Bestia sin sentimientos.
Terminaba de planchar la ropa mientras cantaba por lo general los sábados aprovecho el tiempo para descansar en casa y debo especificar que en mi descanso esta incluido hacer con calma mis obligaciones de la casa, lo dejo reluciendo y perfectamente ordenado. Acababa de terminar con todo lo que tenía que hacer cuando mi teléfono suena al mirar el identificador de llamadas veo el nombre de una de mis compañeras del trabajo.
Al responder me encuentro con su angustiada voz, y cuenta que su madre había sufrido un infarto no tenía a quién pedirle el favor de cuidar su hijo de siete años suplicó que fuese inmediatamente a su casa para ayudarla con el niño, no encontré razones para negarme aunque sabía que esto me traería problemas con Samuel y eso era un riesgo que estaba dispuesta asumir con tal de hacer lo que creía correcto, casi a carreras salí en busca de un taxi y en menos de media hora ya había llegado.
— No imaginas como te agradezco este favor jamás lo olvidaré. —Dice con una voz temblorosa mientras me abraza asustada no pude evitar sentir mucha pena por su situación estaba sola con su madre y su hijo, cuando pasan cosas como estas no tiene a quién acudir para pedirle ayuda.
Nunca había venido a su casa ni siquiera hemos quedado a tomarnos un café; primero por que siempre le he dado escusas cada vez que me ha invitado lo cual es normal con una pareja como Samuel no es fácil tener muchas amistades, aunque esto no siempre fue así en el comienzo cuando él era menos posesivo si que tuve amistades pero con el tiempo se ha encargado de ahuyentar a casi todos de mi lado. Sin contar lo mucho que ahora me cuesta interactuar con la gente he terminado por acostumbrarme a ser independiente y a llenar ese hueco con otras cosas como la lectura y las telenovelas.
Nos despedimos de ella, Matías y yo miramos por la ventana como se va subido en su coche muy angustiada. El niño parece ser un poco tímido y no me extraña apenas me ha visto unas cuantas veces en la oficina además con todo lo que esta pasando con su abuela no debe ser fácil para él.
— ¿Necesitas algo? — Le miro con dulzura tratando de parecer lo más familiar posible y así evitar que se sienta incomodo y por ende sentirse más triste.
— No, sólo quiero seguir pintando. —Dice señalando la mesa del comedor en el que tiene lápices, acuarelas y algunas láminas ya pintadas. Sus ojos tan expresivos me llegan hasta las entrañas notaba su tristeza en ellos estaba preocupado aunque se hacia el valiente para esconderlo. Con una suave sonrisa y moviendo la cabeza le concedí el permiso que pedía de inmediato se sentó en su silla continuando dándole color con la acuarela a un camión de bomberos que anterior me había dibujado con lápiz.
— ¿Puedo pintar yo también? —Levanta la mirada del papel para sacar dentro de un sobre una lámina con el dibujo de una mariposa y me la entrega.
-Si quieres puedes pintar este!- Le sonrío y empiezo a colorear con los lápices pasando la siguiente media hora en silencio pintando hasta que se levanta de la mesa y enciende la tele para poner sus programas de dibujos.
Justo cuando le iba preguntar si había terminado para recoger la mesa, vuelve conmigo para comenzar a recoger sin que se lo haya pedido, observo en silencio mientras lo hace. Recoge lo suyo y cuando faltan los lápices con los que estaba pintando yo la lámina vuelve a mirarme con sus grandes ojos negros.
— ¿Has terminado?¿Las puedo guardar? —Muevo la cabeza para indicarle un sí, al finalizar lo deja todo ordenado y dirige de nuevo al sofá para ver sus dibujos.
Me quedo pensativa extrañada de lo responsable que es siendo tan pequeñito ni siquiera Samuel que es un adulto hecho y derecho se acuerda de recoger un vaso después de tomar agua, bueno en su caso él siempre me deja la tarea porque según dice es mi obligación atender esos detalles de la casa ya que él pasa más tiempo en el trabajo.
Me voy con él al sofá y juntos vemos la televisión solo hablamos para hacer comentarios sobre cosas puntuales de los capítulos de la serie animada que estamos viendo, poco a poco lo siento más en confianza conmigo tanto que a tenido ganas de enseñarme los cromos que tiene sobre los personajes de la serie. Ahora me doy cuenta de que me gusta pasar el rato con niños cosa que nunca me había planteado y mucho menos la posibilidad real de tener uno, pero quizás eso le daría algún sentido a mi vida.
— Recibo un mensaje por parte de Karol, la madre de Matías. Me cuenta que aún sigue esperando respuestas por parte del médico también me avisa que antes de que yo llegase ya había echo el almuerzo.
Serví en dos platos los macarrones a la boloñesa y les esparcí mozzarella por encima, mientra comíamos en el comedor Matías habla sobre sus aficiones y gustos más particulares, también le confesé mi amor por los juegos de mesa lo cual le dio una idea a los dos minutos me sorprendió con el monopoly. Al terminar de comer recogímos rápido con el fin de dejarlo todo ordenado antes de pasar el resto de la tarde jugando, será un niño de siete años y todo lo que quieras pero no le falta astucia para tratar de engañarme.
Llevamos horas jugando y me di cuenta de que mi teléfono no había sonado desde que le mande un mensaje a Karol para contarle que todo iba bien. Miro el reloj que hay sobre la mesita ya eran las siete y media busco mi móvil, al intentar encenderlo descubro que estaba sin batería saco el cargador del bolso y entretanto cargaba Matías me ayudaba hacer la cena.
Tras haber cenado volvimos a sentarnos a ver la televisión, ya eran casi las nueve cuando lo ayudé a bañarse y acostarse. Como no le interesaban los cuentos nos pusimos hablar sobre trivialidades hasta que le venció el sueño, yo seguía contándole cosas que había leído sobre la inteligencia artificial hasta que me di cuenta de que me tarea de adormilo ya había concluido.
Regresé al salón a buscar mi teléfono al instante mi corazón late con desesperación cuando veo que tenia más de quince llamadas perdidas de Samuel y treinta mensajes de texto. Suspiro nerviosa sé muy bien lo que me espera, ésta era la primera vez desde que nos mudamos aquí que paso tantas horas en la calle sin habérselo dicho con mucha antelación. Preferí no avisar esta ves pues era capaz de venir y sacarme de aquí arrastras dejando al niño sólo, en definitiva no le gusta que haga nada sin consultarle porque tiende a pensar mal de mis intenciones.