Tras la perdida de tu memoria

Capítulo 6

—No puedo encontrarlo, señor —exclamó el conductor preocupado volviendo al auto.

Víctor tensó su mirada. Alexander no debería estar muy lejos. Se supone que en este camino que no hay nada, no debería haberse podido fugar. Apretó los dientes, se confió demasiado. Su primo siempre ha sido un experto en huir de sus responsabilidades desde que era joven.

Era un rebelde, un matón, que cuestionaba la autoridad de su padre, pero era muy bueno para cerrar tratos y crear proyectos que a la larga trajeron muchos beneficios a la empresa de la familia. Pero el problema, además de su actitud opositoria, era su vida desordenada. Salía con una u otra mujer. Si alguien se ponía en su camino, le daba una paliza hasta mandarlo al hospital en estado grave.

Sin embargo, todo eso acabó cuando anunció que se casaría con una simple muchacha de origen humilde. No explicó más detalles, ni siquiera la presentó a su familia. Y cuando su padre se opuso, cortó todo lazo con él sin dudarlo. Formó su propia empresa y se alejó de todas las polémicas. Una mujer desconocida, salida de la nada, fue lo único que hizo que ese despreciable primo suyo al fin se comportara.

'Tal vez haberla forzado a divorciarse y sacarla de la casa ha sido la peor decisión de mi tío. Fuera yo, la hubiera utilizado para manipular a Alexander, ya que tarde o temprano recuperará la memoria' pensó arrugando el ceño.

—Señor Mendoza, ¿qué hacemos? —preguntó el chófer sacándolo de sus pensamientos.

—Volvamos al hotel —le respondió.

Se encargará de llamar a su cita y decirle que no podrán ir, porque tuvieron un desperfecto con su vehículo.

De todas formas, Alexander no es un tipo que pasa desapercibido. Es alto, más que el promedio. De cabellos claros y mirada intimidante. Piel tostada y ojos verdes. Y su carácter explosivo llama la atención en el lugar que sea. De seguro pronto tendrá noticias de él.

**********************

—¡Suéltame, maldito hijo de tu madre! ¡Cuando me suelte de estas amarras los haré papillas a todos ustedes! ¡Los mandaré al mismo infierno! ¡Los haré tragarse sus propias entrañas!

Diego tensó su mirada. Alexander no ha dejado de gritar ni amenazar desde que se despertó. Lo tienen atado a un grueso pilar, y en vez de mostrar miedo, parece estar a punto de explotar de ira.

¿De verdad que su hermanita con sesos de agua pudo vivir tres años al lado de un hombre así? No se imagina que una mujer con un carácter tan afable y tonto haya podido salir viva al estar al lado de un hombre con ese poco control.

—Ya cállate, excuñado, cuando mi hermana venga y me dé su lugar como heredera, te dejaré libre —señaló con gesto cansado sentado sobre unos cajones.

A diferencia de sus hombres, que no pueden ocultar su temor ante las amenazas de Alexander, Diego permanece impasible y cansado. La verdad es que ser golpeado por un hombre como Alexander no parece ser peor que el entrenamiento de su propio padre, que más de una vez lo dejó hospitalizado.

—¿Tu hermana? —Alexander alzó una ceja deteniendo su mirada en el rostro de Diego.

Intenta imaginar una versión femenina de ese hombre, pero cuando lo hizo sintió un escalofrío. ¡Qué mujer más fea creó su mente! Aunque limitada de imaginación, esa mujer era la cara de Diego con peluca.

—¿Diego? —la voz de una mujer los hizo a ambos callar.

Y como si Alexander estuviera soñando la imagen de una mujer que, iluminada por el sol, apareció en frente a ambos, lo hizo tragar saliva. En su vida había visto una mujer con un aura tan angelical y pura que lo dejara sin aliento. Es como si una de las princesas de los cuentos que su madre solía contarle se hubiera salido del libro.

—¿Por qué te demoraste tanto? —la interrumpió Diego, molesto; ha tenido que soportar por horas al idiota de Alexander con sus gritos y amenazas.

—Me puse a hornearles galletas a todos —respondió Paula con una enorme sonrisa en su rostro y, sin decir más, se puso a repartirlas entre los subordinados de su hermano.

Diego no puede creerlo. Llama a su hermana a decirle que tiene a su ex secuestrado, que si se demora mucho, lo trozará en pedacitos. Ella le suplica que no le haga nada, que correrá a salvarlo llevando el documento de sucesión. Pero, ¿se pone a hornear? ¿Acaso es más tonta de lo que pensaba?

—¡Déjate de tonterías! —exclamó jalandola del brazo con brusquedad—. ¿Trajiste el documento?

En verdad, no puede dejar que alguien como Paula sea la sucesora de su padre. Soltó un suspiro. Ojalá hubiera tenido un hermano mayor más inteligente. Pero acepta la idea de tener que cuidarla toda la vida, y no dejar que vuelva a caer en manos de alguien tan violento como Alexander Valdivia.

—¿Trajiste el documento? —le preguntó tomándola ahora de ambos hombros.

Paula lo miró con cara de póker, antes de sonreír con torpeza. Solo ver esto ya lo hizo entender su respuesta. Entrecerró los ojos a punto de estallar.

—Si hago eso, papá me castigará más; no sabes lo difícil que fue huir a la vigilancia, ¿recuerdas que no debo salir de casa y...?

—Pero no se supone que vienes aquí a salvar a tu ex. ¿Y vienes con las manos vacías? ¡¿Cuándo será el día que dejes de ser tan tonta?! —reclamó sacudiéndola; que no entiende que tomar el liderazgo de la familia incluso es para protegerla a ella.

—¿Por qué la tratas de tonta? —preguntó Alexander con el ceño arrugado. Luego con su cabeza le indicó a Diego que mirara detrás de él—. Yo creo que el tonto es otro.

Dijo esto último sonriendo con ironía. Diego, al escucharlo, tuvo un mal presentimiento. Soltó a Paula para mirar atrás. Y vio a todos sus hombres tirados en el suelo, con la galleta en la mano a medio comer.

¿Acaso su hermana...?

—Tú... —se giró hacia Paula sin creerlo—. ¿Acabas de envenenar a mis hombres?

Pero no pudo obtener respuesta. Apenas se volcó hacia su hermana, esta le lanzó spray al rostro. Retrocedió confundido y mareado hasta caer al piso inconsciente. La mujer con calma guardó la lata del spray en su canasto y luego lo dejó en el piso, sacando una daga de su interior, con la cual se acercó a Alexander sin expresión alguna que revelara sus intenciones.




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