Tras el rastro del maestro

Prólogo

Prólogo

 

En cada tierra existe un misterio. Sea ciudad o sea pueblo. Sea Buenos Aires, Montevideo, Río de Janeiro, Puerto Príncipe, París o Lisboa. La tierra lusitana que tiene su propio río de vida como el Nilo en Egipto. Y en ella (tierra de nieblas y cultura) era la búsqueda del hombre a quien muchos poetas y escritores llamaron maestro. Aquel que en una época no muy distante escribía por las noches en su eterna soledad para marcar el rumbo de su historia. Siempre me pareció interesante su mística y es por esa razón por la que tomé la decisión de dar un poco de ficción a la realidad, pintándola de maravillosa. Lisboa tiene sus calles cruzadas de manera irregular. Cada avenida lleva al Tajo, el río más conocido de esta y en cada sitio un bar, un café donde llevar a cabo la búsqueda, y es que pienso que los cafés y bares, como afirmaban y frecuentaban muchos escritores como Eduardo Galeano, Jorge L. Borges o Ernest Hemingway, son los sitios elegidos para que surja ese realismo mágico, lo surreal, lo fantástico o lo real maravilloso. ¿Y qué magia? Los diálogos. La palabra y sus sonidos. En ella nacen los misterios, las leyendas. Las narraciones a viva voz, de algún orate lleno de razón humana que quiere contar su realidad fantástica. En cada palabra se llama la atención a un efecto que puede ser una broma de cierto relato, una crónica, biografías de seres de la vida real que disputan el poder atizando el brasero de cada país. Sucesos que acontecen para que dos personajes se mimeticen en una sola razón: ese mito de Fernando Pessoa, el poeta científico de sus personajes a los cuales les dio vida en Lisboa. Todos nosotros somos vida de algo místico que nos hizo llegar al mundo para cumplir un objetivo. Y solos o no adquirimos la capacidad de conversar y de hallar respuestas a esa, nuestra curiosidad, y al mismo tiempo creamos nuestra vida. Este, nuestro diario, hemos de contar y en él otros personajes vinculados a la fábula aparecen para dar más intriga. Una amplia gama de sortilegios que se dan a conocer. Entre ellos el amor y la amistad son la moneda corriente. No podemos vivir en un mundo sin estos dos sentimientos que son propios del ser humano. El amor es el impulso y la amistad el accesorio que forma parte de un equipaje de nuestro personaje que llega a una tierra que no conoce en lo más mínimo y de a poco la siente tan parecida a su madre que atrás quedó.

Lisboa es así de prodigiosa y a la vez se ve corrompida por las llamadas dictaduras desde la llegada de Antonio Salazar al poder, como Francisco Franco en España. Toda una península ibérica bajo un control que restringía la libertad.

Y nuevamente nuestro personaje siente identidad de su tierra con músicas de tango y fado. Al final las culturas no difieren tanto. Solo las personas se separan en espacio diferentes, tiempos insólitos de nacimiento, y lenguas, y estamos ahí para vincularnos, y unirnos.

El maestro, en su rastro, es la búsqueda de las respuestas. Ellas en definitiva son respuestas internas que uno se hace por sí mismo. Y tal vez precisamos de alguien que nos las dé para abrir los sentidos al mundo y no dejar que nada aplaque a lo que debemos llegar.

Para las respuestas preferí indagar mucho en la historia, porque como digo siempre es el fiel documento de nuestro presente y será quien nos indique el futuro. Como vemos en ella, los errores son repetitivos hasta el punto de que el hombre no es otra cosa que un lobo hobbiano falto de razón y estos menesteres son claves para entender por qué estamos en determinadas situaciones. El maestro cuenta tanto como nexo tertuliano de su búsqueda. Y habla no ya por sí mismo, sino por otros en este periplo por sus heterónimos. Se tocarán tantos temas que harán perder al lector, pero todo desemboca en los caminos ya mencionados, en el amor y la amistad, y todo por la llamada indagación de aquello que nos apasiona; si no, ¿de qué sirve la vida? Y el maestro expresaba: … las cosas son la materia de mis sueños; por eso aplico una atención distraídamente concentrada sobre ciertos detalles del exterior. Para dar relieve a mis sueños necesito conocer de qué manera se nos revelan los paisajes reales y los personajes de la vida. Porque la visión del soñador no es como la visión del que ve las cosas. Es claro que la intención de soñar se logra a través de lo que vemos y de lo que nuestra mente pueda crear. Creando hacemos la historia ficticia con ánimo de ser conocida y en ella –como les mencioné– los factores de determinados sentimientos se fusionan para llegar a ser una realidad.

Diego Leandro Couselo




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