¿¡Que si me lo puedo creer!?
Voces lejanas que cada vez parecen más cercana se filtraban en mis oídos demás de un pitido repetido y constante. Ese olor me resultaba un tanto familiar, comienzo a mover con suavidad mi cuerpo para sentir que aun puedo usarlo y al instante un fuerte dolor en la cabeza y en cada rincón de mi figura me invade presto solté unos quejidos y al llevarme la mano a la cabeza tuve conciencia de que una vez más estoy echa un despojo por culpa de ese bastardo. Intento abrir los ojos cuando una cegadora luz me obliga a cerrarlos lo volví a intentar de nuevo pero esta vez tapando mi frente con la mano, así evito la luz que penetraba en mis ojos.
—Espera, ahora lo quito. —Dice una voz femenina al que puedo oír como deja algo en la mesa contiguo y aparta la luz facilitando que pueda ver sin incomodidades, por fin descubro que estoy en la habitación de un hospital tal como sospechaba el caso es que no recuerdo como llegue aquí pero no es la primera vez que despierto en éste lugar en los últimos dos años recuerdo haber estado aquí tres veces.
— Intenta no moverte mucho te podrías hacer más daño. ¿Recuerdas lo que te pasó? — Me habla una mujer de unos treinta años su voz es dulce ahora que puedo verla mejor parece agradable. Esa pregunta que me hace es el tema de debate que llevo conmigo misma y lo cierto es que podría decirle que sí pero tendría que contarle lo que pasó y soy demasiada cobarde hasta para pedir ayuda, me daría mucha vergüenza que lo sepan, además, sé que habrán graves consecuencias para mí si acuso a Samuel, él no me lo perdonaría.
— No. —Respondo fingiendo desconcierto, bajo la mirada para evitar que pueda leer en mis ojos la mentira que le acabo de soltar.
— Bueno tranquila, tu novio llamó a emergencia porque dice que te caíste de las escaleras cuando ibas a visitar a una amiga. ¿Recuerdas algo de eso? —¡Maldito mentiroso! Trataba de huir cuando salí al pasillo, Samuel me alcanzó y bueno en uno de sus empujones perdí el equilibrio tropecé y acabé rodando entre los escalones sólo puedo recordar hasta ahí.
— Sí, me caí en las escaleras. —Respondí suplicando que no siga con el interrogatorio porque ya me quería morir de una vez para dejar de sentir esta angustia que vive en mi pecho desaparezca, voy gozando del intenso dolor que tengo en todo el cuerpo en cada esquina siento molestia y no puedo evitar soltar quejidos.
— ¿Recuerdas el motivo de tu caída?
— Tropecé… sin más. —Respondí con rapidez y con un tono que dejaba claro que no quería más preguntas de ese tipo.
— Vale, en un rato vendrá el doctor Suárez y te explicaremos todo lo que tienes. —Dice mientras revisa el suero y la maquina causante del molesto pitido, hubo unos minutos de silencio hasta que entró el doctor casi no le pude ver bien la cara por que inmediatamente la enfermera se puso delante de él y comenzaron a hablar en voz baja, de lo cual pude escuchar algunos fragmentos en los que ella le cuenta sobre lo de las aceleras y que afirmo haberme tropezado.
Juntos se acercan a mi y mientras ella continua revisando la máquina él se pone frente a mi, tiene unos ojos marrones oscuros y muestra una actitud de cercanía conmigo.
-¿Cómo te sientes Isabella? Soy el doctor Suárez tu traumatólogo.
— Bueno... Siento que me duele todo. —Su rostro se vuelve ligeramente más serio a diferencia de antes presiento que tiene algo importante que quiere decirme.
— Imagino que así es, verás Isabella, ésta caída que has sufrido a traído secuelas de los cuales tres costillas están afectadas, unas contusiones leves pero que deben ser vigiladas... y un disloca miento en el hombro que hemos tenido que volver a colocar. — Se pausa quedando en silencio mientras mira el papel que tiene en la mano puedo notar que sólo lo observa para ganar tiempo y quizás encontrar las palabras exactas para decirme algo que ha dejado en espera.
— Después de revisarte nos hemos percatado de que tienes varios moratones en el brazo, abdomen, espalda y en la cara. Además de los cortes algunos rasguños artificiales más debido a la caída. Isabella, le he echado un vistazo a tu historial clínico y veo que no es la primera vez que vienes hubo otras dos veces con una diferencia de seis meses previos a esta. —Siento mucha pena de que se hayan dado cuenta dudo mucho que se puedan creer mis historias las que Samuel y yo nos inventamos cada vez que vengo.
— En ésta ocasión la consecuencia más grave; ha sido un aborto. Isabella, perdiste tu bebé. —Antes de haberlo escuchado tenia los ojos mirando a mis manos de la vergüenza pero las levante sintiendo como se derramaban mis lágrimas. La impresión que siento me deja anonada por unos instantes pero, ¿De qué bebé me habla? yo no estaba esperando ningún bebe.
— No, no, no, usted se equivoca yo no estaba esperando ningún bebé así que tiene que ser un error. Por favor revisa que sea un error. —Me mira con lástima lo que me lleva a pensar que quizás es verdad lo que esta diciendo, no obstante, no me lo puedo creer no podría perdonarme saber que perdí mi bebé por no tener las agallas de defenderlo de las agresiones de Samuel por mi inmensa cobardía. Esto me terminaría de destrozar el corazón.