—¡Bella! ¡Bella!
Los gritos que hace mi hermano pequeño inundan toda nuestra habitación. Hay momentos en los que me resulta muy moleto de que a cada rato me llame; estoy realmente cansada de ser la hermana mayor.
—¿Qué sucede? — pregunto en tono aburrido. Los hermosos ojos azules de mi hermano observan mi rostro, expectante —¿Qué pasa, Nat?
—¡Mida lo que acabo de haced! — me pide ansioso. Él sabe que no puedo negarlo nada cuando usa ese tono aniñado, me hace recordar esos momentos en los que tenía solo dos añitos e intentaba hablar.
—Está bien — me levanto con una leve sonrisa en él rostro, sin embargo, es borrada al instante en que un grito desgarrador inunda toda la casa.
—¿Qué... Qué fue eso? — Nat pregunta, sus ojos cristalizandose.
Quiero decirle que todo está bien, que mamá y papá están a salvo, que no tiene nada de qué temer, pero solo le estaría mintiendo, porque sé que ninguno de ellos van a estar bien.
—Quedate aquí, ¿ok? Y no bajes, escondete detrás de la puerta.
Él solo consigue asentir y hace lo que le pedí.
Una enorme tristeza me embarga por completo. Es por lo que estoy a punto de ver, por lo que va a pasar, porque siempre sucede todas las noches cuando cierro los ojos.
—Te amo mucho, no tienes idea de cuánto te amo. Gracias por haber estado conmigo siempre, a pesar de que te dijera que te odiaba, o que no te soportaba, ahora lo único que quiero es que estés a mi lado.
Las palabras que nunca le dije a mi hermano se quedan atoradas en mi garganta; las palabras que, aunque se las dijera ahora, no tendrían ningún sentido para él, pero que pronto los tendrá para mí.
—Te quiedo, hedmana mayod — me dice el dulce niño que se esconde detrás de una puerta, porque tiene tanto miedo que hace que le tiemblen las piernas.
—Yo te quiero más.
Quise decirlo, de verdad quise hacerlo... Pero no pude. ¿Tan difícil era para mí decir esas palabras que contienen tanto significado? Tal vez sí... Tal vez no lo amaba por completo, tal vez por eso no pude cambiar lo que le hicieron, tal vez...
Solo asiento y me dirijo a la puerta.
Llego a las escaleras y comienzo a bajar uno por uno los escalones, las tablas sueltan un sonido achirriante, cosa que no ayuda con mi intento de pasar desapercibida. Puedo escuchar unos pequeños quejidos que provienen del piso de abajo, cada vez me voy acercando más, hasta que llego al último escalón.
—Basta, basta, por favor — escucho las súplicas de mi madre.
—No debiste escapar, princesita. Querias conocer al mundo real, pues te lo presento.
—¡¡AHHHHHHHHHH!!
El grito de mi madre me obliga a moverme hasta donde se encuentra, y lo que veo me deja en blanco.
Ella está acostada en la esquina de la estancia, su cabello rojo se pega a su cuello y su frente debido al sudor, unas gotas de sangre recorren todo su rostro y sus piernas. Unos hombres se siernen sobre ella, uno de ellos le levanta el vestido, lo que hace que mamá grite más fuerte. Los tipos se ríen a carcajadas y la vuelven a hacer gritar, en lo único que puedo pensar es en que no puedo dejar que le hagan más daño.
-¡Alto! Dejen en paz a mi mamá -digo fuerte y alto, mi madre junto con los hombres se vulven hacia mí.
Uno de ellos me repasa con la mirada, una sonrisa se forma en su fea cara, cosa que hace que se me revuelva el estomago. Mamá me mira con cara de espanto, todo el color en su rostro se ha ido, dejando solo terror y tristeza.
—¡BELLATOR! ¡VETE DE AQUÍ YA!—dice mamá jadeando, su pecho sube y baja rápidamente. La miro desconcertada, se supone que la vine a salvar, ¿por qué tiene miedo?— llevate a tu hermano lejos, muy lejos, porfavor vete.
—Creo que eso no será posible, cuando veo algo que me gusta no lo dejo escapar-
dice uno de los hombres, sus ojos brillan cuando los posa en mí.
-¡NOOOOO! ¡MI NIÑA NO! -conozco esa voz, no es la de mi madre, es la de papá.
Volteo mi rostro en dirección del sonido, sin embargo, es un error, porque al
momento de hacerlo, mi padre cae inerte en el suelo, un rastro de sangre se forma de
bajo de su cabeza, haciendo que empape toda la madera. Un tipo se encuentra
detrás de él con un cuchillo, está bañado en un liquido color rojo. La persona que
cayó en el suelo no se mueve, parece que no puede respirar, como si estuviera muer...
Unos brazos me rodean la cintura y me levantan, justo como lo hacia mi papá, pero
ésta vez es más brusca y me hace mucho daño.
—¡Sueltala! ¡no le hagas daño, porfavor! Te lo suplico, hazme todo lo que quieras,
pero dejala ir.
-Lo siento, princesita, pero parece que ya no puedes mandar aquí.
-¡¡¡NOOOOOO!!!
Intento soltarme, pero él hombre me agarra con demasiada fuerza, trato de darle
patadas, sin embargo, creo que no le molestan en lo absoluto. El tipo empieza a
caminar escaleras arriba, en dirección de los aposentos.
-Dejame ir.
-No puedo, lindura.
-No me llames así.
-Oh, en un par de minutos te llamaré de mil formas diferentes, no te preocupes.
Llegamos a la habitación que comparto con mi hermano, él se esconde ahí, tal vez
pueda distraer al hombre y Nat pueda escapar.
Él tipo me tira encima de mi cama, intento levantarme, pero él se deposita encima de
mí, quiero alejarlo, sin embargo, es demasiado fuerte.
Él empieza a desabrochar mi vestido, pero no llega muy lejos porque algo golpea en
su cabeza. Es Nate. Le pegó con un jarrón de vidrio en donde poníamos las flores que
papá le regalaba a mamá.
Él hombre no parece inmutarse del golpe, ya que, se levanta lentamente de la cama
y, se va en dirección de Nate. Distracción. Busco algo alrededor de la cama y
encuentro una aguja de coser, mamá y yo siempre las usamos, de seguro la dejó
aquí.
Al momento de darme la vuelta y querer enterrarle esto en alguna parte del cuerpo
del sujeto, me dentengo abruptamente. Él tipo está detrás de Nate, sus manos
alrededor de su cuello; mi hermano me mira directo a los ojos, lágrimas saliendo de
los mismos.
-Te am...
Cruck.
Él cae en el suelo, sus ojos blanqueandose en el camino, el sonido parece llenar la
habitación, como si todo se detuviera un segundo. Mi hermanito no se mueve, él parece no respirar.