A pasos apresurados me voy acercando al palacio ignorando el dolor punzante en mis heridas. Cada vez estoy más cerca, no puedo dejar que se vaya sin hablar con ella.
«Solo te amo a ti, debo pedirte perdón, por favor solo espera unos minutos, ya casi llego.»
A lo lejos veo un carruaje lujoso y a dos hombres subiendo unas maletas, mi corazón se acelera más de lo que ya está por el cansancio. Mi respiración se agita, ya casi estoy frente a ella. Me escondo detrás de un arbusto cuando veo salir al rey y la reina.
Parecen tristes porque Elisabeth se va, pero eso es solo un engaño, una actuación. Ella se queda esperando a los pajes que están buscando el resto de su equipaje, la llamo sutilmente, no me oye, quiero salir de aquí pero temo ser descubierto.
Levanto una pequeña piedra y la lanzo hacia su vestido para llamar su atención, ella voltea y me ve, una pequeña sonrisa se pinta en su rostro, pero luego cambia a preocupación, se me acerca lentamente y me abraza.
-¿Qué haces aquí?-susurra en mi oído.
No presto atención, me enfrasco en su piel rozando con la mía, en mis brazos rodeando todo su cuerpo, su respiración en mi cuello y sus latidos acelerados. Sentía una tranquilidad inminente, la misma que siempre sentía al estar con ella, ya no importaban mis heridas, no importaba ni dolor, no importaba nada, solo ella y yo.
-No podía dejar que te fueras sin despedirme-susurré suavemente-¡Y tenía que pedirte perdón!
-¡No!-nos separamos y ella me tomó el rostro suavemente-¡No tienes nada de que disculparte, yo debí haberte dicho las cosas antes!
-¡Pero no debí actuar de esa manera!-admití-¡Este es tu sueño, sé que serás feliz, supongo que estaba triste porque te irías y me dejarías atrás!
-¡Nunca te voy a olvidar!-confesó ella con una gran sonrisa-¡El destino nos volverá a juntar y vamos a estar juntos por siempre, solo es cuestión de tiempo, pero no ahora!
-¡Lo sé!
No quería aceptarlo, quería pensar que ella no se iría y que todo esto era mentira. Quería que ella eligiera quedarse conmigo, pero no lo hará.
-¡Llévame contigo!-esa idea sonó tan descabellada que me arrepentí al instante que salió de mi boca.
Ella no respondió, me miró con un poco de tristeza, quizá piensa que no lograré estar bien sin ella, posiblemente si, o posiblemente no. Pero no quiero ser una carga emocional para ella, no quiero que piense en mi como un niño que dejó atrás, no puedo permitir eso.
-Tranquila, sé que eso no puede pasar, no sé por qué lo dije al principio-negué mi idea con rapidez.
-¡No sabes lo encantada que estaría de llevarte conmigo!-me tomó de las manos y sonrió-¡Pero es peligroso, mira como te dejaron, no quiero que el rey se entere de todo y te lastime o me obligue a regresar!
Asentí y besé sus manos con delicadeza, aceptando así nuestro destino.
-¡Ve y sé feliz!-respondí antes de besarla en los labios.
Un beso, algo tan común como dormir. Algo que para muchos puede ser solo un contacto físico cargado de adrenalina, lujuria y deseo. Aunque para nosotros era más que eso, este era nuestro adiós, nuestro hasta luego, el fin de nuestra corta historia de amor. Mientras nuestros labios jugaban entre sí y nuestras lenguas bailaban juntas, nuestra página terminaba sus últimas frases, se retocaban los últimos párrafos y se corregían las últimas líneas. Este beso sellaba nuestra historia, dándole un fin sin explicaciones, dándole un adiós sin razones. Terminando nuestro amor, rompiendo sutilmente cada corazón.
Y sin más, la ví alejarse lentamente mientras mi corazón y mi alma se iban con ella. Su carruaje se fue dejando humo a su paso, pasando por las piedras y dejando escapar un sonido inquietante. Ella, sacó su cabeza mirando atrás con una expresión de melancolía. Finalmente, desapareció entre los árboles y yo me quedé ahí, en ese arbusto, en peligro, dónde podrían encontrarme.
Sin embargo eso no me importaba, solo podía pensar en lo que había terminado, en lo que había perdido por segunda vez, ahora, estoy perdido de nuevo.
fin du chapitre quarante-neuf