Tourner Dans Le Vide

LXIV

El camino de regreso al palacio me abraza con un silencio ensordecedor y un vacío atrapante. A veces pienso en lo brillantes que eran estas calles, todos charlando en las esquinas, tomando cervezas, los niños jugando felices. Ahora solo hay agonía y sufrimiento.

Llego al palacio con una expresión seria y de autoridad, sin embargo, los guardias impiden mi paso.

—¡Tenemos órdenes del rey de no dejarla pasar durante las próximas dos horas!—habló uno de los guardias.

—¡¿Qué clase de ridículez es esa?!—exclamé firme—¡Yo soy la reina, este reino es mío, ¿Qué les hace creer que no puedo mandar a qué los cuelguen o les corten la cabeza?!

—¡Mi reina!—exclamó el otro guardia—son órdenes del rey, perdóneme pero él es la autoridad.

—¡No olviden que este reino es de Francia, no de Rusia!—me acerqué lentamente al más grande mientras lo veía fijamente—¡No olvidaré sus caras, las van a pagar!

Me fui a paso apresurado a la gran piedra cerca del bosque. Al llegar, miles de recuerdos volvieron a mi mente, cuando escapamos por aquí, cuando yo salía y él me esperaba. Toqué la piedra suavemente y una pequeña lágrima solitaria se escapó de mis ojos, cayendo de manera nostálgica por mi mejilla y muriendo lentamente en mis labios.

Saqué la llave y entré al pasadizo, caminé con rumbo a la que era mi habitación rápidamente y con molestia, ¿Por qué daría esa orden?, ¡Yo soy la reina!, ¡Este es mi palacio!

Al salir, corrí a mi habitación y ahí estaba él, estaba metiendo una carta en esa gaveta misteriosa, lo miré sin decir nada, su expresión fue de confusión, en sus ojos podía ver la molestia. Dejó el papel ahí y cerró nuevamente, saliendo rápido de la habitación. ¿Qué me escondes en esa gaveta?

Me cambié sin ducharme y bajé. Un ruido desde el jardín llamó mi atención, al ver por la ventana todo mi mundo se derrumbó, mi corazón comenzó a latir a mucha velocidad, me costaba respirar y mis ojos se llenaron de lágrimas. Corrí afuera, con dificultad e incrédula me detuve frente al laberinto que estaba siendo demolido.

—¡Qué hacen!—grité mientras mi alma se desgarraba lentamente—¡¿Por qué hacen eso?!,¡Detengan todo!

—¡Son órdenes del rey!—uno de los trabajadores se me acercó—nos mandó a demoler esto y levantar una estatua de él.

La furia comenzó a subir lentamente, mi cabeza dolió y sentí las manos calientes, mis lágrimas se secaron instantáneamente y un fuerte peso en el pecho me hizo suspirar. Corrí a la sala del rey dónde seguramente iba a estar, sin tocar entré, viendolo fijamente con todo el dolor saliendo por mis ojos. En la sala habían dos guardias más.

Me acerqué a él y sin pensarlo mi mano chocó contra su rostro, dejando solo el áspero sonido de una gran cachetada.

—¡¿Cómo te atreves?!—grité con todas mis fuerzas, sin importar nada, arriesgando mi propia seguridad—¡¿Quién te crees?, yo soy la reina de Francia, no tienes derecho de profanar este antigüo lugar, eres un bastardo!—otra cachetada resonó en la sala.

Él se levantó, se veía más grande e intimidante, mis oídos retumbaron y mis ojos se humedecieron nuevamente cuando su mano golpeó mi rostro.

—¡Yo soy el rey!—me tomó de ambos brazos y me empujó—¡Yo decido que hacer con el palacio, yo decido que hacer con el pueblo, yo decido que hacer contigo!

De pronto, de manera brusca me rompió el pijama que tenía, sin importar que dos guardias estuvieran ahí aún. Me empujó contra él bruscamente, afincando su miembro en mi abdomen bajo, yo trataba de liberarme pero me era imposible.

—¿Crees que eres muy fuerte?—decía entre chupones y besos que me daba en todo el pecho—cierren la puerta y no dejen que nadie entre—le ordenó a ambos guardias los cuales se quedaron adentro observando todo.

Rogaba que me soltara, no quería hacer nada, queria correr, golpearlo, tomar un cuchillo y dejarlo sin vida para poder huir de este infierno. Me despojó de mi ropa interior, dejándome totalmente desnuda, lo que él siguió después, quedando ambos en la sala del rey, con dos guardias viendo, desnudos.

Me mordía el pecho, me golpeaba mientras me tocaba, bajó lentamente y de manera brusca, metió tres dedos dentro de mi.

Yo gritaba de dolor, pedía clemencia, que se detuviera, que no quería hacerlo, trataba de liberarme, pero entre más peleaba, más fuerte se volvía.

—espero que aprenda a portarse bien, su majestad—me susurró al oído sin sacar sus dedos de mi—yo mando aquí, tu solo estás para satisfacerme.

Me levanté levemente pero de manera agresiva, y sin poder protestar o escapar, metió su miembro en mi boca, de manera rápida, lastimando mi garganta, sacando mis lágrimas una a una. Rompiendo cada pequeño cristal incrustado en mi piel.

Me miró con malicia, disfrutando lo que me estaba haciendo. Me sentía sucia, vulnerable, quería morir en ese momento, que todo acabara, huir a un lugar donde nunca pueda encontrarme.

Se detuvo por unos segundos, solo para acomodarse y meterlo en mi parte baja, con fuerza, bruscamente, lastimando todo mi cuerpo. No solo lastimandome físicamente, si no también lastimando mi alma, rompiendo lentamente lo poco que queda de ella.

No paraba por más que yo le rogaba porque se detuviera, le pedía piedad, pero él no escuchaba, me lastiman sin sentir ningún tipo de culpa.

Y sus guardias, veían con una sonrisa disimulada, sin hacer nada, sin oponerse, contribuyendo a esta atrocidad que estaba haciendo el rey.

Cuando terminó me dejó ahí tirada, como si no fuera nada, como si ya hubiese jugado con su juguete y lo deja tirado.

—quiero que la lleven a la habitación, déjenla en la cama—ordenó sin ningún tipo de remordimiento, como si nada hubiera pasado, como si no hubiera ultrajado todo mi cuerpo y alma, como si mi vida no valiera nada.

Los guardias me levantaron, yo me quejaba del dolor que me había dejado, no podía estar en pie, las piernas me temblaban, la cabeza me dolía, me sentía asqueada, quería cerrar los ojos y que solo sea una pesadilla.



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En el texto hay: romance, drama

Editado: 10.09.2025

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