Tranquility

Capítulo 4: Las cartas

Al otro día, el 5 de abril, volví al Departamento de Policía y tanto Gustavo como Pedro estaban decepcionados porque no había surgido ninguna novedad acerca del caso de Micaela Iglesias.

—Hemos buscado hasta debajo de la nada —declaró Gustavo— parece al crimen perfecto.

Ese mismo día el Jefe del Departamento de Policía hizo público el caso durante una rueda de prensa pero no se mencionó el fragmento de mi novela. Los periodistas presentes se hicieron sentir con preguntas que nadie del cuerpo policíaco podía contestar. Una vez finalizada la rueda de prensa los programas de radio, los distintos periódicos y los noticieros de la televisión comenzaron a hablar del caso y empezaron a cuestionar la eficacia de la policía durante una investigación.

Por otro lado yo seguía con mi labor habitual y durante el apogeo del caso de Micaela Iglesias muchos de compañeros comenzaron a escribir sobre eso y como conocían mi relación con el caso empezaron a realizarme varias preguntas acerca de ello. Supe, por medio de Julián, que el Ministerio de Educación había suspendido las clases por un día e honor a Micaela Iglesias. La comunidad realizó varias manifestaciones y en una iglesia de la localidad se celebró una misa donde todos los feligreses oraron por el alma de la maestra asesinada.

El lamentable suceso conmovió mucho a Las Llanuras pero al cabo de un mes, el 2 de Mayo, el caso seguía abierto y nadie hablaba de ello. Los medios de comunicación ya no decían nada al respecto y habían dejado de pedir justicia. La joven maestra, con un futuro brillante y una vida por delante, fue dejada en el olvido junto con su trágica partida de este mundo. Desde el 2 de abril, día en que Gustavo me mostró el caso, yo tenía muchas interrogantes en mi mente y mucho por decir sobre ello pero nunca hallé el momento indicado. Aproveché que el tema no era mencionado en ninguna parte y publiqué un artículo bajo el seudónimo de José Oramas. Las fuerzas que rigen el universo hicieron que el mismo día que yo publiqué mi artículo un grupo de jóvenes salieran a protestar a favor de los ideales comunistas y a la vez fomentarlos. La protesta, que contó con un aproximado de 500 jóvenes de los cuales la mayoría eran estudiantes universitarios, terminó con el saldo de 114 heridos y 258 detenidos cuando los agentes de la policía intervinieron. Estoy seguro de que un máximo de 5 personas fueron las que leyeron mi artículo sobre el caso de Micaela Iglesias.

***

A las 11:38 de la mañana del 11 de Mayo Julián me informa que Rafael me mandó a decir que vaya a su oficina lo más rápido posible. No me resulta extraño que el director del periódico solicitara mi presencia porque además de seguir mis trabajos literarios de cerca también me pide un informe sobre las noticias publicadas durante el mes y como no me pidió el informe correspondiente al mes de Abril me puedo imaginar que es eso sobre que hablaremos. Cuando entro a su oficina él me está esperando de pie y no me recibe con la habitual cortesía y energía que suele hacerlo, en cambio, su expresión seria y si yo fuera una persona paranoica diría que su rostro está pálido. Tomo asiento sin dejar de verlo.

— ¿Qué sucede?

Rafael me mira con su rostro totalmente inexpresivo y la confusión se agiganta en mí ser.

—Ha llegado una carta para ti pero tiene un remitente extraño.

Me pasa el sobre que contiene la carta, lo tomo y leo lo escrito en el:

De: Micaela Iglesias

Para: Diego Vega

Sentía que mi corazón latía con rapidez y miré a Rafael pero éste tenía su mirada fija en una bandera de España que él tenía en su oficina. Abrí el sobre lo más rápido que pude y comencé a leer:

“Hola. Es más que lógico que Micaela Iglesias no fue quien escribió esta carta pero de alguna forma tuve que llamar la atención. Debo admitir que esperaba más del Departamento de Policía de Las Llanuras pero resultaron ser una bola de ineptos que no supieron averiguar nada sobre la muerte de Micaela. De saber que actuarían de una forma tan estúpida hubiera planificado el escenario perfecto para que el homicidio de Micaela pareciese un suicidio pero como no quiero que esto acabe tan pronto seguiré dándoles trabajo.

Esta no es la única carta que he escrito, hay más cartas regadas y pronto comenzarán a llegar. Espero que les sirva de algo. Hasta la próxima, Diego Vega.”

Ver mi nombre en la carta me demostró que el asesino tenía algún tipo de obsesión conmigo. Salí sin despedirme de Rafael y bajé las escaleras en cuestión de segundos. Tomé un taxi y me dirigí al Departamento de Policía. Gustavo tenía que enterarse.

***

Le dije a la recepcionista que necesitaba ver con urgencia a Gustavo pero ella, que me conocía muy bien y sabía la relación profesional que yo sostenía con él, me dejó pasar sin poner ningún pretexto. Cuando estuve dentro del área de los agentes pude contemplar el caos que allí había. Los policías no paraban de recibir llamadas y tomar notar mientras que otros tomaban su placa y su arma de reglamento para ir al poner el orden en alguna parte. Sin que nadie me lo dijera supe que toda aquella atmósfera tenía que ver con las cartas que el asesino dijo que estaban regabas por toda la localidad. A varios agentes que pasaron por delante de mi les pregunté por Gustavo y Pedro pero nadie supo decir nada. Luego de 15 minutos observando todo ese ajetreo Gustavo apareció acompañado de Pedro.
 




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