Ihsahan estaba parado detrás de Artrisa, que estaba con su rifle acostada en el suelo. Ambos estaban viendo pasar al Senador Urahara, este siempre trotaba por el mismo lugar todas las mañanas. Su rutina era monótona y era lo que iban a explotar para la misión. Lo nuevo estaba a punto de pasar ahora, un par de jedis. Shakka y Aola. Las twi’leks seguían de cerca al senador revisando todos sus alrededores. Artrisa estaba siempre cómoda cuando estaba trabajando, su cuerpo se mimetizaba con el ambiente, incluyendo su azulada piel.
“Podría terminar con esto ahora.” Dijo de la nada Artrisa.
“Mañana tendrás el equipo apropiado, si es que Shia hace su trabajo.” Dijo con seriedad Ihsahan.
“¿Tú estás aquí por esas jedis?” Preguntó con cuidado la tiradora.
“Han alargado la vida de ese traidor.” Dijo con seriedad Ihsahan. “Además, parece que han estado buscándome.”
“Yo no te buscaría abiertamente, maestro… Es una invitación a la muerte.” Dijo pensante Artrisa mientras se ponía de pie a su lado para acomodar su ajustado traje.
La chiss era una espía de su maestro, ella creía que era infalible y que su seducción había servido su propósito, pero en todas las ocasiones que trabajaron juntos estuvo buscando la ocasión para dispararle con su rifle. Artrisa no era tan pragmática como creía, ya que podía sentir las dudas en sus brillantes ojos rojos.
“¿Estás lista? Mañana habrá peores condiciones climáticas.” Dijo con seriedad Ihsahan.
“En este caso es mejor, podrá ocultarnos.” Dijo pensante Artrisa. “Supongo que Shia va a atraer un robot para poner de cebo.”
“Es la idea, está cazándolo en estos momentos. Los Separatistas están en busca del mismo objetivo, pero su robot no está preparado para la misión.” Dijo con seriedad Ihsahan mientras su holo sonaba.
“Ihsahan, tenemos problemas.” Dijo pensante la voz de Hussan, que solo podía escuchar él. “Han descubierto a una de las Espadas.”
“¿Kalarirah?” Preguntó de la nada el sith.
“No sé cómo sabe eso, milord, pero…”
“Siempre ha sobreestimado sus habilidades y siempre descuida su espalda de las maneras más estúpidas posibles. Todavía no sé cómo mantiene su fachada como supuesta maestra jedi.” Dijo con seriedad Ihsahan. “¿La atraparon en Ossus?”
“No lo sabemos, lo que sí sabemos es que Namara fue la que la entregó, lamentablemente no puedo decir que ha sido traición, ya que era su trabajo encontrarla.” Aclaró pensante Hussan. “Yo creo que quería su puesto y aprovechó la oportunidad.”
“Asumamos eso, investígala. Mi maestro no va a estar contento con esas noticias, yo lo manejo.” Respondió Ihsahan mientras notaba a Artrisa mirar hacia abajo sin mucho cuidado.
“Tenemos muchas rutas de escape, milord.” Dijo mientras se volvía a él.
“El speeder es suficiente.” Respondió con seriedad Ihsahan.
“¿Problemas?” Preguntó con cuidado Artrisa.
“Lo de siempre.” Dijo en voz alta Ihsahan. “Esas jedis protegen solas al senador, así que yo apareceré después del disparo. Mientras tanto ve con Shia a preparar el escape, esto es espacio de la República y debemos ser precavidos de no llamar la atención de toda la flota.”
“No tiene nada de qué preocuparse, milord.” Dijo con firmeza Artrisa. “¿Usaremos la habitación del hotel como base de operaciones?”
“Sí.” Dijo con seriedad Ihsahan.
“Me encargaré de la vigi…”
“Mi gente ya lo ha resuelto.” Interrumpió el sith mientras saltaba al balcón. “Solo resta esperar por Shia.”
Artrisa era ágil y rápida y ya estaba a su lado mirándolo con deseo.
La plaza estaba desierta a no ser por el par de jedis, Urahara ya estaba muerto en el suelo y sus protectoras no podían ubicar a la tiradora. Ihsahan saltó directamente hacia ellas, atravesando la pequeña neblina que ocupaba la zona. Las twi’leks nunca notaron su presencia entre ellas hasta que lo permitió. Aola y Shakka saltaron tres metros hacia atrás mientras encendían sus sables. Ambas usaban dos sables verdes que cortaban la neblina con facilidad.
