Rose abrió los ojos; estaba flotando, lo sentía. Al mirar debajo, se vio dormida en su cama. Comenzó a observar el lugar. Era la cabaña, pero se veía diferente. Todo tenía un color azul índigo, había ventanas y puertas que no existían cuando ella estaba despierta. Una de las ventanas se abrió y ella, temerosa, la cruzó.
Una luz la cegó y le tomó tiempo acostumbrar sus ojos a la luz. Cuando todo se calmó, volvió a verlo: Avarum y con él, la biblioteca. Este no habló ni parpadeó; solo observó.
—Hola —murmuró Rose temerosa.
Como si supiera que ya estaba lista, extendió sus alas, haciendo que de una estantería hecha de raíces blancas cerca de él, se abriera una imagen, como si de una bella flor se tratase. Cayó, extendiéndose en el suelo del lugar. En ella, Rose pudo observar una imagen. No era ella ni tampoco alguien que conocía. Se acercó, notando que no se deshacía esta vez.
La tomó. Al hacerlo, pudo vivir en primera persona lo que sucedía en ella. Eran dos personas, un hombre y una mujer. Rose, siendo el hombre, tocaba la sien de la mujer frente a ella con sus manos. Por medio de estos toques, podía transmitir sus pensamientos, sus sentimientos, junto con lo que veía, a la otra persona. Como si estuvieran conectados, como si fueran uno. Despertó.
Ashley estaba llamándola muy insistentemente.
—Mamá —gritó, de forma histérica.
—Bebé, ¿qué pasó? —preguntó Rose, levantándose con miedo, desplegando su cola instintivamente.
—Te estaba llamando y no respondías —dijo sollozando.
James entró rápidamente a la habitación.
—¡Qué sucede! Sentí gritos afuera.
Rose por su parte, solo abrazó a Ashley tiernamente tratando de calmarla.
—No sucede nada, James, solo estaba durmiendo profundamente y no escuché el llamado de mi hija.
James respiró aliviado, pero luego las observó. Ashley estaba en pijama y Rose, en ropa interior, algo que lo incomodó, saliendo rápidamente del lugar.
—Lo siento, bebé, estaba teniendo un sueño raro —susurró Rose amorosamente.
—¿Qué soñabas? —preguntó Ashley, secándose las lágrimas.
—Soñaba que era un hombre. Tocaba a una mujer frente a mí y podría traspasar mis sentimientos a ella. Lo sentíamos como si fuéramos uno solo.
—¿Y cómo lo hacías? —preguntó, sentándose en la cama.
Rose se sentó a su lado, comenzando a detallar todo.
—Ponía mis manos así —comenzó, al mismo tiempo que tocaba la sien con los dedos—. Luego pensaba en ellos o los sentía. Y sucedió. Lo extraño es que yo también podía sentir lo que la mujer sentía.
—Intentémoslo —exclamó Ashley animada.
Rose lo dudó. Solo era un sueño para ella, pero no perdía nada intentándolo. Colocó nuevamente las manos en su posición y tiernamente preguntó.
—¿Qué quieres que te muestre?
—¿Recuerdas cómo se veía mi papá?
Rose se quedó callada. ¿Cómo olvidarlo? Alex, el amor de su vida. Lo recordaba a la perfección: sus rasgos finos y delicados, sus ojos azules intensos. El cabello desalineado que a veces corría sobre su frente, mientras trabajaban en el vivero. Su voz, ligeramente grave, pero dulce a la vez, era una mezcla perfecta. A su cuerpo llegó el cómo la hacía sentir, por lo que no pudo evitar recordar su cuerpo: atlético, firme y definido. Esa cicatriz en su pecho lo hacía ver más masculino todavía y sus manos grandes. Le gustaba cuando la tocaba.
Una frase caló hondo en Rose.
—¿Mi papá está desnudo? —preguntó.
La voz de Ashley la sacó de sus recuerdos.
Recordó que aún estaba tocando a su hija, por lo que se asustó. Ambas se miraron, apenadas. Rose sin saber qué decir, solo se levantó y se fue, dejando a Ashley sola y risueña. Teniendo ahora conocimiento de los recuerdos atesorados por su mamá.
El desayuno transcurrió sin incidentes, luego Rose se aisló. Pensaba en la evidente incomodidad que le generaba lo que había compartido con su hija. Pero lo que más le robaba los pensamientos, era su sueño. ¿Quiénes eran esas personas? ¿Por qué vio y experimentó eso?
Una luz se hizo camino en su mente. Puedo hacerlo en realidad, pude transmitirle a Ashley mis pensamientos.
James, quien jugaba con Ashley y Paco a lo lejos, la observó y se acercó.
Se sentó a su lado, soltando la pregunta.
—¿Qué sucedió, que estás callada y pensativa?
Rose lo observó, atenta. ¿Cómo es que siempre sabe qué me sucede?, pensó.
—Ayer tuve un sueño. Hoy intenté hacer lo mismo que hacía en mis sueños con Ashley, pero salió mal. Y sabes, me di cuenta de dos cosas. Por un lado, puedo hacer lo mismo que en mis sueños y eso me aterra. Por otro lado, jamás tuve esa charla con mi hija.
James, sin entender nada de lo que hablaba, comenzó a organizar las cosas en su mente, preguntando.
—Espera, analicemos lo que acabas de decir. Primero, ¿qué sueño tuviste? Segundo, ¿cómo puedes hacer lo de tus sueños? Y tercero, ¿qué charla?
—Ok, primero, mi sueño. Soñé que era un hombre y tocaba a una mujer…
James la interrumpió.
—¿Qué?
—Si tocaba la sien de la chica con mis manos —murmuró ella tranquila.
James, por su parte, suspiró de alivio, había pensado otra cosa.
—Está bien, ¿y la segunda?
—Intenté practicarlo con Ashley y sin querer le mostré a su papá desnudo.
Rose se ruborizó de la vergüenza.
—Espera, ¿cómo lo haces? —murmuró James, intrigado.
—No lo sé. Solo hice lo mismo que en mis sueños.
—Entonces inténtalo conmigo —exclamó James animado.
Rose se detuvo. No estaba segura de si quería compartir sus momentos íntimos.
—No estoy muy segura. No quiero que suceda nuevamente lo mismo que sucedió con Ashley.
—OK, analicemos la situación nuevamente. ¿Qué tal si piensas en tu hijo? Ashley me comentó que puedes verlo y sentirlo, cuando tocas tu vientre. Intentemos eso. Quiero conocer al pequeño John.
Rose pensó por un momento, pero se animó.
—Está bien, hagámoslo.
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Editado: 07.07.2025