Nuevamente en la otra dimensión, Rose junto a los demás seguían resistiendo al ejército Klat’ka. Pero por más que se esforzaba en llegar a María, parecía que más y más soldados salían. Lo cual comenzó a pasarle factura a todos. Sobre todo a Rose quien, herida, aún seguía dando pelea como podía.
—Rose, debemos acabar con María. Muerta ella, no habrá quien les dé órdenes —gritó Kaeth’Ruum, peleando contra los suyos.
—Te abriremos paso, tú ve por ella —gritó Draelys.
—OK, allá voy —exclamó Rose avanzando rápidamente.
Pero en ese momento Vaelra fue atravesada por una lanza Klat’ka en el abdomen, dejándola fuera de combate.
—¡No! —gritó Rose, corriendo hacia ella.
—No, ve por María, nosotros la defenderemos —gritó Kaeth’Ruum corriendo al lugar.
Rose con lágrimas en los ojos, solo murmuró.
—Horus, quédate con ellos y cuídalos.
Se giró y corrió a por María, la cual se había escondido dentro de la gran base, llena de pasillos y salones.
No demoró mucho en encontrarla y, al hacerlo, se dio cuenta de que ambas estaban heridas. Pero la muy maldita no se rendiría fácilmente.
—Ríndete, María —murmuró Rose, desplegando su cola.
Maria solo sonrió al observarla sisear.
—Sabes, yo también tenía esa maldita abominación —murmuró, desplegando su espada y caminando por el lugar muy despacio.
—¿Sí, y por qué te la cortaste? —preguntó Rose con voz seria.
—Porque no estaba de acuerdo con lo que hacía. ¿Para qué dejaría a una voz en mi mente que desaprueba todo lo que hago? —murmuró ella, para luego soltar una risa histérica.
—No entiendo cómo me pude volver tan loca —susurró Rose desconcertada.
Ambas quedaron una frente a la otra, listas para comenzar su duelo.
Afuera, Kaeth’Ruum Draelys y Horus eran rodeados por soldados que se acumulaban a su alrededor, los cuales parecían salir hasta de debajo de las piedras.
Una lanza golpeó la pierna de Kaeth’Ruum, haciéndolo caer al lado de Vaelra, quien inconsciente aún respiraba. Este rápidamente puso el bálsamo en su pierna y se levantó. Estaba dispuesto a pelear hasta el final.
—Necesitamos salir de aquí. Rodeados, somos presa fácil y Vaelra necesita atención —gritó Draelys, repeliendo como podía los ataques.
Pero en ese segundo lo sintió en el fondo de su ser. Una vibración que estremecía su alma, y desde el cielo rayos rojos y dorados caían sobre los soldados, abriendo paso para ellos.
Eran los Drakan quienes, en forma de dragón, se unían a la batalla. Batiendo sus alas sobre ellos y atacando a todos los enemigos que había debajo.
Kaerion ahora con forma Drakan se acercó observando a su pequeña en el suelo y dando órdenes a los Drakan en el cielo y el suelo.
—Protejan a Vaelra y no dejen que nadie se acerque —ordenó desplegando sus armas de luz.
Los demás en el suelo se prepararon listos para la batalla desplegando las suyas.
Dentro, María y Rose peleaban al mismo tiempo que se decían sus verdades sin filtros.
—¿Puedo saber quién te puso ese horrible nombre, Rose? —preguntó de forma despectiva.
Lanzaba golpes en su contra, pero al tocarse, las Aurea levantaban temperatura, generando daño en ambas. Dejando los brazaletes al rojo vivo.
María, sabiendo la debilidad de las dos, pero sobre todo su poder de regenerarse, lanzó un cuchillo de Ralium a la pierna, haciéndola flaquear. Intentó golpearla con su espada, pero Rose detuvo el golpe con la armadura N’varon.
—Mis padres me pusieron el nombre —susurró Rose, contestando la pregunta de María.
—Ja, ¿no me digas que tú fuiste criada por estos ladrones de medio pelo? —preguntó María con incredulidad, levantando una ceja.
—Si hubieras tenido sus enseñanzas, no serías una demente asesina —gritó Rose, atacándola e hiriéndola en un brazo.
El cabello y los ojos de María se tornaron de un rojo intenso. No era el dolor físico lo que le molestaba; se acostumbró a ellos hace años. Pero el que la tocara, alguien al cual sentía como inferior, le dolía más que cualquier bofetada. Veía en Rose todo lo que alguna vez despreció de ella misma y que trató de erradicar de su existencia.
—¿No entiendo por qué haces todo esto? —preguntó Rose confundida, defendiéndose de los embates que recibía.
—¿Hacer qué? Solo devolví al mundo toda la mierda que me lanzó. No soy como tú, que lloriqueas con lo malo que te sucede. Yo me convertí en el abusador para no tener que recibir jamás un golpe —gritó ella, perdiendo la paciencia.
Rose calló, ella a veces también tenía esos impulsos. Había cosas de su vida que no entendía. Muchas veces parecía que el todo se ensañaba con ella. Como si quisiera hacerla pagar por algo, que no entendía por qué lo debía.
Trató de no pensar en eso y solo enfocarse en las cosas buenas de su vida. A su mente llegó lo último que dijo su papá antes de morir.
La voz de John estaba grabada en su mente a fuego
—Rose, necesito que recuerdes estas palabras siempre —respiró con dificultad—. Sigue siempre a tu corazón, sigue siendo la niña hermosa que yo crié. No dejes que el odio, el dolor y la desgracia te contaminen. Pelea por el bien y los tuyos hasta el final.
Esas últimas palabras resonaron en su mente, por lo que se movió y apuñaló con Aurea a María.
Ella se apartó asustada, viendo cómo perdía sangre por la herida. Y en ese momento Rose la vio. Su sangre se veía de un rojo oscuro y muy espesa, algo que llamó su atención.
María nuevamente le lanzó una cuchilla de Ralium, pero en este caso, Rose bloqueó el ataque con su armadura.
—¿Por qué la maltrataste? A Ashley, a Alex. ¿Por qué dañaste a Chris? ¿Qué sucedió que hizo que me convirtiera en esto? —gritó Rose molesta, pero también desconcertada de la maldad de María.
Ella la observó con sus ojos rojos, al mismo tiempo que esbozaba una sonrisa con una mezcla de felicidad y satisfacción.
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Editado: 29.10.2025