En la Organización las cosas estaban complicadas. Los soldados resistían como podían, pero los Thek’ar eran implacables. Sumando a esto, la niebla. Hacía efectos en quienes no tenían máscaras, por lo que muchos sucumbieron rápidamente.
Su ataque fue sistemático y directo, como si ya conocieran el lugar. Arrinconaron a la ofensiva en puntos específicos, mientras los demás entraban por el objetivo.
Incógnito desde su oficina, repelía y trataba de no dejar pasar a los soldados. Pero observando las cámaras, notó algo; ellos iban directo a Ashley.
—Escúchenme todos. Quieren a Ashley, por lo que todo personal libre debe dirigirse a su habitación —ordenó Incógnito a toda la base.
Los Thek’ar, molestos por su comunicado, se acumularon en el lugar, atacándola de forma despiadada e hiriéndola de gravedad. Dejándola en el suelo, dada por muerta.
Maskedman y Chris se tensaron, pero no podían ir aunque quisieran. Delante de ellos, había decenas de Thek’ar impidiendo el paso. Lo único que podían hacer era atrincherarse y resistir. Los Alphas también escucharon la comunicación, pero algunos heridos y otros fuera de combate tampoco podían ir por ella, por lo que Ashley estaba sola. Rompieron la puerta de su habitación, desplazándose por el lugar, haciendo vibrar el suelo con cada paso.
—Sé que estás aquí —murmuró el Thek’ar en su idioma, mientras la buscaba, tomándose todo el tiempo del mundo.
Observó un mueble delante de él, lo suficientemente grande para que la jovencita se escondiera, por lo que lo abrió y la tomó por sus ropas, levantándola en el aire.
—La tengo —informó por el comunicador.
Ashley intentó soltarse, pero era imposible. Su contrincante no solo era más fuerte, sino también más grande.
—Suéltame —gritó, al mismo tiempo que un halo de energía se creaba a su alrededor y, al instante de tocar a su enemigo, la soltó.
—¿Qué? —preguntó el Thek’ar, sin entender qué había sucedido exactamente.
Se plantó delante de él, dispuesta a dar pelea, como una pequeña guerrera.
—¿En serio crees que tienes oportunidad? —preguntó el Thek’ar, lleno de soberbia.
—Yo soy Ashley Stormhald, hija de Rose Smith, y si tengo que matarte, lo haré —gritó, mientras sus ojos y cabello se tornaban de un rojo intenso.
El Thek’ar comenzó a reír, pero al intentar acercarse, fue atravesado en el pecho de forma precisa por una espada. Al caer muerto, Ashley lo vio, un Klat’ka, casi igual a Chris.
—Ven, pequeña, vamos a buscar a Chris —murmuró Kaeth.
Tomó su mano temerosa y, al tocarlo, supo que él era su abuelo, por lo que sonrió feliz. Los soldados Klat’ka que llegaron con Kaeth’Ruum se desplegaron de forma rápida y precisa, comenzando a luchar con los Thek’ar, quienes, al verse en desventaja, se retiraron derrotados.
Chris notó que no había movimientos tras la barricada que hicieron, por lo que se arriesgó a salir. Sabía que los Alphas y algunos operarios afuera posiblemente necesitarían atención médica, por lo que abrió la puerta y, al hacerlo, vio a Ashley, de la mano de su padre. Se petrificó.
Ashley corrió junto a él, abrazándolo, mientras Kaeth’Ruum ordenaba a sus hombres retirarse, yéndose del lugar.
—Tío, él me salvó —murmuró Ashley.
—Así es —susurró Chris desconcertado.
—Mamá, va a ponerse muy contenta cuando le cuente que luché con un Thek’ar —exclamó Ashley eufórica.
Chris lanzó una risa, mientras Maskedman traspasaba la barricada para abrazar a su hija.
—¿Estás bien, mi amor? —preguntó dulcemente, mientras buscaba en su hija alguna herida.
—Estoy bien. Cuando me agarraron los Thek’ar, les dije que me soltaran y lo hicieron. Luego mi abuelito me salvó —murmuró Ashley, viendo las heridas de su papá con preocupación.
—¿Abuelito? ¿Darian? —preguntó Maskedman, desconcertado.
Ashley lo miró extrañada.
—No, Kaeth’Ruum —susurró ella, por lo bajo.
Maskedman por su parte, se mantuvo callado. Parecía que esta vez fueron salvados por quienes menos esperaban.
En Nivaria las cosas tampoco estaban fáciles. Luego de varias bajas, Draelys tuvo que luchar contra varios Thek’ar. Aun en desventaja, daba bastante pelea, no dejando que se acercaran a Sofía y a Margarita.
—Has sido un digno contrincante, pero tengo prisa, así que terminaré esta pelea —exclamó el Thek’ar, antes de herirlo en la pierna, dificultando su movilidad y haciéndolo caer al suelo.
Draelys en el suelo, indefenso, solo esperó el remate. Pero cuando el Thek’ar se acercó, fue derribado por una lanza Klat’ka. Era Siranel, quien, si bien no era guerrera, estaba dispuesta a defender a su nieta.
—¿Estás bien, Draelys? —preguntó, mientras observaba a los Thek’ar reagruparse.
—Podría estar mejor —murmuró Draelys, levantándose del suelo con dificultad.
—Llévate a Sofía y a mi pequeña descendencia a tu dimensión y espera la llegada de los tuyos —murmuró, mientras más Klat’ka llegaban para cubrirlos.
Draelys obedeció, desapareciendo con Sofía y Margarita.
—Siranel, siempre eres una molestia —murmuró el alto cargo Thek’ar, quitando la lanza incrustada en su pecho.
Estaba malherido y lo sabía, pero, aun así, seguiría luchando. Ella no dijo una palabra, solo extendió sus brazos y del suelo comenzaron a salir raíces, las cuales sujetaron a varios Thek’ar, asfixiando a unos cuantos. Desesperados intentaban cortarlas, pero salían más y más grandes.
El Thek’ar fue directo hacia ella; si lograba matarla, todo se acabaría. Pero desde el cielo llegaba la caballería pesada. Kaeth’Ruum y su ejército descendían, por lo que, viéndose superados en números y poder, procedieron a su retirada, junto con los suyos, que aún vivían.
Al reunirse con su hijo, Siranel se preocupó; había habido muchas bajas de todos los bandos, lo cual la entristeció.
Sin embargo, en ellos, la única preocupación que aún rondaba en sus pensamientos era una, Rose.
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Editado: 29.10.2025