Tramir es perfección envuelta en ruina.
Un dios sin misericordia.
Un rey forjado en el fuego de la guerra y la sangre de los que murieron suplicando clemencia. No hay compasión en su voz, ni redención en su mirada. Su mundo está limpio, ordenado, bajo control… hasta que ella llega.
Una Moscar.
Un error.
Una aberración en su reino impecable.
Para Tramir, ella no es más que una plaga, una presencia indeseable que corrompe todo lo que toca. Un parásito enviado a manchar su trono. Y él, que lo tiene todo, lo hará todo… para aplastarla.
No porque la tema.
Sino porque la odia.
Porque existe.
Porque respira.
Y porque, en algún rincón maldito de su imperio, esa luz malformada que ella representa amenaza con desafiarlo.
Ella no vino a cambiarlo.
Solo intenta no desaparecer.
Pero en el mundo de Tramir, la resistencia se paga con dolor.
Y si la voluntad de ella no se quiebra pronto… él mismo se encargará de destruirla pedazo a pedazo.