Habían pasado tres meses desde los sucesos en el hospital y Rose no se reponía. Se levantaba, cazaba, cumplía sus obligaciones en la Organización, con Maskedman al extraer leche, pero al regresar su cuerpo se apagaba. Se acostaba en la cama y no se movía, no quería comer, no quería bañarse.
Ashley entró a la habitación. Su mamá inerte no había tomado una ducha en días, por lo que con ayuda de su tío la llevaron al baño.
—No te preocupes, mamá, yo estoy aquí contigo —murmuró dulcemente, pero ella no reaccionaba.
La ayudó a desvestirse y, por primera vez, vio de primera mano por qué su mamá se negaba a que ella pisara un campo de batalla. El torso de su mamá estaba lleno de cicatrices, testigos silenciosos de sus penurias. Observaba tratando de disimular el horror y la tristeza que le generaba el ver cómo en la piel de su mamá ya no quedaba espacio para cicatrices.
Contuvo su llanto; no era el momento. Comenzó a lavar el cabello de su mamá, con ayuda de Chris.
“Es hermoso”, pensó para sí.
Su cola instintivamente se desplegó, acariciando su mejilla con dulzura.
Siempre se preguntó cómo su mamá podía ocultar su cola; ella no podía.
Su cola era de puro músculo, a diferencia de la de su mamá, que parecía ser retráctil. Observó en su espalda y lo entendió. Tenía una especie de pequeño saco, en la zona baja de su espalda, de donde su cola emergía. Pero otra cosa le llamó la atención, en la piel de su mamá, pero sobre todo, en su apéndice. Tenía ligeras marcas que, de acuerdo con la luz, brillaban de forma bonita. Sus ojos se iluminaron de sorpresa.
Luego del baño volvió a recostarse. Y en ese momento Chris la llamó aparte.
—Necesito que cuides a tu mamá por unos días mientras yo resuelvo unos problemas —susurró Chris, por lo bajo, con temor.
—Está bien, pero, ¿qué sucede? —murmuró Ashley desconcertada.
Sentía que su tío ocultaba algo.
—No puedo decírtelo ahora, pero te prometo que pronto te contaré todo —susurró dulcemente, dándole un beso en su frente.
—Está bien, ve, yo estaré con mi mamá —susurró, al mismo tiempo que veía a su tío irse.
Chris fue a su dormitorio y preparó sus cosas. Había pedido permiso a la Organización, sin decir que era para ir a Nivaria. Su hija nacería en cualquier momento y quería estar ahí.
—Tu hija nacerá pronto —susurró Liraeth, haciéndose presente.
—Lo sé —exclamó, con cierta molestia—. ¿Llegaré a tiempo? —preguntó con temor.
—Sí —susurró con una sonrisa, desapareciendo.
Tiempo después llegó a Nivaria, enterándose de que ella ya estaba en trabajo de parto. El ambiente en Nivaria era denso, pero animado, ya que recibirían a una nueva vida en el lugar. Y para ellos esa era una bendición.
Chris entró a la casa de Sofía y ella, con mucho dolor, se alegró al verlo.
La besó dulcemente y luego tomó su mano con cariño.
—Duele, Chris —exclamó Sofía, sobrepasada por el dolor.
—Lo sé —murmuró dulcemente, con sus ojos llenos de amor—. Pero aquí estoy, para ti, y para ella —su mano acarició tiernamente su barriguita.
Liraeth a lo lejos, observaba la situación con cierta preocupación.
En un lugar apartado, lejos de toda la felicidad por la nueva vida, una trampa se estaba gestando. Darian hablaba con el vocero de ARCOS.
—Llegó el momento que estábamos esperando. ¿Tienen listo el sedante? —preguntó con impaciencia.
—Sí lo tenemos, ¿pero estás seguro de que es el momento correcto? —preguntó el vocero, con cierto nerviosismo.
—Sí, todos están investigando sobre el engendro muerto y una tal toxina. Rose está muerta en vida, será fácil de someter —murmuró Darian, con desprecio absoluto.
—OK, entonces traeremos a Phantom Squad a la acción —murmuró el vocero.
—Esperen mi señal —ordenó Darian, cortando la comunicación.
—Mi momento llegó, Rose. Pronto serás un problema menos —susurró Darian con alegría, saliendo del lugar.
En la base de la Organización se llevaban a cabo estudios exhaustivos para saber qué sucedía con los sujetos híbridos Klat’ka al morir.
Michael, quien ya no pertenecía a la Organización como Alpha desde que falleció su hijo, solo estaba ahí por respuestas. Había hecho una investigación de la sangre que le fue extraída al pequeño John, pero además a la de Rose, Ashley y Chris, junto con la suya en secreto. Se reunió con Incógnito para rendir cuentas y exponer sus resultados. Un silencio se hizo en la sala al entrar.
—Informe.
—Bueno, primeramente, al analizar la sangre de los híbridos, pudimos detectar una enzima en común, la cual llamamos X38, de origen no humano. Supongo que es Klat’ka y está presente por el mestizaje —dijo Michael, con tono frío.
—Bien, pero si ya está presente en su sangre, ¿cómo es que solo se vuelve tóxico al morir? —preguntó molesto.
—Los estudios en Rose, Ashley y Chris concluyeron que el espécimen, al estar vivo, mantiene la enzima inactiva, por medio de su metabolismo. Por eso, al sangrar, no se tiene el mismo efecto tóxico.
—¿Así que ahora Rose es un espécimen para ti? —murmuró Incógnito, con ligera molestia.
Michael lo ignoró, continuando con su explicación.
—Al morir el espécimen, el metabolismo cesa, cambia el pH y la enzima se activa, solo afectando a los humanos. Esta misma enzima es la que imposibilita la transfusión de sangre entre híbridos y humanos sin morir.
—Pero John sobrevivió. ¿Cómo es eso posible? —preguntó Incógnito, intrigado.
—No lo sabemos. No sé qué hizo Rose en el momento en que transfirió su sangre a John, pero fue un éxito.
—¿Hay algo más que deba saber de la enzima 38? —preguntó Incógnito, intrigado.
—Seguimos la investigación, ya que al conocerla podremos saber cómo suprimirla o inhabilitarla, pero en términos generales es única y perfecta para promover la existencia Klat’ka. Es agresiva, atacando a todo lo que no sea familiar.
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Editado: 29.10.2025