Siempre supo que algún día llegaría ese hombre que arrebataría su corazón, por lo mismo se había dicho que cuando llegara lo daría todo, sin miedo; pero no imaginó que esos ojos verdes que ya conocía desde hace años estuvieran haciéndolo realmente poco a poco.
Su madre decía que lo único que necesitabas para ser feliz con alguien era sentirte cómoda con esa persona, no necesariamente debían tener los mismos gustos, porque en ello radicaba todo, debías aceptarlo o aceptarla con todo el paquete completo, sus defectos y pasiones distintas.
Ya era una semana de haberse encontrado con Zaniel y lo único que podía decir era que, deliraba ya con ese hombre y estaba tan aterrada por ese hecho ya que todo estaba yendo demasiado rápido para su gusto.
Era una mujer que le gustaba tener su vida bajo control y sentía que Zaniel había llegado como un torbellino para arrazar y tirar por la borda todos sus planes.
No sabía a dónde los llevaría todo esto pero ya no quería dar marcha atrás o tratar de detener ese sentimiento que estaba creciendo tan de prisa hacia él. Solo se tiene una vida y ella estaba dispuesta a vivirla y si le era posible despertar cada mañana viendo esos hermosos ojos verdes.
Era viernes y toda la semana había sido demasiado agotada; entre preparar clases y calificar exámenes, aun así había sacado tiempo y se reunían todas las noches, después de trabajar.
Cuando le dijo de la cita creyó que estaba bromeando con ella, pero al ver la determinación en sus ojos supo que iba en serio.
Todo con él era correcto.
No era diferente para Zaniel, él mismo se encargaba de planificar todos sus días y en ninguno de ellos había puesto pasar tanto tiempo con la misma mujer; pero es que Elisa no era cualquier mujer, ella lo hacía reír con sus ocurrencias, al mismo tiempo admiraba su valentía y su seguridad para hacer las cosas, veía todo detenidamente y no se perdía ningun detalle por pequeño que fuese.
Ambos recordaban muy bien lo maravilloso que fue esa noche y lo que sucedió cuando ella le dio el privilegio de aceptar tener una cita con él.
El domingo a las 7pm estuvo lista como él ordenó, no le dijo a dónde irían así que no se vistió de manera ostentosa ni nada parecido. Pero tampoco quiso verse como que no se había esforzado para nada, ¡Ah! Quería solo verse bien para él, por primera vez en su vida no quería organizarse para ella, quería que a él le gustara lo que veía.
Así que se puso un vestido rojo con un poco de encaje en el cuello y de vuelo; lo cual hacía que se viera solo un poco elegante, así que para contrarrestarlo se calzó con unas sandalias blancas y trenzó su cabello de lado.
Ya estaba lista cuando tocaron su puerta, nunca se había considerado una mujer nerviosa y débil; no en absoluto. Pero en ese momento sentía que su corazón latía mucho más fuerte de lo normal y su pulso acelerado hacía que sus piernas temblaran provocando que los nervios la hicieran su presa.
Se dirigió a la sala y con manos temblorosas abrió.
¡Santo Dios!, no estaba preparada para eso; eso sí que no se lo esperaba, se le secó la boca y enmudeció completamente ante lo que veía.
- Puedes cerrar la boca, aunque creo que me pasa lo mismo contigo. Estas preciosa Elisa. Soltó parado en la puerta.
Lucía impecable en la entrada, con esa sonrisa engreída en su rostro sabiendo definitivamente que tenía un gran efecto en ella.
Esa camisa le quedaba demasiado bien para su cordura, y esos pantalones un poco ajustados no le hacían las cosas mucho más fáciles; su cabello negro lucía solo un poco peinado dándole un aire despreocupado pero también de libertad que era lo que sentía cerca de él.
- Gracias. Alcanzó a decir metiendo detrás de su oreja un mechón de cabello que se había escapado de su trenza.
- Debo decirte que el rojo siempre ha sido mi color favorito. Dijo mirándola detenidamente de pies a cabeza.
- Pero ahora mucho más. ¡Uff! Era ella o había empezado ha hacer demasidao calor en ese lugar.
Definitivamente amaba mucho más el rojo, se veía perfecta con ese color. No podía apartar la mirada de ella y es que algo en su interior se sentía cálido cada vez que la veía, se habían encontrado hace dos días y ya no quería apartarse de su lado nunca más.
- Podría quedarme todo el tiempo del mundo mirándote pero quiero mi cita contigo. Dijo para que se encaminaran al lugar que había mandado a preparar especialmente para ella.
- Ya estoy lista, vamos. La vio sonreír mientras tomaba su bolso y salía cerrando la puerta.
- ¿A dónde vamos? Sabía que iba a preguntar eso por lo que rió.
- Ya lo verás. Caminó delante de ella para abrir la puerta de salida ya que vivían en un primer piso y no necesitaban de ascensores.
- Está bien. La escuchó refunfuñar a sus espaldas.
Abrió la puerta de su coche para que ella entrara, no había tenido muchas citas pero siempre había sido caballeroso y si era con ella estaba dispuesto a todo, darle globos, corazones, chocolates y todo el maldito mundo si quería.