Estaba sola en su habitación, pero aunque lo intentara, no podía quitarse esa sensación de que no estaba conectada con su mamá.
—Tienes una conexión única con Rose —susurró Liraeth, haciéndose presente.
—Tengo un vacío dentro de mí que no puedo quitar. A pesar de que vi en la sala de operaciones que ella está bien —susurró Ashley con voz entrecortada.
—Tu mamá se encuentra bien y Chris también. Pero aun así, puedes comprobarlo por ti misma. Sigue ese hilo que te une a ella y encuéntrala —susurró Liraeth, desapareciendo.
Ella guardó silencio y en su mente una sola palabra sonó: “Hazlo”
Se sentó en el medio de su habitación y adoptó su posición habitual. Pero antes de meditar, llevó sus manos al corazón y exclamó desde el fondo de su alma.
—Seraphien, sé que escuchan a mi mamá, por lo que espero también me puedan escuchar a mí —se detuvo, tragó saliva y continuó—. Ayúdenme a llegar a ella.
Cerró sus ojos y se concentró. No era difícil para ella; parecía que hubiera nacido con esa habilidad. Por lo que un rato después, dejó de sentir su cuerpo, mientras su corazón seguía latiendo fuerte.
Abrió sus ojos y notó que flotaba. De su pecho, un hilo rojo salía directo hacia el horizonte. Lo siguió, confiada en que su mamá estaba en el otro extremo.
A lo lejos, comenzó a sentir la risa alegre de un niño y ese aroma característico que sentía al oler a su mamá. “O a Jack”, pensó.
En la distancia vislumbró una luz tenue, que cuanto más se acercaba, más nítida y clara se hacía. Poco a poco también se dejó ver un árbol de cerezos en flor. Sus hermosas flores caían lentamente y bajo su sombra descansaban su mamá, John Jr., y ella.
—¿Soy yo? —preguntó incrédula de lo que veía.
Su voz, como susurro, levantó una pequeña brisa. La cual se movió lentamente en dirección a su mamá, pero al aproximarse, un bulto se interpuso. Parecía ser una llama viva que corrió a su encuentro furioso.
Salió de su trance aterrada.
—¿Qué era esa cosa? —susurró para sí, con terror.
—Tu mamá ahora tiene un guardián que la protegerá en cualquier dimensión en la cual ella esté —susurró Liraeth.
—No sé qué vi, pero sé que ella está bien —murmuró Ashley desconcertada.
Liraeth asintió desapareciendo.
En la otra dimensión, Rose descansaba bajo el cerezo cuando comenzó a tener una sensación extraña. Podría jurar sentirse observada. A su lado, el pequeño John, con cinco años, y Ashley ya adulta, jugaban como niños.
Habían pasado casi cinco años en esa realidad y el tiempo para ella se agotaba. Sabía que tenía que volver y lo haría. Ella no pertenecía allí. Aun así, disfrutó todos y cada uno de los segundos que pasó con él. John Jr.
Pudo alimentarlo, cambiarlo, cuidarlo, verlo dormir. Todo eso que se le negó en su realidad. Y en ese momento un susurro desgarró el silencio.
—Mamá.
Al mismo tiempo, una ligera brisa la alcanzó acariciando su rostro. Horus, alerta, comenzó a gruñir a la nada.
Estaba inquieto, pero no agresivo, más bien desconcertado. Observaba a su alrededor de forma frenética.
—Hey, amigo, ¿estás bien? —preguntó Rose, acercándose a él.
Luego observó adelante; podrían jurar que oyó a Ashley. A su pequeña de su realidad, llamándola. Le preocupaba la ausencia en su vida estos cinco años. Ella crecía a pasos agigantados, y eso la atemorizaba.
—¿Cómo tomará ella mi ausencia? —susurró para sí Rose.
—Ella está bien. No te preocupes, Rose —murmuró Liraeth, haciéndose presente.
—Me queda poco tiempo —exclamó Rose, observando a sus hijos correr por el campo lleno de flores.
—Así es —susurró Liraeth amorosamente.
—¿Van a estar bien? —preguntó con lágrimas en los ojos.
—Sí —murmuró con calma.
—¿Me extrañarán? —preguntó destrozada.
—Sí. Pero hiciste tu parte en su proceso. Creaste flores en su psique y ellos las regarán en tu ausencia. Es lo que debe suceder para su crecimiento —exclamó Liraeth serio.
—¿Estarán bien cuidados? —preguntó Rose preocupada.
—Sí.
Ella los observó limpiando sus lágrimas. Deseaba para sí esa realidad, pero a cambio, le tocó dolor. Aunque no tanto como el de María. El solo recordarla la inquietaba.
—Sabes, Liraeth, no entiendo el porqué —susurró Rose, con la voz entrecortada—. Ella tenía todo para ser feliz y aun así eligió el mal.
—Ella actuó y reaccionó como podía a todo el dolor que sufrió. No es justificativo, pero hay veces que lo que nos sucede es tan potente que, aunque intentemos, no podemos sanar. Y cuando eso pasa, perpetuamos nuestro propio dolor en otros —susurró Liraeth, con cierta melancolía.
—Si no debo existir para que ellos sean felices, pues que así sea —murmuró ella, sentándose al lado de Horus.
—¿Y quién dijo que ellos no van a ser felices en tu realidad? —preguntó Liraeth desapareciendo.
Dejando a Rose pensativa.
En la aldea Vakarima, Michael chequeaba la salud de todas las aldeanas, sobre todo a Kaya. Dante junto a Mikhail descansaban alejados de todas, pero atentos.
Las miradas fijas entre ambos evidenciaban su interés. No podían dejar de mirarse, pareciendo hipnotizados el uno con el otro.
Nandi, ligeramente celosa de la situación, murmuró por lo bajo.
—No es bello. Sus ojos color cielo y su piel pálida no son adecuados para este lugar.
—Y su cabello color sol es hermoso —murmuró Kaya por lo bajo, soltando una risa nerviosa.
Él, como encantado, reía al mismo tiempo, llamando la atención de Mikhail.
—Colega, disimula un poco. Si Chris te llega a ver, va a cortarte las pelotas —murmuró, mientras enderezaba su espalda.
Dante hizo lo mismo, tratando de volverse más grande e impresionar a las chicas.
Michael lo notó y soltó una sonrisa cómplice.
Por medio del traductor en su traje, trató de comunicarse con Kaya y poder definir detalles de su embarazo.
—Kaya, ¿verdad? —preguntó mirándola a los ojos.
#447 en Ciencia ficción
#2689 en Fantasía
magia aventura personajes sobrenaturales, angeles demonios serafines traicion, ciencia ficción oscura
Editado: 29.10.2025