Tras la sombra de los Klat’ka 2: La heredera perdida

El final feliz a la vista de todos

En su pequeña habitación se encontraba Rose. Sentada sobre su cama, a la espera de su reunión con Incógnito.
Sentía que algo andaba mal, pero no sabía qué. Su cola expectante, se mantenía alerta.

Ya no era una prisionera, era libre. No había guardias que la custodiaran, ni cámaras qué la siguieran.
Aún así, se sentía presa.

—¿Porqué demoran tanto? preguntó para sí.

—No me gusta la situación. Dijo su cola. Mientras se movía serprenteante delante de su cara.

Una voz rompió el silencio en la habitación. Era Liraeth.
Quien con su hermoso olor a jazmin y su tranquila presencia, parecía calmar el ambiente tenso.

—Dicen que la paciencia es la mejor de las virtudes. Expresó éste, mientras se paraba al lado de Rose.

—No me gusta esperar. Murmuró Rose con un tono de molestia evidente. Mientras su cabello y ojos se tornaban ligeramente rojos.

Liraeth la miró con compasión.
Con un tono calmado le respondió

—Debes aprovechar cada instante de calma y tranquilidad. Las mareas cambian de un momento a otro, pequeña luz.
Y un alma en calma reacciona mejor que un alma atormentada.

Rose levantó la cabeza y lo vió por un momento. Sabía que tenía razón, pero no entendía porqué se le hacía tan difícil disfrutar del momento.

La puerta se abrió de imprevisto, era Chris.

—Hey Rose—le dijo de forma animada, prosiguiendo con voz más seria—Llegó el momento.
Incógnito te está esperando.

—Chris ¿puedo pedirte un favor? Preguntó Rose temerosa, bajando la cabeza.

—Claro, exclamó Chris, mientras la tomaba cariñosamente del brazo.

—¿Puedes estar conmigo en la reunión?

—Por supuesto, dijo éste muy animado.
Le encantaba que Rose lo considerara como su apoyo.

—Gracias. Susurró Rose tímidamente.
Antes de que su mente la llevara nuevamente veinte años atrás.

Estaba sola. Se habían llevado a Ashley y frente a ella, esa persona.
Incógnito.
Jamás pudo verle el rostro en veinte años. Siempre oculto tras la penumbra, siempre usando una distorsión en su voz.

Le reclamaba una deuda que ni siquiera era suya.

—¿Sabes porqué estás aquí? Preguntó Incógnito con voz cortante.

—No, dijo Rose aún más seca y cortante.

—Tu difunto esposo, Alex. Nos debía dinero. Muchísimo dinero. Deuda que aumentó cuando se escapó de este lugar.

—¿Y qué tiene que ver eso conmigo? Preguntó Rose con voz desafiante.

—Todo.
Verás, la cuestión es simple. Alex esta muerto y yo quiero mi dinero de vuelta. A menos que vivieras toda tu vida debajo de una piedra, sabes que en el mundo en que vivimos las deudas se heredan.

Rose se quedó callada. Su padre John se lo había mencionado varias veces.

—¿Qué quieres de mi? Preguntó Rose temerosa. Porque ya sabía la respuesta.

—Por tus cualidades en combate querida—. Dijo Incógnito con evidente molestia. Tragó saliva y aguantando su rabia prosiguió—Liquidaste a veinte de mis hombres en menos de cinco minutos en ese desierto.
Es impresionante, lo admito. Tomando en cuenta que acabas de dar a luz hace veinticuatro horas. No erraste un solo tiro y pudiste matar a Maskedman.
Pero no lo hiciste.
¿Puedo saber porqué?

Rose se entristeció.
Sabía que éste sujeto decía la verdad. Ella podía haber escapado con su hija y no estaría en esa situación.
Pero fué cobarde.
El miedo, el peso de la responsabiidad, el ser madre soltera y el estar sola. Hicieron que lo que ese horrible hombre le dijo sonara mejor a lo que le esperaba allá afuera sola. En el fondo de su ser, tenía unas ganas inmensas de disparar. Pero algo aún mayor la detuvo.

—Estaba apuntándole a mi bebé y yo…

Incógnito la detuvo con su risa malévola.
—Eres mucho más rápida que él.
Si hubieras querido, lo hubieras matado.

Rose calló.
Sabía que decía la verdad.

Incógnito prosiguió
—¿Quién te enseñó a disparar y a luchar cuerpo a cuerpo de esa manera?

—Mi papá, John Smith. Respondió Rose, sin rodeos.

—El gran John Smith. La leyenda de guante blanco. Interesante—murmuró Incógnito.
—Supongo que te enseño a pasar desapercibida entre la gente también. ¿Era tu padre biológico? Preguntó, continuando con una risa sarcástica. La cual inundó toda la sala.

—No, el me encontró, junto a Claire su esposa.

—Oh Claire Smith hermosa y letal. Toda una leyenda. Dijo Incógnito. Mientras se levantaba de su silla y comenzaba a caminar por la sala.

—¿Me trajo para que le cuente mi vida? Dígame ya, qué es lo que quiere de mí.

Incógnito detuvo su caminar. Y giró su cuerpo hacia donde estaba Rose. Ella no podía ver su cara, pero todo le decía que estaba furioso.

Procedió a sentarse nuevamente en su silla. Y con voz firme le respondió
—Trabajarás para mí en el mismo rol que Alex. Pagarás su deuda y la tuya.

—¿Mi deuda? Preguntó Rose confundida

—Heriste a veinte de mis hombres.
En la huida, destruiste vehículos, armas y equipamiento. Además, se te cobrará cada gasto que tengas. Tanto tú, como tu hija dentro de estas instalaciones.

—Y lo que dijo tu marioneta, ¿seguirá en pie? Preguntó Rose decidida.

Incógnito se inclinó en su silla y preguntó.
—¿Qué te prometió Maskedman?

—El dijo que a mi hija no le faltaría nada. Salud, estudios, confort. No me importaría vivir para pagar eso.

—Hecho, mantendré la palabra de Maskedman. Dijo éste de forma burlona.

—Otra cosa—murmuró Rose decidida—si hay algo que me enseñó mi papá John, que en paz descanse. Es que las cosas se dejan estipuladas por escrito.

Incógnito rió a carcajadas por un largo rato. Dejando a Rose sorprendida.

—¿Qué te hace pensar que puedes poner condiciones? Preguntó Incógnito

—Si las cosas no quedan por escrito, me iré. Y si quedaste sorprendido por cómo desactivé a tus veinte nenas vestidas de soldado.
Pues prepárate, porque salir de aquí, será algo que podrás trasmitirle a todo el mundo.




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