“Dennis Urahara, Senador por Amios, Presidente de Químicos Kulgarth en la República.” Dijo en voz alta Ihsahan. “Juon Kahn, esclavista, traficante de armas y drogas en espacio Imperial.” Agregó mientras la galaxia se enteraba de eso, ya que estaba en todos los canales de la República. “Su Inteligencia no sabe investigar apropiadamente a sus senadores.”
“Cierra la boca, sith.” Dijo con seriedad Aola mientras daba un paso hacia adelante. “Todo lo que dices es falso, conozco a Urahara hace años.”
Ihsahan lanzó un holo al piso para que una imagen del senador en su vieja vida apareciera. Este estaba en una mesa de una taberna, rodeado de créditos y mujeres. La cara de Aola se deformó con rabia.
“Parece que es cierto…” Dijo asombrada Shakka. “Ya no sé en quien confiar…” Agregó mientras miraba a Ihsahan. “No tiene presencia como decían…”
“Eso parece.” Dijo con seriedad Aola. “Shakka, no podemos fallarle a nuestros amigos. Hemos estado entrenando para esto todos estos años.”
Las twi’leks eran mucho más rápidas y poderosas de lo que recordaba, pero sus ataques no tuvieron efecto en él, ya que bloqueó todo sin muchos problemas. Estas jedis, a diferencia de las que había enfrentado antes, estaban listas para matarlo. Tocaron su armadura un par de veces en lugares donde él quería. Su Ataru estaba en un gran nivel y tuvo que pelear como hace mucho que no hacía. Se separaron por un golpe telequinético que dispersó la poca neblina que quedaba. Aola tenía los ojos fijos en él mientras que Shakka estaba estudiando los alrededores. Lanzó un speeder hacia él, que se compactó sin que moviera un músculo a sus espaldas mientras su máscara golpeaba la cara de su maestra. Aola escupió sangre hacia un lado para mirarlo con desdén.
“¿Qué pasa, jedi?” Preguntó con severidad Ihsahan. “¿Por qué están jugando?”
“¡Tú eres el que está jugando!” Gritó ofuscada Aola. “¿Cómo rayos puedes ser tan poderoso? Estamos peleando con todo nuestro poder y ni siquiera puedo sentir tu presencia.”
“Están demasiado acostumbradas a pelear con enemigos más débiles que ustedes, jedis.” Dijo con seriedad Ihsahan mientras se quitaba la máscara con mucho cuidado.
Aola dio tres pasos hacia atrás con su boca abierta mientras que Shakka no podía creer lo que sus ojos veían.
“Solo el conflicto puede mejorarlas, por eso hacen esto, con intenciones de mejorar con la experiencia de la batalla.” Terminó mientras sentía la mira de Artrisa en su nuca.
Aola tardó unos momentos en recuperarse y lo único que pudo hacer fue gritar.
“¡SHIN!” Gritó con todas sus fuerzas.
“Shin…” Dijo apenada Shakka. “¿Cómo puedes ser Ihsahan?”
“Lo he sido desde que me abandonaron en el Imperio.” Dijo con seriedad el sith.
Aola estaba apretando su mandíbula de lo enojada que estaba.
“Yo sabía que no deberíamos haberte entrenado, Shin. Sabía que ibas a ser nuestra caída, el peor de nosotros.” Dijo enojada la maestra.
“Maestra…” Dijo apenada Shakka.
“No sabes qué hacer con esa ira, jedi.” Dijo con seriedad Ihsahan.
“Cierra la boca, sith.” Dijo ofuscada Aola mientras cambiaba su postura. “Shakka, voy a encargarme de este monstruo.”
“Maestra, no puedes pelear en este estado. Debes encontrar tu centro…” Dijo con cuidado Shakka.
El estilo de Aola cambió a Juyo y, a diferencia de los que había visto antes, podía notar la maestría en él. La twi’lek saltó directamente a atacarlo. Sus ataques eran precisos y mortales, pero nada que no pudiera manejar. Intercambiaron una docena de golpes en un segundo para ser separados por una patada en el pecho de la maestra, que rodó en el suelo para recuperarse con un salto.
“Maestra, Shin no está esforzándose.” Dijo con seriedad Shakka mientras cerraba los ojos para centrarse.
“Ese es su problema…” Dijo con seriedad Aola.
“Eres una de las pocas que puede manejar ese estilo dentro de la Orden, jedi. Mis felicitaciones.” Dijo con seriedad Ihsahan.
Ihsahan había descubierto un par de cosas sobre él en estos años que habían pasado, una de ellas es que le gustaba pelear. Había descubierto el famoso sabor de la batalla culpa de las absurdas órdenes de la Emperatriz que lo obligaban a llamar la máxima atención posible. Ahora no podía detenerse de pelear al mismo nivel que sus rivales para probar su pulida técnica.
