El 16 de Mayo apareció el cuerpo de la joven Isabel Gallardo. El Jefe del Departamento de Policía había pensado que ganó terreno al iniciar un fuerte patrullaje hace cinco días en los lugares donde era más frecuente la presencia de niños quienes eran seres totalmente indefensos pero olvidó que no solamente ellos ocupaban esa categoría.
La joven fue encontrada en el apartamento donde vivía con varias puñaladas en los costados de su cuerpo. En este caso no se encontró ningún fragmento de alguna novela mía pero sí se encontró una cita bíblica; Mateo 5:6 “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados.” Todos en el Departamento de Policía tenían el fuerte deseo de encontrar el autor de los crímenes para acabar con todo aquello pero sabían que el hecho de no colocar el fragmento de alguna novela podía cambiar el curso de la investigación y en lugar de un asesino podrían estar lidiando con dos pero solamente uno de ellos fue el autor de las cartas, es decir, el asesino de Micaela Iglesias.
En la autopsia se reveló que sus pulmones habían colapsado y resultó ser que ella estaba embarazada. Lo último provocó que toda la ciudadanía se indignara y desde Madrid fue enviado un agente especial. Leonardo Lugo es un agente del Departamento de Policía de Madrid quien trabaja en Investigaciones Especiales. El Jefe del Departamento de Policía de Las Llanuras se lo presentó a Gustavo, Pedro y a mí, ya él estaba al tanto de mi falso trabajo periodístico, y dijo que empezará a trabajar con ellos en la investigación de los asesinatos de Micaela Iglesias e Isabel Gallardo. Gustavo lo puso al tanto de todo y aunque pensé que Leonardo no sería de su agradado si lo fue.
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El 17 de Mayo Leonardo solicitó que le permitieran hablar con la familia de la difunta Isabel Gallardo porque los cuatro fuimos hasta la casa de los padres de ella. El Sr. y la Sra. Gallardo dijeron que su hija era muy independiente y liberal y que la idea de mudarse a un apartamento fue suya. La empezaron describir como una joven muy inteligente y de ideales muy diferentes la juventud de estos tiempos.
— ¿Algún enemigo? —Preguntó Gustavo.
—No, ninguno —dijo la Sra. Gallardo— como dije tenía unos ideales muy distintos a los demás pero era respetada e incluso admirada.
Leonardo tomó la palabra y Pedro iba tomaba apuntes como siempre.
—Con respecto a lo del embarazo, ¿estaban ustedes enterados de aquello?
—Sí —contestó el Sr. Gallardo— pero dijo que no sabía quien era su padre.
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—Bien —dijo Leonardo — ¿qué hay de común en los dos asesinatos?
Gustavo dijo que lo único común era que había un secreto.
—Tal vez —dije— el asesino se cree un dios.
— ¿Un dios? —Preguntó extrañado Gustavo.
Leonardo entendió lo que dije y apoyo mi teoría diciendo que en los dos casos había un grado de inmoralidad. Los seres humanos, decía él, están sometidos a que lo normal y lo que se apega a la moralidad es que una mujer tenga relaciones con un hombre y que una mujer embarazada sepa quien es el padre de la criatura y que a la vez éste se haga responsable de ella. En el primer caso tenemos a una mujer que es lesbiana y en el segundo una joven que no tiene ni idea de quien la dejó embarazada, lo cual es un signo de que se acostaba con muchos hombres.
— ¿Estás diciendo que este asesino somete a los que de alguna forma u otra se burlan de lo moral? —Preguntó Gustavo sentado frente a su escritorio mientras jugaba con un lápiz entre sus dedos.
—No sólo eso —respondió Leonardo sentándose en el escritorio y acercándose a Gustavo — él quiere justicia.
— ¿Por qué dice usted que quiere justicia? —Preguntó Pedro sentado.
Leonardo se puso de pie y dio unos pasos en círculo.
—Lo digo porque en ambos casos él aplica “justicia” o al menos eso cree y debemos pensar como él. Quién quiere o desea justicia primero la aplica. —Expresó Leandro.
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El 20 de Mayo un prostíbulo ardió en cenizas a la medianoche, murieron 3 personas a causa del humo que inhalaron y una prostituta no fue encontrada. En un callejón que se conecta donde se hallaba el prostíbulo fue encontrado un galón con unas cuantas gotas de gasolina por lo que Gustavo y Leandro dedujeron que fue provocado. Un sobreviviente al incendio que trabajaba allí sirviendo tragos afirmó que Violeta Lucía, la prostituta desaparecida, abordó un vehículo minutos antes de que el incendio iniciara. Al escuchar se inició una búsqueda para hallar el paradero de la mujer ya que se creía que ella era la autora del incendio.
Todas las sospechas contra Violeta se vinieron abajo cuando, en la Plaza Los Guardianes, fue hallado un cuadro enmarcado con una oreja humana y debajo de la misma escrito el nombre “Violeta Lucía”.
—Acércate Diego. —Me dice Gustavo mientras se aleja del grupo de policías que están alrededor del cuadro.