Pudo haber vuelto a abrir la puerta si quería decirle que él también lo hacía, la recordaba; pero prefirió dejarla descansar.
Se pasó las manos por el rostro nuevamente y quiso gritar para que todo el maldito mundo escuchara que esa mujer iba a ser suya.
Sin embargo entró en su apartamento con una sonrisa de satisfacción pero también con un nuevo propósito, iba ir a por ella.
¿Cómo pudo decirle eso? Además, ¿Cerrarle la puerta sin dejarlo hablar? ¿En serio? Eso no fue muy maduro de su parte, lo cierto es que no pudo contenerse pero tampoco iba a arriesgarse a que él le dijera que no tenía idea de lo que hablaba, que no sabía quién era ella.
Por lo mismo suspiró cansada y demasiado agobiada con todo lo que había pasado en tan pocas horas, ese hombre no había entrado a su mundo para dejarlo como estaba, estaba más que segura que iba a ponerlo de cabeza.
Se duchó como pudo con la poca fuerza que le quedaba, pensó en la puerta, ¡bendita llave!, pero ésta había hecho que él volviera a ella, por tonto que pareciera; aunque no sabía por qué pensaba en ello si nunca fueron nada, ni siquiera amigos; solo recordaba que siempre que lo veía esos ojos la dejaban noqueda, se quedaba paralizada y actuaba como idota sin saber qué hacer o decir.
- Basta Elisa, por favor; ¡Deja de torturarte con estupideces!
Se veía al espejo con el rostro entre sus manos, quería convencerse a ella misma de que todo era solo un pequeño drama que siempre se hacía por todo.
Dejó caer sus manos derrotada y entró a su cuarto, no se preocupó demasiado por su puerta ya que él prometió que mañana vendría un cerrajero a repararla.
Su cama estaba demasiado cómoda y ella más que abatida así que no tuvo problemas para conciliar el sueño.
¿Por qué tocaban la puerta de esa manera un sábado en la mañana? Miró el rejoj; las 7am. - ¿Quién demonios es?
Gritó desde su cuarto, odiaba que lo despertaran y más de esa manera. - ¡Juro por Dios que si no es algo importante mataré a quien sea! Volvió a hablar fuerte con la intensión de que el responsable escuchara.
Abrió la puerta con impaciencia para después verle la cara a ese idiota.
- ¡Uy! ¿Así es como siempre recibes a tus invitados?
Su amigo siempre tan prudente y oportuno, sabía de sobra lo molesto que le resultaba que hiciera eso, pero parecía que le encantaba fastidiarlo.
No esperó ni siquiera a que le diera paso, él mismo lo hizo a un lado y se sentó en su sofá.
- ¿Estás loco? Pareció no escucharlo porque siguió riendo.
Se pasó una mano por el cabello y suspiró irritado.
- No despertamos bien hoy, desde ya me estás amenazando. Le encantaba fastiarlo, Zaniel parecía estar siempre de mal humor.
- ¿Qué rayos haces en mi casa a ésta hora? Palmeó al lado del sofá para que se sentara pero negó con la cabeza.
- ¿No tienes a otro imbécil más a quién molestar? Quería golpearlo, lo sabía; pero era muy divertido para él.
Su amigo siguió mirándolo con odio y se recostó en el borde de la mesa.
- Fíjate que no, el único imbécil que conozco eres tú mi amigo. Zaniel lo miró fíjamente, oh oh.
- No estoy de humor, habla;¿Qué quieres?
Se dio por vencido y decidió decirle el verdadero motivo por el cual estaba ahí tan temprano, tampoco había sido muy agradable que Gabriel lo despertara para decirle que necesitaban de Zaniel y que debía ir inmediatamnete a buscarlo.
- Necesito tu ayuda con unos números; es urgente, Gabriel me llamó y dijo que las cuentas no cuadran en uno de los negocios. Se puso de pie y se dirigió a la cocina, moría de hambre y Zaniel siempre tenía algo bueno para comer.
- ¿Y por eso viniste tan temprano? Su amigo sonaba molesto pero no le prestó atención. ¿Por qué no había nada cocido en la nevera?
- ¿A caso no te interesa lo que pase con tus inversiones? Dijo para que entendiera su punto.
- Claro que sí, pero ¿No hay alguien para eso? Zaniel observaba con cautela lo que estaba haciendo, sabía que buscaba comida.
-No tienes comida hecha, ¿Por qué?
- Eso no fue lo que te pregunté. Sí que era mandón, salió insatisfecho por no encontrar nada.
- Sí, si lo hay man, pero está enfermo, así que solo estás tú, Zanielito.
- Te he dicho mil veces que no me digas así. No le gustaba hacerlo enojar, ¡de verdad! pero es que era tan fácil.
- Y yo te he dicho mil veces que cuanto más te niegues más te lo diré.
- Deja tus estupideces que no estoy de humor, gracias a tí. Si Adrian se lo proponía lo sacaba de sus casillas rápidamente, nadie podía dejarse engañar por esa cara seria que aparentaba tener.
- Está bien, ¿qué es?. Ya no quería discutir más con él.
- Gabo te envió los archivos y las cuentas para que las revises. Lo miraba burlonamente.
- ¿Por qué no tienes comida?
- ¿Vas a seguir con eso? Ve y hazla tú mismo. Era un buen amigo y el único que en realidad tenía a parte de Gabriel, pero lo desesperaba.
- Nah, para eso compro o me das tú.
Lo ignoró - Bien, ya dijiste lo que tenías que decir, puedes irte, mas tarde me encargaré de eso.
Abrió la puerta sorprendiendo a la persona que iba a tocar con la mano en el aire.