“Ese es el famoso Ataru Imperial.” Dijo con seriedad Shakka. “Es muy distinto al estilo que solía tener.”
“Perdió su conexión con la Fuerza, padawan.” Dijo con severidad Aola. “¡NUNCA QUISE TENER RAZÓN!” Gritó directo hacia la cara de imperturbable sith.
Ihsahan notó los problemas del Juyo en ella, quería copiar lo que él alguna vez había hecho, usarlo sin emociones. Eso era un problema, ya que una jedi como ella no sabía qué hacer con lo que estaba sintiendo en ese momento. Lamentablemente ya no iba a obtener nada de ellas, así que era hora de terminar la pelea. La mira de su tiradora seguía en su nuca. Ihsahan saltó directamente hacia ella para lanzar un amplio ataque con su rojizo sable que las twi’leks esquivaron con facilidad. Seguido barrió todo lo que había frente a él con su mano izquierda para dieran una vuelta en el aire y lanzarse al ataque. Aola apareció para salvar a su alumna e intercambiar unos cuantos golpes con Ihsahan. El sith bloqueó todo lo que la jedi intentó hacer, terminando con una patada en su costado. Shakka lanzó una tormenta de tierra a sus alrededores para cegarlo en vano, ya que el sith no necesitaba sus ojos para pelear. Aola salió de una sombra para recibir un puñetazo en la cara mientras Shakka bloqueaba su sable con los suyos. El directo estilo de Aola no era suficiente para pelear con él. Ihsahan escapó de la tormenta de tierra para barrer todo con sus telequinesis, descubriendo el siguiente ataque de sus enemigas. Cada una venía de un lado distinto, pero se detuvieron en seco cuando sintieron lo que se avecinaba. Ihsahan había liberado el dolor que sentía para aturdirlas con el terror que infundía, preparando su nuevo ataque. El relámpago cayó entre ellas para pulverizar lo que tocó, incendiando sus túnicas y dejando un humeante cráter entre ellas. Las jedis perdieron sus elegantes ropajes con el fuego de sus relámpagos. Aola y Shakka parecían estar midiendo la distancia que había entre ellos mientras miraban los afilados ojos rojos del sith. Ihsahan se puso su máscara mientras escuchaba de sus espías que tenía una nave yendo hacia él.
“Esperaba más de ti, Aola.” Dijo desganado Ihsahan mientras levantaba la mano.
Ante la aterrada mirada de las jedis, la nave de tropas que estaba siendo sigilosa terminó siendo una esfera de sangre, metal y vidrio que cayó entre ellos.
“¿Por qué regalas las vidas de tus aliados?” Preguntó para que Aola saltara llena de rabia hacia él.
La jedi había hecho el ataque más violento posible, en Korriban siempre lo llamaban el Salto del Emperador, ya que él podía usarlo en cualquier circunstancia con su legendaria inmortalidad, pero en realidad era una técnica que uno nunca debería usar contra un sith como él. Ihsahan solo tuvo que mover a la jedi en el aire para rematarla al levantar su sable. Shakka estaba frente a él sin decir una palabra cuando el cadáver de Aola cayó detrás de él.
“¿Cómo terminaste así, Shin? Eras uno de los nuestros.” Dijo de repente la twi’lek.
“Me dieron la misma oportunidad que ustedes, con una mera diferencia.” Dijo Ihsahan mientras caminaba hacia ella. “Nunca me han mentido con su falsa camaradería.”
“No era falsa…” Dijo Shakka mientras perdía todo el falso valor que tenía, retrocediendo lentamente hacia atrás.
“¿Dónde estaban cuando me torturaron en Korriban?” Preguntó en voz alta Ihsahan. “¿Dónde estaban cuando me colgaron para desangrarme en el Valle de los Oscuros?”
Shakka sabía que sus preguntas eran válidas.
“¡ME OLVIDARON EN UNA SEMANA!” Gritó Ihsahan mientras seguía caminando hacia ella. “Desperté una semana después en Korriban esperando que me salvaran…” Agregó un poco más tranquilo.
A veces el dolor era más profundo de lo que podía controlar.
“Y ya me habían olvidado.” Terminó con sus brillantes ojos rojos.
Shakka tenía sus manos heladas, la presencia de su viejo amigo era mucho más fría de lo que Alara había dicho. Lamentablemente no iba a poder hacer nada más que confiar su destino a la Fuerza. La jedi juntó el poco valor que había en su corazón para atacar al monstruo que solía ser su amigo.