Tras la sombra de los Klat'ka 3: La marca del abismo

La paradoja Drakan

Los Drakan abrieron un portal hacia su dimensión y Rose junto a Horus fueron invitados a ir con ellos. Ashley quedó al cuidado de Kaeth’Ruum, quien prometió protegerla mientras volvía.

Al llegar, Rose se sorprendió. Estos Drakan eran muy diferentes de los de su realidad. Vivían en opulencia y en todo su esplendor, muy diferentes a los Drakan que conocía, más humildes y sencillos. Nunca había traspasado del gran salón que albergaba a la orden de los once, pero lo que venía con ellos era otra realidad.

Las estructuras que veía, no parecían haberse construido de forma material, sino creadas de forma pensamiento, las cuales no eran invasivas, sino que acompañaban con sus curvas la armonía del lugar. Todo estaba iluminado por una luz que Rose no podía definir de dónde venía. No había un sol en el cielo, pero el ambiente parecía irradiar su propia luz y calidez.

Había miles de Drakan de todas las edades, llevando una vida muy parecida a la que veía en Nivaria, maestros enseñando a aprendices. Todo parecía vibrar en su propia frecuencia y podía notarlo en los Drakan. Si Rose se enfocaba en ellos, podría ver que algunos vibraban más en armonía y otros más pequeños e inexpertos seguían teniendo ligeras distorsiones.

Todo se sentía ligero y vivo, como si el peso del tiempo y la gravedad no afectaran allí. Todos los Drakan comenzaron a rodearla con temor, pero no por ella, sino por Horus, quien los ignoraba como si fueran insignificantes para él.

Al llegar a una gran sala que parecía hecha de luz, en donde en su techo se reflejaba lo que parecía ser una galaxia lejana. Diez Drakan esperaban de pie a Kaerion quien al llegar se unió a ellos.

—Bienvenida, ¿puedes decirnos tu nombre, pequeña guerrera? —preguntó Kaerion seriamente.

—¿Por qué llegó con un elemental? —preguntó un miembro de la orden de los once.

—Mi nombre es Rose Smith. Y el elemental al cual te refieres se llama Horus y va conmigo a donde vaya —murmuró Rose, molesta—. Y, por cierto, ¿puedo saber tu nombre?

La mayoría de los Drakan se sorprendieron por la osadía de sus palabras, mientras Draelys y Vaelra observaban con cierta curiosidad.

Kaerion redobló la apuesta a su desafío.

—¿Tienes idea de con quiénes estás hablando?

—Sí, ustedes son los Drakan. Tú eres Kaerion, me diste la armadura N’varon en mi realidad —soltó Rose tranquila.

—¿Y aun así te atreves a hablarnos de esa forma? —preguntó el Drakan incrédulo.

—¿Y por qué no lo haría?, si eres igual a mí —murmuró Rose, haciendo reír a los jóvenes Drakan presentes.

—¿Pueden decirme qué quieren de mí? —preguntó Rose con evidente molestia.

—¿Cómo conseguiste al elemental? —preguntó Kaerion observando a Horus con preocupación.

—Los Klat’ka mataron a su mamá y yo lo salvé. Pero ¿pueden decirme por qué les tienen tanto miedo? —preguntó Rose acercando más a Horus.

Los Drakan observaron la situación, pero sobre todo la mano de Rose, la cual no recibía daño de la bestia.

—Los Hound, como le dicen en ti densidad, son elementales únicos compuestos por los cuatro elementos formando un quinto, el cual trasciende la materia y la dualidad en ella —murmuró Kaerion acercándose a Horus.

— Pero tenía entendido que todo en el cosmos se compone de las dos energías, femenina y masculina —murmuró Rose incrédula.

—Yo no dije que no las tuviera, solo dije que las trasciende —murmuró Kaerion tocando a la bestia y quemándose en el acto.

Rose se quedó pensativa en las palabras que acababa de oír.

—¿Entonces? No entiendo.

Kaerion la observó fijamente, como si estuviera leyendo su alma.

—Todos nosotros en la materia, aún y ascendidos, tenemos un límite de expansión antes de evolucionar. Los elementales como él no lo tienen. Imagina el don o la maldición que supondría a la tierra una bestia sin control y con posibilidad de poner infinita —murmuró Kaerion volviendo con los demás Drakan.

—No voy a deshacerme de él —soltó Rose desafiante.

—No, no lo harás, ya creaste un vínculo con él. Por lo que amará todo lo que tú ames y odiará todo lo que tú odies —murmuró Kaerion serio.

—Deberías de analizar si estás dispuesta a llevar esa carga contigo —murmuró el otro Drakan, haciendo que Rose se enoje.

—Si vas a dar tus opiniones, al menos puedes decirme tu nombre —murmuró Rose irónica.

—Dijiste que los Drakan te habíamos dado el brazalete y tu armadura y no sabes mi nombre —susurró él Drakan, aún más irónico.

—Si así es. Pero tú no existes en mi realidad, ni la mayoría de ustedes, solo hay once. Kaerion, Aurenk, Vhalion, Mythrank, Khoran, Saelyr, Ormath, Thaevir, Vyrek, Zhador y Draelys.

Todos los presentes comenzaron a cuchichear, sorprendidos, a las espaldas de los Drakan quienes incrédulos no sabían qué responder. Draelys por su parte, se mantenía inquieto y nervioso; jamás se hubiera imaginado que alguien tan joven como él llegaría a ser un miembro de la orden de los once. Vaelra se sorprendió de la mayoría de los Drakan que nombró, solo un puñado eran parte de la orden de los once, los otros, eran pequeños maestros y jóvenes.




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