Antes de salir de su dormitorio, se miró algunos segundos en el espejo. Su pelo castaño, lacio, largo hasta su cintura, se encontraba desaliñado, como siempre. Aquel no fue el detalle que llamó su atención, más bien fue el reflejo verde que podía observar en el cristal en el que estaba reflejada.
Soltó una risa y burlona se dirigió al espectro.
- Danna, te estoy viendo.
- No vale, siempre me pillas.
Su amiga reprochó con voz anodina, fingiendo un enfado y dejándose ver.
- Debes ir a comer, nos están esperando.
- ¿Quién?
- Megan, dice que hay nuevo jefe.
La joven caminaba tranquilamente sobre los pasillos de aquel tétrico lugar: su hogar. Su rostro era inexpresivo, sereno; porque aunque para algunos era un horror aquel lugar, ella estuvo en él toda su vida. El aire nebuloso y el desagradable olor que había en aquel lugar eran cuotidianos para ella, al igual que las manchas de sangre que había sobre las paredes.
Aquel solía ser un lugar silencioso, o eso se suponía, aunque de vez en cuando podía oír los gritos de ayuda que algunos humanos mortales clamaban. Pero nunca había oído un llanto, hasta aquel momento.
Un niño delgaducho, débil, se encontraba en la esquina de la sala abrazando sus piernas.
- ¿ Es un... humano?- se oyó el susurro de Danna hacia Megan.
- Si.- respondió la sirvienta del hogar con voz apagada
- ¿¡Cómo coño se os ocurre traer un humano!?- soltó la joven con voz severa.
- Relájate, niña insolente.
Aquella voz gélida retumbó en la habitación, mientras una criatura amorfa se acercó a la joven intentando intimidarla.
- Yo mando y yo digo que el niño se queda aquí, ¿entendido?.
Su caracter gruñón molestó a la chica, quien tan solo resopló y se acercó al humano que se econtraba tendido sobre el suelo. Tendría unos siete años aproximadamente. Su rostro desconfiado la miró unos segundos. Sus tristes ojos, sus rizadas y largas pestañas, sus finos labios y su depresiva expresión enternecieron a la joven. Afligida, se dirigió al niño.
- Hola guapo, ¿cómo te llamas?
- Edric.
Su voz sonó quebrada, conmocionando a la chica, quien nunca habia sido capaz de sentir aquella emoción llamada empatía.
- Os dejo a cargo de él, como sufra el mínimo daño, tu cabeza- señaló a Aine- rodará sobre el suelo, ¿entendido?.- dijo firme el nuevo ''señor''.
La joven, aguantando la risa asintió con la cabeza, aquel caracter gruñón y duro del nuevo señor no la intimidaba.
Al menos ya no era el único humano del lugar, podría compartir su risueño caracter con el tímido niño.