón, mi lugar seguro, un jardín de sueños, dónde los míos florecían, con raíces gruesas, profundas, con tallos enormes y altos. El laberinto, un lugar hecho solo para mí, caminé lentamente por cada pasillo mientras pasaba mi mano por los muros cubiertos por ramas y flores. Llegué al centro, observaba cada rincón, en este lugar pasé tantos lindos momentos con el abuelo, con mi madre. Aquí bailé por primera vez con él. Me senté en el columpio, mis lágrimas salían sin parar, tenía un gran nudo en la garganta.

-abuelo-hablé en voz alta-al fin seré libre, bailaré ballet en Rusia-acaricié el columpio-tú construiste este lugar para mí, siempre estarás junto a mí, a dónde quiera que vaya te llevaré en mis recuerdos; aunque tal vez nunca vuelva a entrar aquí, este siempre será mi jardín de los sueños.

Salí de ahí y salí al pueblo, todos sabían que ya me iba, que faltaba poco, todos me sonreían. Un niño me abrazó con una sonrisa adorable, inocente, alejado de todo lo que pasa en el mundo real.

Espero que todo mejore, estoy segura de que Leticia será una muy buena reina.

Me estaba despidiendo de todo, porque posiblemente nunca vuelva a ver nada de esto. Solo me falta una persona a la cual despedir y era de quien menos me quería despedir. Pero no puedo ocultarlo más, él debe saber.

Hoy celebrará su cumpleaños, sus hermanos estarán ahí, él estará feliz. Con esta noticia estará devastado. No quiero verlo sufrir por mi culpa, pero ya se lo he ocultado demasiado tiempo. Esta noche se lo diré.

~•~

La brisa nocturna era brusca, hacía frío y parecía que el viento estuviera enojado.

Mi madre me ayudó a salir del palacio sin que mi padre se diera cuenta, voy en un carruaje con rumbo a la casa dónde está Carlos, ahí celebraremos su cumpleaños, él está feliz y la verdad yo lo estoy un poco también por verlo. Aunque también estaba asustada.

Al llegar estaban todos reunidos en la sala, Cilia, Amaya, Juan y otras personas que no conozco. Estaban bebiendo cervezas.

-¡Feliz cumpleaños querido!-me acerqué a él y lo besé en la mejilla para luego entregarle su regalo.

-¡Te amo!-dijo luego de besarme los labios-lo abriré más tarde.

Me senté junto a Cilia y Amaya y comenzamos a hablar. Discutimos sobre temas importantes, como vestidos y joyas.

-¡Tu vestido es muy hermoso!-comentó Amaya con una gran sonrisa.

-Gracias, tú también estás muy hermosa-devolví el halago.

Me contaron donde estaban viviendo, estaban en suiza, tienen que ser discretas allá pero no las atacan como aquí, son felices estando juntas y nadie se mete en eso.

Me contaron sobre el gobierno, tan diferente al de aquí. De vez en cuando hablaba con Carlos, nos besábamos y volvíamos a la celebración, se veía feliz, no quería arruinar esa felicidad. Pero no podía guardar esto más. Solo debo esperar el momento correcto.

Seguí hablando con las chicas, estaba tan impresionada por las cosas que me contaban, lo bonito que es suiza y la manera en la que viven con más libertad de la que tenían aquí. Estaba muy feliz por ellas.

-¡No puedo creer que al fin puedan estar juntas!-exclamé feliz, luego un sentimiento de nostalgia se apoderó de mi, bajé un poco el rostro y un nudo se comenzó a formar en mi garganta-¡Al menos... Ustedes!...

-¿Qué sucede?-preguntó Cilia con preocupación.

-¡Al menos ustedes si pudieron ser felices, no como Félix!- una lágrima se me escapó, sentía como si mi corazón se hiciera más pequeño lentamente.

-¡Estoy segura de que él está feliz!- Amaya trató de consolarme-¡Dónde sea que esté, él está feliz por ti y solo quiere verte feliz!



#8722 en Novela romántica
#4529 en Otros

En el texto hay: romance, drama

Editado: 10.09.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.