Chris recorría las innumerables salas del registro del todo. Recordaba haber leído en historias antiguas que los humanos, antes de la Gran Guerra, creaban extremidades artificiales qué simulaban a las humanas para los necesitados.
—¿Por qué dejamos de hacerlo? —le preguntó Chris a Liraeth, quien, a su lado, siempre lo acompañaba.
—No todos los hombres de buen corazón sobrevivieron y menos siquiera llegaron a esferas altas de poder —murmuró Liraeth, con un tono amargo.
—¡Aquí está! —gritó Chris extasiado.
En ella veía los planos de un artefacto capaz de suplantar con éxito a una extremidad humana.
—“Prótesis” Excelente —susurró, mientras otra esfera, titilando a lo lejos, llamó completamente su atención.
Guardó la que tenía en sus manos con cuidado y cariño, acercándose a la otra.
En ella veía a un hombre y una mujer, vestidos de forma extraña. Parecían ser de otra época. Bailaban bajo la lluvia lentamente, observándose a los ojos.
El amor, cuidado e interés mutuo, era lo que hacía parpadear la esfera. Los observó con más detenimiento. Ambos estaban unidos por medio de un hilo. El cual cambiaba de color al ellos hablar entre sí.
No podía oír lo que decían, por lo que enfocó toda su atención en ellos.
—Nuestras vidas son como dos copos de nieve… —murmuraba la chica, cambiando su aspecto al de un hombre.
—Cayendo desde la inmensidad del todo —susurró el hombre, transformándose en una bella mujer.
—Tan efímeras —susurró el hombre, envejeciendo rápidamente.
—Tan cortas —murmuró la chica, que ahora era una adorable anciana.
—Pero así como la nieve se derrite, transformándose en agua —murmuró el hombre, viéndose como un imponente y antiguo Klat’ka.
—Y se evapora, regresando a las nubes —susurró la chica con lágrimas en los ojos, viéndose como una hermosa mujer Klat’ka de cabello negro.
—Prometo volver a encontrarte —murmuró el Klat’ka, transformándose en Rose.
—Para caer contigo una vez más —susurró la mujer con una sonrisa, transformándose en James.
—¿Rose? —preguntó fuera de sí.
Chris se asustó, casi dejando caer la esfera. Acción que hizo enojar a Avarum.
—Lo siento, lo siento. Tendré más cuidado. Recuerdo las reglas —murmuró Chris, dejando la esfera con cuidado y amor en su lugar—. Puedo ver todo, no puedo romper o mover nada —susurró para sí.
—Chris, es hora de despertar —susurró Liraeth en su oído y él, inmediatamente, abrió sus ojos.
Tomó lápiz y papel junto a su cama, escribiendo la frase junto con los esquemas de la llamada “prótesis”. Quería ayudar a Esteban, pero sobre todo, a futuros humanos.
—Estás inquieto —susurró Liraeth, haciéndose presente.
—¿Qué fue exactamente lo que vi? —preguntó Chris intrigado, dejando de escribir por un momento.
—Lo que viste fue… el amor… trascendiendo tiempo, espacio y materia —susurró Liraeth, recorriendo el dormitorio.
—Ese Klat’ka, se veía como el del mural en Nivaria… —susurró Chris, casi sin aire—. ¿O sea que Rose ya fue Klat’ka antes?
—Así es. Ella había pasado su iniciación en la tierra… pero James no. Notando que sus hermanos volvían a caer, tomó la decisión de volver… a terminar lo que empezó —susurró Liraeth, de forma escueta.
—¿Por qué James no la pasó? —preguntó Chris, intrigado.
—Porque en parte de su camino estuvo desviado de su propósito. Siendo corregido cuando Rose se reunió con él en esa vida.
—¿O sea que le queda algo por sanar? —preguntó Chris, tratando de entender.
—Así es. Así como Rose deberá sanar todo lo que agregó a su ciclo para poder reencarnar —susurró Liraeth, observándolo fijamente.
—No entiendo, ¿qué agregó?…
— No debes entenderlo. Ya sabes lo suficiente para dejar a Rose caminar por su propio camino —susurró Liraeth, interrumpiéndolo, para luego desaparecer.
En paralelo, por la puerta, entraba Rose, quien apenas podía caminar. Aun así se veía animada. Saldrían hacia Nivaria y quería su compañía.
Tiempo después, ambos junto a Ashley ya se dirigían hacia la ciudad. Allí también se encontraba Esteban, quien gracias a los Thirvians había podido ser sacado de los laboratorios con facilidad.
Recostado en una cama y siendo consentido por todos, se recuperaba satisfactoriamente de sus cirugías.
Aun así, se veía triste y cabizbajo. Extrañaba a su madre.
—Hey amigo, ¿cómo te encuentras? —preguntó Rose, entrando a la gran habitación.
—Bien —susurró el niño temeroso.
—¡Papi! —exclamó Margarita, corriendo al encuentro de Chris. Quien la abrazó y la cargó.
Se veía hermosa, igual a su madre.
—Mi pequeña princesa. Te traje algo —susurró Chris, entregando una flor—. Una flor para otra flor —susurró entregando otra a Sofía, mientras le daba un amoroso beso.
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Editado: 09.09.2025