Tras la sombra de los Klat'ka 3: La marca del abismo

Odiada por todos

Continuaban su huida por medio de las antiguas cloacas de la ciudad. Amplias, con casi dos metros de altura, se extendían más allá de las edificaciones. Sobre ellos, un fuerte despliegue de soldados Klat’ka, las buscaban insistentemente. Por lo que mantenerse sigilosos y constantes era la clave para salir airosos de la situación.
Pasado un tiempo, Rose enfrentó al misterioso hombre, quería saber quién había sido tan osado de arriesgar su vida para salvarla.

—Oye, no voy a seguir caminando hasta que me muestres tu rostro —exclamó Rose, mientras lo tomaba del hombro, girando su cuerpo.

Ashley, tras ellos, observaba. Irónicamente, que al lado de estos dos desconocidos estaba más segura que con su propia madre. Pero aun así, no confiaba.

El misterioso sujeto quitó las telas que cubrían su rostro, dejando a Rose petrificada con lo que veía. Era Kaeth’Ruum, quien al igual que Chris, intentaba resistir a la maldad de María.

—Tú —susurró Rose, tornando sus ojos a un rosa pálido.

Él solo la observó, para luego girarse y volver a caminar.

—Vámonos, no es seguro aquí. Aún siguen buscando —susurró, cubriendo su rostro nuevamente.

Caminaron lo que pareció una eternidad hasta salir a kilómetros de distancia de la base de María. La zona era montañosa y bastante difícil, por lo que Rose rasgó el vestido largo de la pequeña Ashley para que tuviera más movilidad.

—Gracias —susurró ella, dulcemente.

Entraron en una cueva y su viaje continuó. Dentro, en el corazón del lugar, Kaeth’Ruum y un puñado de supervivientes tanto humanos, como Klat’ka, intentaban también sobrevivir. Habían adaptado las cuevas a una pequeña ciudad, creando un sistema eficiente con áreas de descanso, de cultivo y algunas tiendas en donde sus ciudadanos podían hacer trueques entre ellos. Al verlas llegar, todos las rodearon aterrados.

—¿Estás loco? La trajiste aquí y ahora va a matarnos —murmuró una figura a lo lejos.

Rose reconoció su voz, era la mujer de la carretera, estaba viva, frente a ella.

—Y también llegó con ese engendro —murmuró otro detrás de ella. Era Michael.

Rose se preparó, lista, para defender a Horus, pero Kaeth’Ruum intervino.

—Ella no es María, se llama Rose —murmuró nervioso.

—Vendrá por su engendro —murmuró la mujer, observando a Ashley con terror.

—¿Qué? No es un engendro, es una niña —exclamó Rose molesta.

Se interpuso entre ella y las personas, desplegando en conjunto a Aurea y su armadura.

—Si alguien toca a la niña, lo mataré —gritó furiosa.

—Déjenla pasar, ella no es María —murmuró una extraña figura, al fondo del lugar.

Jack estaba ahí, recostado, viendo todo el espectáculo frente a él, de forma muy animada. A su orden, todos retrocedieron, dejando pasar a Rose, la cual abrumada, simplemente se desplomó frente a él.

—Hola —sollozó entre lágrimas—.
Sé que no eres el Jack de mi realidad, pero, ¿puedo darte un abrazo?, lo necesito —murmuró Rose, completamente quebrada.

Él la abrazó con amor, además de susurrarle.

—Bienvenida, pequeña guerrera.

En su base, María enloquecía, golpeando y rompiendo todo a su paso.

—Ese maldito imbécil se la llevó —gritó, lanzando un vaso de whisky a la pared—. Debí matarla cuando tuve la oportunidad.

—Si la hubieras atacado, estarías muerta —susurró Lucien, haciéndose presente.

—¿Con una sola vista ya crees que es mejor que yo? —exclamó, gritando frenéticamente.

—Entiendo que toda la ira que llevas dentro, te deja ciega. Volviéndote una completa idiota, sin capacidad de enfoque o atención. Pero para eso estoy yo —susurró, cambiando de posición, hacia su otro lado.

María pareció captar su mensaje y se calmó, volviendo a tener compostura.

—¿Qué viste? —preguntó con voz nerviosa.

—No solo llevaba un brazalete Aurea y una armadura Drakan, sino también, un Hound en sus manos.

—¿Y crees que no puedo matar a esa estúpida cría? —gritó ella, recibiendo un golpe de Lucien en su cabeza, haciéndola callar.

—Era un hound de fuego. Y no solo eso, pude notar cómo sus manos se quemaban, curándose al instante. Y eso, María, es algo que tú ya no puedes hacer —susurró, sentándose delante de ella.

María quedó callada, hacía años que ella no podía curarse. Perdió el don, junto con la cordura y la bondad.

Pero Lucien continuó, acercándose a su oído.

—Si quieres luchar con ella habrá que debilitarla y para eso necesitamos, Ralium —susurró con voz malévola.

Maria desorientada, comenzó a dar órdenes a los Klat’ka.

—Necesito que consigan Ralium ¡ya! —gritó, volviendo a su trono.

—Buena chica —susurró Lucien, arreglando su cabello.

Rose por su parte, intentaba entender qué pasaba en ese lugar. Teniendo a Jack delante, aprovecharía su oportunidad. Pero antes, quería asegurarse de que la pequeña Ashley estuviera bien.




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