Trae AquÍ El Cielo ©

5. EMPECEMOS DE NUEVO.

¿Cómo rayos pudo pasar algo así Gabriel?
Zaniel tenía las manos en puños, sentado en su escritorio fulminando con la mirada a su amigo y también socio. 

Estaba cansado y agotado de tantos problemas que hubieron en la semana.

Lo único que quería era llegar a casa y ver a Elisa, solo ella podía últimamente aliviar la ansiedad de su cuerpo y de su mente con solo verla sonreírle de esa forma tan bella en que lo hacía cada vez que lo veía al abrirle su puerta.

- Estás muy tenso amigo, relájate. Gabo lo observaba parado desde la ventana de su oficina.
- ¿Cómo quieres que me relaje cuando alguien nos quiso sabotear? No sabía cómo su amigo podía estar tan tranquilo con la situación que por pura suerte acababan de impedir que pasara a más. 

- Si, pero no lo hizo. Suspiró derrotado, no podía lidiar con su carácter de pacífico ahora.

Después de haber indagado en las cuentas y revisar los documentos que Adrian le había llevado el otro día, se dieron cuenta de que definitivamente algo andaba mal, pero con lo que no contaban era con que el encargado de ese trabajo les estaba robando y al parecer estaba planeando algo más grande, por eso las excusas de que estaba hace días enfermo.

Pero gracias a él y a sus colegas habían logrado darse cuenta a tiempo, ya habían puesto una denuncia en su contra para que lo buscaran y pagara por su robo ya que había desaparecido con lo poco que había alcanzado a hurtar.

- No puedo más con esto, si no tienes nada que decir me largo. Se puso de pie y tomó su saco.

- Nop, eres libre de tu condena, vete. 

Hizo un gesto de desagrado e iba a abrir la puerta cuando habló de nuevo.

- Oh, espera ¿Has visto a Adrian?.
¿Era en serio? Adrian desaparecía y ya todos sabían que seguro andaba en fiestas, borracheras y de cama en cama con mujeres.

- No, no lo he visto, me está dando un descanso por fin. Era cierto, cuando Adrian no estaba se sentía reinar la paz, aunque debía admitir que a veces; solo a veces le echaba de menos.

- Debe andar haciendo de las suyas. Su amigo rió y sacudió la cabeza negando.

- Es lo único que sabe hacer, en algún momento aparecerá. Así era él.

- Ok, adiós. Diviértete o lo que sea que vayas a hacer. 

- Lo haré. Abrió y no le prestó atención, aunque sí escuchó lo último que dijo.

- Seguro es una mujer, por eso la prisa, has estado yéndote temprano toda la semana. Gritó.

Salió riendo, si supiera; no era cualquier mujer, era una dulzura de mujer. Una que iba a ser suya muy pronto.

Condujo hasta su departamento como alma que lleva el diablo, ¿Por qué había tanto tráfico a esa hora?
Miro el reloj, las siete de la noche, ¡claro! ¿Cómo no?.

Estaba ansioso por verla, ¿Qué estaría haciendo? ¿Lo estaría esperando? 

Esta semana después de la cita había sido la mejor de su vida, todos los días se veían y cuando podían salían a comer afuera, la llevaba a tomar helado o simplemente a caminar por el parque.

Tenía pensado decirle que lo acompañara a la cena pero no sabía si aceptaría. Era viernes, así que sabía de sobra que al otro día no trabajaría.

Alcanzó a llegar antes de las ocho, iba entrando a la zona y no pudo evitar verla desde lejos. ¿Qué hacía?

Estaba con ropa deportiva y parecía estirar en una de las piedras que habían junto a un árbol a orilla de la vía, no entendía cómo podía estar tan tranquila a esas horas de la noche sola, estaba bien que la zona era demasiado segura pero no le gustó en absoluto verla ahí y más haciendo esas posiciones que hacía. 

Era imposible que siguiera conduciendo ya, se detuvo cerca de ella, aparcó el auto y descendió.

- Shissis. Escuchó que alguíen la chisteaba pero no prestó atención, debía ser algún pervertido por ahí tratando de llamar su atención.

-Shissis. Nuevamente. 
Sentía que la observaban pero siguió estirando sus piernas, había decidido salir a correr un poco luego de terminar de calificar los exámenes de fin de semestre.

- Shissis. De nuevo.

- Muy hermosa, continúa. Inmediatamente se detuvo. Esa voz.

Se giró demasiado rápido pero valió la pena el mareo, ahí en frente; recostado en su auto estaba él.
Iba vestido con un traje marrón y camisa verde claro, la cual hacía ver sus ojos más intensos todavía. 

La miraba evaluándola detenidamente y sin descaro de pies a cabeza. 

- Qué hermoso resultó ser el pervertido. Ya no se avergonzada de coquetearle abiertamente un poco.

- ¿Ah sí?. Caminó directamente hacia ella y le dedicó una sonrisa.

- ¿Qué haces afuera sola tan tarde?. Dijo cuando estuvo a su lado.

- No estoy sola, ¿ves? Hizo un gesto señalando a las demás personas.

- Además no está tan tarde y solo salí a correr un poco. Él la miraba serio.




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