NOTA: Este capitulo en su mayoría se desarrollará atreves de mensajes, Habrá que hacer honor al titulo no? jajaja
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Justo cuando ambos terminamos de comer, escuchamos que alguien comienza a llamar a Jean con cierta demanda, suspiro con pesadez al reconocer esa vocecilla chillona. Me la estaba pasando tan bien que olvide quien más vivía aquí, y porque no quería venir en primer lugar.
—¡Jean! ¿Dónde estás? —se escucha la voz de Amelí — ¡Se que estas en casa Bicolorito! ¡Ya responde! —
Levanto una ceja ante el sobrenombre tan peculiar. Jean suspira y cierra los ojos mientras yo intento contener la risa. ¿Bicolorito? Tendré que averiguar la razón de eso, tal vez pueda usarlo a mi favor.
— En la cocina — responde finalmente Jean ante los fastidiosos gritos de su hermana.
Amelí entra con una sonrisa, la cual desaparece en cuestión de microsegundos cuando me ve. Su rostro se llena de desagrado al igual que la mía. Podre estar en su casa, pero no soy invitada suya así que no pienso fingir que no la odio.
—¿Qué hace aquí la manchitas? —pregunta con descontento.
Jean frunce el ceño, evidentemente molesto por el insulto hacia mí.
—Amelí, no empieces —le advierte Jean, mirándola con seriedad.
Amelí rueda los ojos y se cruza de brazos.
— Lo siento, no puedo evitarlo. — Me sorprendo al ver que se disculpa, de mala gana, pero lo hace — ¿Qué estás haciendo aquí, de todos modos? — pregunta, cambiando bruscamente de tema.
—Estoy aquí por el proyecto de integración. No es como si quisiera verte o algo así —respondo fríamente.
— De todas las personas, tenias que ser tu. Mi hermanito tiene mala suerte — dice, con una falsa sonrisa.
—Amelí, ya basta — vuelve a interferir Jean.
— Esta bien, esta bien. Lo siento — la miro incrédula — ¿Qué me ves? — pregunta yendo por un vaso de agua.
— Te disculpaste, eso me sorprende, y me asusta también —
— No lo hago por ti cuatro…— se detiene a medio insulto al ver la mirada reprobatoria de Jean — No lo hago por ti, Julieth. Lo hago por mi hermano —
Sin mas ella sale de la cocina algo molesta, y yo sorprendida. No creí que fueran unidos.
— Así que tu mandas — digo intentado disipar la incomodidad.
Jean suspira y recoge los platos. — Se que Amelí es difícil de tratar, pero no es mala persona. Si te das cuenta ni siquiera es capaz de usar malas palabras; solo finge ser ruda, se protege —
Me levanto con intención de ayudarle a lavar los platos. El entiende mi intención y se hace a un lado para darme espacio.
—¿Protegerse de quién? ¿de mi? — pregunto con ironía. Jean deja los vasos y me mira con intención.
— Si, de ti — confirma para después volver a su labor.
Lo que, mirando, esperando que me explique eso, pero el no lo hace. Termina de lavar y coloca las cosas en su lugar. No lave más que una cuchar.
— ¿Qué quiere decir con eso? ¿Por qué se sentiría amenazada? —
— Ya dije mucho, y mi hermana esta en la casa. No quiero que se enoje conmigo por romper su confianza. Así que no preguntes —
Me quedo en silencio, sintiendo que me quedo con más preguntas que respuestas. Quiero saber porque dijo eso, aunque seria imprudente seguir preguntando. Justo cuando Jean sugiere ver una película, mi teléfono celular comienza a sonar. Me sobresalto al ver la hora en la pantalla, apenas dándome cuenta de lo tarde que es.
—¡Maldición! —murmuro entre dientes mientras rechazo la llamada de mi madre.
— ¿Pasa algo? —pregunta con curiosidad.
—Nada, solo que perdí la noción del tiempo. Mi madre me va a matar. — explico rápidamente. — Lo siento, pero me tengo que ir —
Jean asiente comprensivo.
—Voy por tus cosas, espérame aquí — dice saliendo a paso presuroso de la cocina.
Me quedo unos minutos esperando que regrese, lo cual en realidad no es mucho, pues el aparece rápido con mi mochila y bajando las escaleras rápidamente.
—Gracias —agradezco tomando mis cosas.
— No te preocupes. Te acompaño hasta la puerta. ¿Necesitas un taxi o algo así? —
—No, es necesario. Mi casa está bastante cerca. Gracias por la cena, Jean. Quedamos luego para seguir con el proyecto —le digo mientras me dirijo hacia la puerta.
Antes de que pueda salir, Jean detiene la puerta con su mano, y por primera vez desde que lo conozco, lo veo nervioso.
— Puedo… — duda por un momento — ¿Puedo tener tu número? Por lo del proyecto, tendremos que estar en contacto seguido y no quiero estarte buscando por todo el campus, será muy tedioso y si un día no puede ir alguno de nosotros, bueno no sabremos que hacer o como contactarnos. — comienza a explicarse rápidamente, lo que inevitablemente me causa ternura. —Si no quiere no, igual puedo mandarle mensaje a Manuel, aunque tal vez se moleste si lo usamos para recados, ya sabes como es. Bueno, en fin, lo quiero decir es…—
—Anota —lo interrumpo en medio de su discurso.
— ¿Qué? — pregunta confundido.
— Que anotes, te voy a dar mi número, pero con una condición. Que no escribas tanto como hablas, o saturaras mi buzón —
Jean sonríe ampliamente y saca su teléfono, preparado para anotar mi número.
—Gracias —dice, aliviado, mientras agrega mi número a sus contactos.
Nos despedimos con una sonrisa y un gesto de la mano. Al llegar a casa, mi madre me espera molesta en sala, me disculpo por la tardanza, prometiendo estar más atenta la próxima vez y no pasa de un regaño.
Antes de dormir reviso mis mensajes y sonrió con uno en especial:
Caballo de Troya:
Te extraño, supongo que has estado ocupada estos días.
Siento si algo encimoso, pero eres alguien importante para mí.