Tras la perdida de tu memoria

Capítulo 4

Al ver la enorme casa a la que acababan de llegar, Paula intentó escapar, pero fue atrapada por uno de los hombres de su hermano y cargada como si fuese un saco de papas. Suspiró viendo cómo las puertas al mundo 'exterior' se cerraban apenas habían entrado al lugar.

El día claro, el verde de la naturaleza, el aire fresco y el aroma de las flores quedaron todos tras el otro lado de la puerta, para entrar a un mundo más oscuro, más frío, rígido y con tantas normas que a veces no sabía si tenía permiso para respirar o no.

Hubiese querido no volver a vivir así.

—Padre, ya estamos de regreso —dijo Diego inclinando la cabeza hacia el escritorio que se encontraba junto a unos enormes ventanales del despacho del jefe principal de la familia.

La silla, en donde su progenitor se encuentra sentado, que les da la espalda, se mantuvo así. Y el hijo menor siguió con su cabeza inclinada, esperando una respuesta de su padre. Paula, en tanto, fue bajada por el hombre que la cargaba, y se arregló la ropa mirando de reojo aquel sillón, que desde niña le provocaba pesadillas.

—Paula. —La voz del hombre mayor al decir su nombre la hizo sentir un escalofrío corriendo por toda su espina dorsal.

—Padre —respondió enderezándose, casi sin respirar, sabiendo lo que vendría.

No hubo palabras. Tragó saliva mirando de reojo a su hermano, Diego aún sigue en la misma posición con el ceño arrugado.

—¿Tienes alguna excusa ante tu falta? —la voz gruesa y amenazante del hombre volvió a escucharse.

Paula tragó saliva e intentó sonreír.

—Es complicado; si quiere puedo contarle toda la historia y...

—No lo hagas —la interrumpió Diego, molesto. No necesita escuchar de nuevo esa historia. Luego se dirigió al hombre que sigue sentado dándoles la espalda—. Padre, disculpe la interrupción. No quiero que la tonta de Paula lo agobie con su tonta historia. Ella falló en su misión, y no solo eso, se casó con su víctima, Alexander Valdivia, y después, cuando este la echó de su casa, se puso a trabajar en una cafetería y...

—Estoy al tanto —la voz del padre, que suena más severo que de un principio, lo hizo callar.

No hubo más palabras. Ambos hermanos se miraron, hasta que Diego, molesto, le hizo un desprecio a su hermana mayor. Paula se sorprendió para luego sonreír, pensando que sigue siendo el mismo mocoso de siempre.

En eso el padre giró su asiento hacia ellos, provocando que sus dos hijos de inmediato inclinaran sus cabezas aún más, no solo por respeto, sino ante el temor de esa mirada penetrante y severa que desde pequeños los hace temblar.

El hombre mantuvo su intimidante mirada en su hija mayor.

¿Por qué es tan cabeza de florero como su madre? Su esposa solía andar revoloteando por la vida como si viviera en un mundo distinto en donde nada le perturbaba su paz. La amaba más que la vida misma, tal vez por lo mismo. Pero no puede permitir que su hija mayor, una Rodríguez, viva de esa forma, sino terminará igual que su adorada esposa.

—Un Rodríguez, casado con un Valdivia, has ofendido a tus antepasados de la peor forma, deberías ajusticiarte para mantener el honor de la familia —habló el padre manteniendo su fría mirada en su hija.

Paula no levanta la cabeza, solo espera su castigo, cualquier cosa menos lo que su padre acaba de decir, eso no. Aún es muy joven para morir.

—Te quedarás en 'la habitación de castigo' hasta que entiendas cuál es tu lugar en la familia y respetes el honor de tu apellido —señaló su padre con dureza.

La mujer, sin levantar la cabeza, pestañeó confundida.

—¿Habitación de castigo? ¿Qué es eso? —le susurró a su hermano.

—Cállate, no hables aún —murmuró Diego, molesto.

No demoró mucho en ser conducida al lugar; salieron hacia el jardín trasero de la casa, cruzaron el invernadero y finalmente se detuvieron en la entrada del segundo jardín de árboles altos y gruesos. En ese lugar vio una pequeña casita. Adentro, en el primer piso, hay una mesa y una silla de madera, una cocina al fondo junto a una pequeña nevera. Arriba, hay un nivel superior al que se llega usando una pequeña escalera, en ese lugar solo hay un colchón forrado en plástico. Hay polvo en cada rincón, hojas secas desparramadas. Paula abrió una puerta encontrándose con un pequeño cuarto de baño que luce muy limpio comparado con el resto de la casa.

—Oye —dijo sacudiendo la silla con la manga de su ropa antes de sentarse—, ¿y esto no recuerdo que estaba antes aquí?

—No me digas 'oye' llámame por mi nombre —masculló molesto—; yo mandé a construir este lugar para cuando volvieras a casa.

¿Qué esperaba acaso? ¿Que al volver a su casa le devolverían su enorme y lujosa habitación? Claro que no, merece sufrir para que aprenda a no hacer otra tontería, como casarse con cualquiera otra vez.

Paula se colocó de pie abrazándolo con fuerzas.

—¿En serio, hermano? ¡Muchas gracias! Me encanta, está muy bonita, siempre he soñado con vivir en una 'tiny house' —señaló con evidente alegría.

Diego se quedó boquiabierto sin reaccionar ante la felicidad de su hermana. Esto no tenía que ser así. Según sus planes, ella debería haberse tirado al piso de rodillas y llorando por ser obligada a dormir aquí, que preferiría morir que vivir así. Es una mujer acostumbrada al lujo, ¿o no?

Apretó los dientes. '¿Qué clase de vida le dio ese infame a su hermana para que se sienta feliz y conforme con tan poco?'

—¡¿No estás viendo que no tienes nada acá?! —señaló al interior de la sucia casa—. Tu cama es un simple colchón al que ni siquiera le hemos quitado el plástico, no tienes sofá, solo una mesa y una silla, no hay alfombra en el piso, ni aire acondicionado ni calefacción. Ni siquiera recibirás comida, debes todo hacerlo tú misma...

—No hay problema —dijo la mujer sonriendo con tranquilidad, revisando que tanto el pequeño refrigerador como la cocina cuentan con bastante despensa recién colocada—. Simplemente, cocinaré mis alimentos, hago unos huevos fritos espectaculares, ¿quieres quedarte y probarlos?




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