Trás la muerte

CAPITULO 11

Un rayo del nuevo día se coló por una pequeña ranura en la pared, al parecer, quien ocupó esa celda anteriormente intento escapar, pero fue interrumpido al inicio de realizar sus planes, porque solo un pequeño orificio alcanzó hacer.

Por ahí se desliza los rayos de sol por escasos minutos, solo para acariciar el rosto de Amalia que se encuentra con muchos moretones por toda su piel, un par de heridas que no dan señales de querer cicatrizar, sin su listón, descalza y su vestido rasgado.

La noche anterior intento escapar de aquel hombre, en su carrera terminó por perder uno de sus zapatos, al intentar ocultarse en medio de los demás espíritus, estos, en la estampida que llevaban terminaron por dejarla en el suelo casi sin aire, cuando quiso ponerse en pie, alguien tiro de su cabello y le propinó un fuerte golpe en el estómago. La oscuridad la invadió, hasta que la luz recorrió dulcemente su piel, pudo recobrar el conocimiento.

El aire la faltaba, sentía que sobre su cuerpo de encontraba una gran roca, su corazón estaba por estallar, la sensación le pareció familiar, como el día que ingresó a este reino, pero ahora era peor, se preguntó: - ¿si muero, que pasará? mi espíritu quizá no sufra mayor consecuencia, porque pertenece a este lugar, pero ¿mi cuerpo? ¿Quién les dirá a mis padres que no volveré?

De pronto se escucha un murmullo acercarse. Amalia no tenía fuerzas para pelear, su cuerpo no respondía, y su cabeza resonó la posibilidad de ser despellejada para sacar la parte de llave que ella portaba. Ahora el miedo la acompañaba en aquella soledad.

Cinco hombres estaban parados frente a ella, sin ninguna expresión, por más que Amalia intento descifrar sus gestos, movimientos, pero no encontró nada que le pudiera indicar cuales eran sus intenciones. Hasta que uno la miró y dijo: - parece que la presión de nuestro reino ¿te ha hecho daño, ¡pobre niña! Nosotros podemos ayudarte, si nos das el fragmento de llave que portas – el desprecio emanaba por su ser. Amalia solo cayó.

El hombre al ver que no obtiene respuesta, le ordenó a uno de los que le acompañaban que trajera una rama de muérdago, y con él enlazaron su dedo anular, rodeando todo el brazo derecho, pasando por su hombro, hasta que tocar su corazón. En el momento que la rama lo tocó, pequeñas raíces se incrustaron en su cuerpo, provocando terrible dolor, Amalia, quiso gritar, pero su lengua se había pegado al paladar y su cuerpo solo se estremecía.

Poco a poco iba disminuyendo el dolor hasta que unas pequeñas semillas blancas brotaron, su cuerpo se volvió a sentir liviano y su corazón tomó su ritmo habitual. De sus labios se escapó un suspiro de alivio, lo que provocó la sonrisa perversa en aquel hombre.

Volvió a preguntas: - ¿me dará el fragmento de la llave? – en el rostro de Amalia, sus cejas ligeramente se levantan, el ceño se tensa y sus labios se despegan, al recordar que aquel alivio propiciado no venía con buenas intenciones, el miedo se vuelve hacer presente. Intento escapar, pero una fría pared tocó su espalda.

Aquel hombre dijo: -no agotes mi paciencia, si no me la entregas a las buenas, la tomaremos a nuestra manera – aquellas palabras produjeron escalofríos y comenzó a sudar helado, su lengua bailó dentro de su boca antes de decir: - yo yo yo, no sé cómo – una carcajada ensordeció sus oídos. Aquel ser replicó: -¡tú lo has querido! Oh mi pequeña niña, no sabes cuánto nos vamos a divertir. – escupió veneno en cada una de sus palabras, las piernas de Amalia se debilitaron y volvió a quedar pegada al suelo.

El hombre les hizo señas a sus compañeros, estos, en un silencio fúnebre se ha cercaron a Amalia tomaron sus brazos, cuando iban a tomar sus piernas, Amalia comenzó a forcejear, intentando liberarse de su agarre. Pero uno de ellos la tomó por los hombres y la tiró contra el piso, el golpe en la cabeza la dejó inconsciente por unos escasos segundos, que luego lamento.

Al intentar moverse su cuerpo sintió que pesaba, algo sobre él lo está presionando, en busca de respuesta abre los ojos, los cuales chocan con otra mirada grisácea clara. Intenta moverse, pero con una mano la tiene sujeta de los brazos. Los ojos de aquel hombre brillan con deseo, poco a poco sus su frente su acerca a la de Amalia, ella intenta esquivar su rostro, pero siente como una mano toma de su barbilla impidiendo que se mueva.

El cuerpo de Amalia comienza a experimentar cambios de temperatura frio, caliente; se congela, ahora es una hoguera su interior, mientras el hombre sobre ella traspasando su piel, hasta sentir una angustia terrible, su espíritu se siente prisionero, un grito sale de su garganta, duele tanto el sentir corriente eléctricas correr sin control por todo el cuerpo, algo dentro de ella rompe cada célula de su ser. Rayos estallan en su interior.

Intenta calmarse, pero el dolor que está siendo infringido dentro de ella, es desesperante, asfixiante, quiere vomitar lo que sea que se haya emitido en su interior, pero algo estruja su garganta. Su mirada comienza a perderse y queda vacía, hasta que aquella voz vuelve a aparecer gritando: -¡reacciona!

El cuerpo de Amalia comienza arder en calor, mientras sus ojos se vuelven más oscuros, los cierra para intentar calmarse, al abrirlos un gris oscuro baña a la niña de sus ojos y algo dentro de ella comienza a salir, hasta ser expulso por completo aquel hombre. Solo logra escuchar como el hombre frustrado comienza a proferir maldiciones, antes de caer desmayada.




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