Tras la perdida de tu memoria

Capítulo 9

Diego bufó con fastidio caminando con una bandeja de comida por el pasillo de su casa. Ahora sí que su hermana se ha metido en un lío enorme. No solo desapareció por años, se casó a escondidas con nada más ni nada menos que el hijo de los Valdivia. Para ahora quedar embarazada y negarse a deshacerse de la criatura.

¿Podría empeorar las cosas más?

—¡Oye, tonta! —dio dos golpes en la puerta de la habitación de su hermana sin recibir respuesta—. ¡Abre! Ten algo de compasión para tu hermano, tuve que arrodillarme dos horas para que padre me permitiera traerte algo de comer. Leí que las embarazadas no pueden estar sin comida, y te compré de esos panecillos empalagosos y dulces que te gustan.

Volvió a golpear sin recibir respuesta.

—¿No me escuchas? ¡Voy a entrar y si veo algo que no debería ver va a ser tu culpa! ¡Y tendrás que pagarme el trauma que me vas a dejar por eso!

Y sin más abrió la puerta de una patada. Las luces en el interior están apagadas, por lo que se acercó a prenderlas. Le bastó ver las sabanas atadas desde el respaldo hacia la ventana para saber lo que su hermana había hecho. Y casi botó la bandeja que dejó casi corriendo encima del velador.

—¡Paula! Maldita sea —apretó los dientes—. ¿Por qué perjudicas más tu situación?

Se asomó a la ventana sin poder verla, ni siquiera en los alrededores. Y corrió a avisarle a su padre que su hermana acababa de huir de casa. ¿Qué va a ser sola, embarazada y sin dinero?

Paula, en tanto, luego de bajar usando las sabanas, se escondió detrás de los arbustos, esquivó a los guardias y salió saltando sobre el muro. Es una suerte haberle prestado atención a su tutor de como entrar a una casa sin ser vista para atacar a su víctima.

Luego se alejó usando una capucha oscura simulando ser un simple transeúnte. Pidió ayuda a algunos conductores y así, al amanecer, ya estaba en la ciudad caminando por las calles y bebiendo un jugo de naranjas que acababa de comprar.

La verdad es que el dinero que pudo tomar de la casa de su padre no le durara demasiado. Se sentó en la orilla de la vereda intentando pensar que debe hacer para juntar dinero e irse a otra ciudad.

—¡Oye, niño! ¡Quítate de ahí! Estás en la entrada, el gerente general va a llegar y no queremos vagabundo ensuciando el paisaje —exclamó un hombre empujándola con el pie.

—Me tomo mi jugo y me voy —respondió con una suave sonrisa.

—¡Te estoy diciendo que debes salir ahora! —le replicó de mala forma.

—Que poco amable es usted —se quejó levantándose del piso y señalándolo con su dedo—. Yo llegué primero, no ve que soy una pobre mujer desamparada y embarazada, que lo único que quiere es tomar su jugo de naranjas. Me lo tomaré y me iré.

El hombre se quedó desconcertado, ¿acaba de decir que es una mujer embarazada? Por la enorme chaqueta que lleva encima pensó que era un muchacho. Aun así, eso no significa que va a permitir que bloquee el paso del gerente general de la compañía.

—¡Fuera de aquí! —la empujó.

Pero en el acto, Paula lo tomó de la muñeca y se giró dispuesta a darle un golpe en su rostro usando la palma de su mano. Con intenciones de calmarlo. El guardia se quedó paralizado ante la mirada asesina de la mujer sin lograr reaccionar.

—¡¿Qué está pasando aquí?! —el asistente del señor Mendoza bajó del auto que conducía deteniendo la acción de la mujer.

Si no fuera por su experiencia, está seguro de que aquella estaba a punto de darle un golpe fatal al guardia. ¿Qué clase de mujer es esa?

Paula se quedó mirándolo antes de sonreír con inocencia y soltar al hombre. Ahora con la capucha atrás no hay dudas que es una mujer.

—Solo quería beber mi jugo y ese hombre no me dejaba —respondió ante el asistente.

Aquel sin entender nada no supo que decir, en eso notó que su jefe, Víctor, acababa de descender del auto y caminaba hacia ellos.

—Olvídate de esto y entremos a la oficina y...

Cuando sus ojos se cruzaron con Paula, aquella solo le sonrió y agitó su mano en señal de saludo.

Víctor se quedó mirándola, en verdad esta mujer tiene cara de tonta. Pero, es linda, tiene una mirada que parece atraparte y no querer dejarte ir. Sus labios, de tono rosado, lucen húmedos y tentadores. Sus manos pequeñas, su cabello oscuro cayendo sobre su rostro, es tal cual su mujer ideal. Pequeña, frágil, de rostro inocente, pero mirada, atrevida y, peligrosa. Está seguro que esa posición que usó cuando intentó pegarle a uno de sus guardias no es un movimiento cualquiera.

—¿Señor? —preguntó su asistente sin poder hacerlo reaccionar, es la primera vez que lo ve actuar así. ¿Acaso le ha gustado esa desaliñada mujer?

—¿Cuál es tu nombre? —Víctor, ignorándolo, le habló a Paula.

Aquella lo miró con atención, notando la suave sonrisa del hombre. El tipo es apuesto, no pude negarlo. Se llevó la bombilla a la boca y sorbió ruidosamente su jugo antes de responderle.

—Soy Paula Rodríguez, un gusto señor —exclamó sonriendo y extendiendo su mano.

Víctor se quedó congelado.

—¿Paula Rodríguez? —repitió, incrédulo—. ¡¿Eres esa Paula Rodríguez?!

¿Acaso esta es la exesposa de su primo? Y estuvo a punto de coquetearle a la mujer de ese idiota de Alexander. Avergonzado quiso huir de la escena.

—No sé a cuál Paula Rodríguez se refiere, por lo que no sé si soy esa Paula Rodríguez o no —dijo con la mano aún levantada y al ver que no sería recibida la volvió a meter a su bolsillo. El tipo es atractivo, pero es mal educado.

—Eres la mujer de mi primo, Alexander —dijo con tono severo, cambiando su risueña expresión anterior por una fría mirada.

Paula al escuchar esto se atoró en el acto, de inmediato quiso huir y eso extrañó a Víctor.

—¡Oye! ¿A dónde vas? —dijo reteniéndola por la muñeca.

La mujer se giró dispuesta a tomarlo y lanzarlo por los aires, pero al notar la cantidad de gente que ya se ha juntado a su alrededor debe evitarlo. Su padre podría encontrarla si se dispara el rumor que una mujer, tamaño hormiga, lanza a un hombre que mide casi dos metros por los aires.




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