Habían pasado apenas unas semanas. No había rastro de aquel monstruo al que llamaban ''jefe'' y el niño y la chica se habían vuelto practicamente hermanos, aunque al pequeño le costaron algunos días adaptarse. Detrás de aquel caracter miedoso y acobardado a pirmera vista, se escondía en él una faceta afable y era un niño educado.
La joven corría por los pasillos buscando al crío: jugaban al escondite. ¿Dónde estaría? Entre la suciedad del lugar no era tarea fácil encontrarlo, podría estar entre las aguas opacas, la bañera de bichos o la habitación de cadáveres.
Se asomó a la habitación del chico.
- Ed, ¿dónde estás?
Su voz cantarina sonó en la habitación. Se deslizó hasta el robusto armario abriéndolo súbitamente, con intención de gastar una pequeña broma al chiquillo, aunque lo único que encontró fue una rata muerta entre el polvo.
- Mierda.- susurró tras su intento fallido.
Se tomó unos segundos para pensar donde se podría encontrar su nuevo amigo, hasta percatarse de algo, o más bien, alguien.
Un joven estaba mirándola fijamente desde el umbral de la habitación. Sus cejas eran pobladas al igual que sus largas pestañas. Poseía unos profundos y grises ojos, una nariz agileña y unos labios gruesos y rosados.
Era lo que se podía considerar un dios griego. No gesticuló palabra alguna, tan solo la miraba fijamente con el ceño fruncido. Oh, mierda, era un humano.
Después de algunos segundos de contacto visual y silencio la chica esbozó una sonrisa y se dirigió a él.
- Hola, ¿te puedo ayuda en algo? No quiero ser gorsera pero si el señor te ve aqui probablemente enloquezca.
Al ver que no tenía respuesta de parte del sujeto decidió seguir hablando.
- ¿Estás bien? Un amigo me ha dicho que no habláis si os encontrais tristes.
El chiquillo entró abruptamente interrumpiendo la conversación y habló a la joven.
- ¿Que pasa Aine? Estabas tardando mucho en encontrarme.
- No te preocupes Ed, llama a la nana y dile que tenemos visita porfa.- respondió acariciando la cabeza del menor.
Cuando el niño se fue la muchacha insistió al hombre que ahora se encontraba apoyado en el marco de la puerta.
- ¿Quién eres? ¿No piensas hablar?. No tiene gracia, nos podemos meter en un buen lío por tu culpa.- el chaval, sereno, seguía sin responder.- ¿¡Me estas oyendo!? ¡Voy a matarte si no te vas ahora mismo de aquí!
Megan entró al lugar, Danna tras ella observaba la escena.
-¿Quieres relajarte?- habló la sirvienta.
- No puedo, sabes que si el señor- habló haciendo con sus dedos comillas ante la última palabra- se entera de esto no me va a confíar más al niño.
El desconocido alzó una ceja al oír aquella frase.
- Porfavor vete.- susurró el pequeño al sujeto, con voz quebrada - No quiero estar lejos de Aine. Vete, vete, vete.- replicó con ojos llorosos.
La joven miró la escena afligida, mientras el hombre dejaba ver una mueca de sorpresa.
El chico caminó hasta Aine con seguridad. Sus dedos se pasearon unos segundos sobre sus hombros descubiertos y, luego, tomó un mechón de su sedoso cabello que sujetó unos segundos mientras lo examinaba.
Después, se esfumó tan rápido como había llegado, dejando un humo negro en la atmósfera.