~•~
Leticia
~•~
Esa maldita, ¿Cómo pudo hacerme esto?, ¿Cómo pudo regresar?, debí haber terminado esto desde hace tiempo. No lo puedo creer, pero esto no quedará así, me las vas a pagar querida hermana.
No verás lo que te espera, y no te esperas lo que verás. Solo espera y obtendrás lo que mereces.
Camino lentamente por los largos y anchos pasillos del palacio, conteniendo las lágrimas que luchan por salir, pero no son de tristeza, ni de melancolía, mucho menos de alegría. Son de furia, de impotencia y decepción.
Ahí estaba ella, en el comedor, almorzando con él, quien iba a ser mi esposo. Con esa carita de niña decente, con los ojos rojos de tanto llorar, como si de verdad le importara la muerte de Carlos, el supuesto amor de su vida. ¡Ja!, que gran estupidez, no le importó irse y dejarlo aquí a morir; pobre hombre, yo hubiese sido una mejor novia, soy mejor que mi hermana en muchos aspectos, yo no lo hubiese dejado aquí. Pero ahora ya es tarde, y ella acaba de quitarme lo que es mío, y no se lo voy a perdonar.
Sigo mi camino con rumbo a la sala del rey, dónde sé lo que me espera. Siento mis manos calientes, la furia solo crece dentro de mi, no cesa. Toco la puerta tres veces, dejando un pausa entre golpe, afincando la mano fuerte, lastimando mis nudillos.
-¡Adelante!-la voz fría de mi padre traspasa las paredes como si de una gran flecha se tratara.
Me acerco lentamente hasta estar frente a él, alejada solo unos pocos pasos.
-Lo ideal es que te expulse del reino-esa frase me llegó como una daga al corazón-ahora que Elisabeth volvió y va a reinar, es un peligro que la gente sepa la verdad.
Apretaba los puños y mordía mis labios para contener las lágrimas.
-debo proteger al reino a toda costa, y Elisabeth es la mejor opción para reinar-cada palabra que salia de su apestosa boca eran un golpe muy bajo-tal vez ha cometido errores, pero tú no mereces reinar, aquí buscamos lealtad, realidad y sacrificio.
-¿Yo no he sacrificado nada?-salté entre dientes.
-alguien que es capaz de acusar a su hermana sin importar lo que pueda pasar no merece ser reina de Francia-se levantó de su trono y tomó la corona que estaba en una caja roja para moverla a la vitrina-eres capaz de todo, lo reconozco. Eres alguien fuerte y decidida, pero alguien que es capaz de traicionar a su familia por su propio bien, no merece llevar la corona puesta.
-¡Elisabeth no es mi hermana de todas maneras!-grité con impotencia.
-¡Sal de aquí!-alzó la voz, su tono era intimidante, como si se hubiese hecho más grande-¡Después de la boda veré que hacer contigo!
Me fuí corriendo, tirando la puerta detrás de mi, subí a mi habitación y la cerré con seguro, dejé salir todas las lágrimas en mi cama, tirando todo al suelo mientras gritaba.
Tomé un cuchillo y comencé a rasgar las sábanas, con fuerza, insultando a toda esta familia con cada golpe. Destrocé todas mis almohadas mientras gritaba de furia.
Tiré la mesita, todo mi maquillaje, mis vestidos, todo lo tiré al suelo, me acerqué a la cama nuevamente con el cuchillo en la mano, y lentamente pero con fuerza, apuñalé el colchón, imaginándome a Elisabeth desangrándose, gritando porque le tenga piedad, pidiendo por favor que la deje. Mientras yo reía, me reía de ella con fuerza, disfrutando cada golpe que le daba, su sangre salpicando mi cara, mis manos, las sábanas, mi cuerpo.
Pasé mi dedo con su sangre y lentamente lo llevé a mi boca, viendo como sus ojos se apagaban poco a poco, saboreando ese líquido carmesí que salía por sus heridas. Ahora todo estaba en silencio, su cuerpo destruido y lastimado, su alma escapando lentamente, ahora no impediría que yo fuera la reina.
~•~
Desperté envuelta entre las plumas de mis almohadas, al ver a mi alrededor, ví el desastre que había causado, mi cama rasgada por el cuchillo, las sábanas tiradas en el suelo, al igual que mi mesita y mis vestidos.
Me las vas a pagar Elisabeth, no sabes con quién te has metido. Salgo de la habitación y la veo caminando por el pasillo, lento y preciso, como si no le importara nada.
Me acerco a ella rápidamente y la acorralo contra la pared.
-¡¿Qué haces?!-ella grita trata de liberarse pero no la dejo.
La miro a los ojos, esos ojos que antes envidiaba, la miré de arriba abajo, viendo lo que antes era mi ejemplo a seguir, ahora solo lo quiero destruir.
-¡Suéltame Leticia!-ordena, como si tuviera algo de poder-¿Qué te pasa?
-¿Por qué regresaste?-finalmente hablé, tratando de contener toda mi ira-¿Por qué no te quedaste en tu vida perfecta?
-no volví para quitarte la corona si eso piensas-afirmó de manera cínica-si volví fue por una razón, tú sabes esa razón, ¡No tienes derecho de reprochar nada!
-¿Viniste por él?-hice una pausa para reír suavemente-¿O viniste por ti?
Ella no respondió. Bajó la mirada y una lágrima corrió por su mejilla.
-¡No te atrevas a llorar enfrente de mi!-la tomé por las mejillas y le levanté el rostro-¡Yo no creo en ninguna de tus lágrimas falsas. Te fuiste durante meses, sabiendo que él estaría en peligro porque estaba herido, lo dejaste aquí a morir, no te lo llevaste porque no querías estar con él. ¡Nunca piensas en los demás, solo piensas en ti, no debiste regresar, debiste olvidarte de todos nosotros!
Me empujó fuertemente haciendo que me tambaleara y logrando librarse de mi agarre.
-tu no sabes por lo que estoy pasando-se acercó a mi con un tono melancólico.
-¡Basta Elisabeth, deja de hacerte la víctima!-grité-¡Aquí la única culpable eres tú!
Se volteó para irse.
-¡La única asesina de Carlos eres tú!-grité a sus espaldas-¡Esto no se quedará así, me las vas a pagar, yo seré la reina de Francia!
fin du chapitre cinquante-huit