Tourner Dans Le Vide

LXIII

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Elisabeth
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—¿Por qué haces esto?—entré al gran salón con un tono de molestia—el pueblo esta muriendo y tú estás aquí sentado. Debes hacer algo, no tienen comida, mueren de hambre, para lavarse deben ir al lago.

—¿Me estás cuestionando?—preguntó de manera cínica.

—¡El pueblo no merece esto!—exclamé alzando la voz—¡Esto no es lo que mi padre quería!

Se levantó del trono mirándome fijamente, di varios pasos hacia atrás, el miedo comenzó a subir por mis pies, cuando estuvo frente a mí me tomó del cuello, pude sentir como me levantaba mientras se me agotaba el aire. Le rogaba que me soltara pero no me escuchaba.

—¡Aquí no se nombre a ese bastardo!—gritó—¡No hagas que te quite el privilegio de salir a ver a esa gentuza, yo soy el rey, y yo decido que está bien y que no!, ¡¿Entendido?!

Mirándolo con furia asentí lentamente, me soltó dejándome caer al suelo, mis piernas estaban débiles, como pude me levanté y salí con rumbo a la habitación. Al entrar dejé salir cada una de las lágrimas atrapadas, corrían con desesperación, huyendo del peligro, algo que yo no podía hacer.

Mis ojos se fijaron en la gaveta de Vitali, la cual siempre estaba cerrada con llave, desde hace mucho he querido saber que es, pero siempre que me pregunto me grita y golpea, siempre me dice que no sirvo para nada, que ni siquiera soy capaz de darle hijos.

La primera vez que lo hicimos, me sentí sucia, a pesar que lo dejé, me dejé, no fue algo agradable, no he podido quedar embarazada, y él me lo reprocha siempre que puede.

Hoy es veintiuno de enero de mil novecientos noventa y uno, mi madre murió hace cinco meses, y él estaría de cumpleaños. Cada vez que lo recuerdo una parte de mi se quiebra aún más, ya no hay pedazos lo suficientemente grandes para seguir rompiéndose, estoy hecha de cenizas, de vidrios rotos y cristales pequeños incrustados en mi piel. Estoy hecha de cada golpiza y maltrato. Hecha de aquel pueblo que debía cuidar y que ahora solo sufre y todo es mi culpa.

Camino como alma en pena por los pasillos silenciosos del palacio, aguantando las ganas de llorar, recordándome que todo esto es culpa mía, sabiendo que pude haber evitado todo esto con tan solo una acción. De pronto, recuerdo esa gaveta, siempre que me acercó él se altera, debo saber que hay ahí dentro, él siempre lleva la llave, y cuando duerme la esconde, ¿Qué me ocultas?

Salgo del palacio con rumbo al pueblo, paseo por las calles deterioradas, sucias y olorosas, con basura por todas partes. Los niños que antes jugaban y reían, ahora lloran y están tristes, porque tienen dos días sin comer, las familias que festejaban con alegría, ahora están luchando por sobrevivir, ¿En qué momento dejé que esto pasara?, esto no es lo que el antiguo rey quería, él quería paz, alegría y un pueblo feliz, sin embargo, ahora solo hay agonía y temor.

—¡Señorita!—un niño se me acercó, estaba sucio, con varias heridas, no tenía ropa, solo un trapo sucio tapando sus partes, con los ojos húmedos me miraba, con una mirada inocente y temerosa—¿tendrá algo para comer?

Saqué varias monedas y se las entregué, pude ver cómo sus ojos se iluminaron y una gran sonrisa se pintó en su rostro, una chispa de alegría se encendió, corrió a la tienda y compró mucho pan, luego se fue a una casa. Por la ventana pude ver cómo le daba a su madre y hermanos.

A lo lejos, en una esquina, ví a varios niños peleando, tres estaban acorralando a uno, me acerqué rápidamente y los brabucones se fueron corriendo.

—gracias señorita—me sonrió inocentemente—siento que la he visto en algún lado—trató de reconocerme—¡Usted es la reina!—exclamó.

Lo detuve para que no gritara y le sonreí.

—este será nuestro secreto—le di varias monedas y le di un pequeño beso en la frente—no permitas que te lastimen, tu puedes con todos ellos, solo debes enseñarles quien manda.

Él asintió y se fue corriendo, fui al carruaje y saqué un gran saco, que apenas podía cargar, me acerqué a la fiscalía del pueblo y entré.

—todos fuera—ordenó el jefe a cargo.

Luego que todos salieron, me quité la capa lentamente mientras él sonreía.

—su majestad—hizo una reverencia—le tengo malas noticias, la comida se nos agota, no tenemos para vivir, muchas familias han dejado el pueblo, tampoco tenemos dinero.

—¡Aquí les traje esto!—dije mientras soltaba el saco—es dinero suficiente para el mes, entiendo la situación pero el rey es muy difícil de persuadir.

—reina mía, esto se está saliendo de control—informó con desánimo—con todo respeto, en el poco tiempo que el nuevo rey ha estado en la corona, el pueblo a decaído, usted debería tomar el mando.

—lo sé, pero es demasiado tarde, esta es la única manera en la que los puedo ayudar por ahora—señalé el saco—¡Voy a luchar por ustedes, trataré de hacer que Vitali entre en razón!, la corona es de la familia De La Tore, no puedo permitir que destruyan lo que construimos con tanto esfuerzo.

fin du chapitre soixante-trois



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En el texto hay: romance, drama

Editado: 10.09.2025

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