Trás la muerte

CAPITULO 30

La sorpresa que se llevo fue inmensa, ¿es esto real? ¿Cómo he logrado llegar hasta aquí? Se preguntaba, Tánatos por su parte la contemplaba con dulzura y cierta compasión, Amalia al notar esa mescla de emociones en la mirada de ese hombre la descolocó, algo no andaba bien. -tal vez se burla, porque parezco loca o le da lástima mi condición actual- se observó y se vio sucia y desordenada, parte de sus prendas habían sido rasgadas. Amalia solo suspiró. No deseaba preocuparse por nada, pero le daba pena estar en esas fachas delante de alguien tan guapo.

Intentó cubrir con sus manos la parte de piel blanca que se dejaba ver entre medio de los agujeros de su ropa, pero sus manos no lograban cubrirlos todos. Se avergonzó y desvió su mirada. Tánatos se dirigió hacia un espíritu y le indicó algo que Amalia no comprendió, luego él se dirigió hacia ella y le dijo: - puedes limpiarte en el estanque si lo deseas, yo volveré en otro momento – luego se alejó. Amalia se quedó pensativa deseaba asearse, pero le daba pena que todos la vieran, pero recordó las frases del árbol y dijo: - no creo que aquí les importe verme con poca ropa, aunque tampoco creo que les importe verme sucia, ¿Cómo me siento mejor? – luego de hacerse esta pregunta se acercó hasta el estanque para limpiarse.

El agua era refrescante, animaba su espíritu, se sentía renovada y con mucha energía, al ver hacia la orilla, se encontró con unas prendas colocadas a un lado. Ella se acercó y se vistió. Era un hermoso vestido color perla con adornos dorados brillaban como pequeños rayos de sol, un encantador escote en la espalda, parecía una diosa, miró su reflejo en el espejo de la luna y se encontró bella, sus ojos se habían vuelto al color de la luna, un plateado que emanaba calma y misterio a la vez.

Se dio la vuelta y se encontró con unos ojos que decían y ocultaban todo a la vez. Ahí estaba Tánatos con una mirada serena, sonrió y la invitó a sentarse en la grama. Amalia solo se dejó llevar, muchas preguntas rondaban su cabeza, pero ninguna se atrevía a salir, algo le indicaba que guardara silencio.

Amalia lo observó algo en él era atractivo, pero a la vez atemorizante, sus labios se despegaron para preguntar: ¿Qué clase de espíritu es Tánatos? – él sonrió, y dijo: - soy el encargado de medir los tiempos de todos y hacer que se cumpla su principio y su fin, tú seguramente me debes conocer con el nombre de “la muerte” – él la observó a esperas de su reacción, Amalia se quedó perpleja, en medio de un tartamudeo dijo: ¿la la mu uer te? – Tánatos soltó una carcajada y dijo: - tranquila aun no es tu hora – en la cabeza de Amalia sobrevino una lluvia de preguntas y solo atinó a decir: -entonces ¿Por qué estoy aquí? - y en medio de un susurro dijo: - no esperaba que la muerte fuera un ser tan atractivo-. Tánatos sonrió.

-La muerte tiene formas diferentes dependiendo de quien la mire, en cuanto a tu pregunta, esperaremos a tus hermanos para responderla-. En ese momento Amalia recordó que se había alejado a sus hermanos, se preguntó ¿cómo estarían o si se preocuparían por ella? no lo creo, pensó. El guardián de los tiempos le indicó que lo acompañara a acercarse al estanque, ella lo siguió.

Con la barra de hierro tocó el espejo de luna y este comenzó a proyectar una imagen mientras las ondas de agua se dispersaban. Observó cómo Emma y Marco la buscaban por todos lados y llamándola casi a gritos, por momentos se peleaban entre ellos por el descuido que habían cometido. Logró ver los sentimientos y pensamientos de cada uno. La hizo llorar al ver que sentían todo lo contrario a lo que ella había creído.

Tánatos dijo: -enviaré a alguien que les avise que te encuentras aquí, y que se den prisa- Amalia solo asintió con la cabeza, esperaba poder encontrarse con sus hermanos, aunque en este reino no lo eran, para su corazón siempre lo serian.

La imagen se borró y la curiosidad de Amalia estalló – ¿desde aquí puedes ver a todos? ¿Por qué cuando me metí al estanque no vi nada? ¿a quienes ves te pueden ver? – él respondió: - solo puedes sentir que te observan, pero no ves a nadie – Amalia sintió escalofríos al recordar las tantas veces que se sintió así. ¿siempre me estuvo observando? Pensó. Tánatos respondió: - es mi deber cuidar de la llave.

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Hola 

Estoy muy feliz que estés leyendo mi historia. Te agradezco por darme la oportunidad de entretenerte con mis locuras. La historia está llegando casi a su final y me gustaría que me comentaras ¿Qué te ha parecido? ¿tienes alguna crítica constructiva que hacerme para mejorar? Estaré realmente feliz si me dejas tu opinión en los comentarios, eso me ayudará en mi crecimiento personal.




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