A la mente de Dante, su primer recuerdo, el cual llevaba marcado a fuego, volvió. Tenía cinco años y era llevado en un camión a otro lugar. No podía recordar dónde había estado antes, pero lo que sí recordaba era a sus camaradas. Ragnar, Leo, Ilan y Mikhail, sus compañeros, amigos, casi hermanos de toda la vida.
Todos estaban asustados, los adultos a su alrededor no los trataban bien. Les gritaban, zarandeaban y golpeaban sin razón.
Llegaron a su destino y fueron bajados todos a empujones. Leo lloraba desconsolado, por lo que lo abrazó. Él siempre había sido muy sensible. Ella los recibió, la extraña mujer. Los analizó, pesó, midió y todos fueron obligados a bañarse. Y luego durmió.
No recordaba cuánto exactamente, pero al despertar todos estaban juntos y eso le alegró. Pasaron años hasta que una misteriosa mujer vino y lo adoptó, llevándolo lejos de sus amigos.
Se alegró muchísimo cuando, al ser citado por la Organización para una prueba de ingreso que buscaba nuevos reclutas, los encontró. Y con ellos también a Chris. No recordaba de dónde lo conocía, pero se le hacía tan familiar. Desde ese momento jamás volvieron a estar separados.
Regresó al presente y en sus brazos se mantenía su pequeño retoño, mirándolo fijamente como si pudiera sentir su dolor y angustia.
No quería que su hijo terminara en un orfanato como él. Tampoco quería que la Organización lo obtuviera. Manteniéndolo como sujeto de experimentación como Rose y Ashley. Sabía quién era. Su nombre era Dante Romano, pero también, era el sujeto R 04 y eso le preocupaba.
A su alrededor, todos discutían. Mientras él, solo estaba ahí, estático, observando a su creación.
—Hay dos opciones, Nivaria o la cabaña —soltó Rose de forma fría a los demás.
Rodeándola en grupo, todos exponían sus inquietudes.
—No puede quedarse aquí, eso es seguro —respondió Chris con indignación.
—¿Por qué, qué sucede si se queda? —preguntó Ragnar distraído, observando a las Vakarima, quienes intentaban llamar su atención.
Rose lo notó, por lo que golpeó su cabeza torpemente.
—Concéntrate, soldado —gritó con furia, mientras Horus, atrás de ella, gruñía como contestando su reclamo.
—Y ustedes, piérdanse —exclamó, mirando a las chicas. Ellas asustadas se dispersaron.
—Hay algo que no nos cuentan y no entiendo por qué —susurró Ilan, observando a Rose y Chris con intriga.
Rose calló y se petrificó, pero sabía que si quería que los demás accedieran, debería de ser honesta con ellos.
—Los Thek’ar están cazando a los descendientes Klat’ka —soltó Chris, de forma automática.
—¿Qué? ¿Y qué tiene que ver con Dante? —preguntó Leo desconcertado.
—Somos parte Klat’ka tonto —murmuró Mikhail, golpeando su cabeza—. Por lo que nuestros hijos, también lo son, aunque sean en una mínima parte.
—Espera, todos somos estériles —susurró Ragnar nervioso.
—Sí, no tiene sentido. Toda nuestra vida quisieron hacernos donadores de esperma para el programa “PROCREAR” y siempre nos rechazaron. No tiene sentido —murmuró Ilan desconcertado.
El bebé comenzó a llorar, tenía hambre, por lo que fue llevado junto a su madre. Ella, destrozada por tener que separarse de él, ni siquiera quería tomarlo. No quería mirar a Dante tampoco, no debía de sentir nada por él y, aun así, todo en su interior se removía al solo estar a su lado.
—Sé que no puedes quedarte con el bebé, pero, ¿podrías alimentarlo mientras decidimos a dónde llevarlo? —murmuró Dante, con ojos llorosos.
Al intentar amamantar, la leche no salía. Era como si su cuerpo no supiera que debía de producirla. Como si desconociera que ya había sido madre y tenía una vida que alimentar.
Kaya se frustró, yéndose del lugar, algo que destrozó a Dante. Rose, a lo lejos, solo observó la escena con dolor.
—Tráelo —murmuró entre lágrimas.
Sacó la parte superior de su traje táctico, le entregó su pequeño bolso a Chris y solo lo amamantó. El pequeño, hambriento, se prendió con ansias y comió hasta quedar lleno, luego durmió.
Mientras eso sucedía, Chris se fijó en el pequeño bolso que le dio su hermana. Era extraño. Ella no había llevado ninguno a la otra dimensión. Introdujo su mano lentamente y sacó una imagen.
Se veía a su hermana junto a una Ashley adulta y un pequeño niño. Lo reconoció de inmediato, era John Jr. Pero se veía como un niño de cinco, tal vez seis años. Muchas preguntas pasaron por su mente, pero sintió que su hermana compartiría lo que sucedió en el momento oportuno.
En la base, Ashley simplemente esperaba en su cuarto. Solo quería que su mamá volviera. Ya la podía sentir, pero no se confiaba. No estaría tranquila hasta que la viera y pudiera abrazarla. Por su mente, solo pasaba esa imagen. La llama que cuidaba a su mamá.
—¿Qué era eso? —se preguntó aterrada.
Aunque en el fondo, se alegraba de que alguien más que ella cuidara a su mamá.
La puerta se abrió y Maskedman ingresó rápidamente con una sonrisa.
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Editado: 06.08.2025