Tras la sombra de los Klat'ka 4

Leonardo

La habitación estaba sola y en silencio. Leo, sentado en su cama, solo contemplaba la nada frente a él. Su cabeza últimamente era un huracán de pensamientos y su corazón, de emociones.

—Patrick —soltó como un dulce suspiro.

Pero en su mente Dante llegó. Siempre estuvo enamorado de él, aunque sabía que a su compañero le gustaban las chicas.

Desde que tenía memoria siempre fue su único amor. Todo el tiempo estuvo ahí para él, su más antiguo recuerdo y todos los siguientes lo tenían de protagonista. Pero ahora su corazón le pertenecía a alguien más.

—Patrick —susurró nuevamente, tirándose en la cama, junto a una caja de madera.

Dentro de ella había un dispositivo de almacenamiento. Lo encendió y comenzó a observar las imágenes juntos. Dante y él.

Se permitió recordar la vez que se fracturó el brazo en el orfanato. Dante e Ilan se quedaron con él toda la noche.

Siempre que lo necesitó, estaba ahí para protegerlo y cuidarlo. Lo amaba porque siempre estaba ahí, sin esperar nada.

—Pero solo era una amistad —murmuró, cambiando a imágenes que tenía con Patrick en la cabaña.

Había encontrado algo recíproco y real. Pero no se sentía como lo conocido. Dante era el fuego, que lo quemaba todo. Le generaba ansiedad, temor, alegría, cientos de emociones por segundo que dejaban a su sistema nervioso extasiado.

Sin embargo, Patrick era agua serena y cristalina. Le generaba calma, tranquilidad y comodidad. Con él no tenía que disimular ni aparentar. Solo era el mismo todo el tiempo.

Sonrió apenas, cerró sus ojos y se permitió recordar el tacto de sus manos sobre su piel.

La puerta sonó, era Ilan. Quien vino a ver cómo estaba. Él y Rose siempre fueron sus confidentes. Aunque con Rose jamás pudo contar su verdad con comodidad.

—¿Un chico nuevo? —preguntó Ilan, sentándose a su lado.

—Sí —susurró con una sonrisa.

—¿El hacker? —preguntó incisivo, con una sonrisa.

Él no respondió, solo soltó una risa alegre.

—No sé qué siento —susurró, volviendo a sentarse en la cama—. Me genera paz —murmuró, guardando el dispositivo en la caja.

—Deberías hablar con Rose. Ella pasa por algo similar —murmuró él, saliendo de la habitación.

Se quedó callado un segundo para luego correr al dormitorio de Rose. Quería saber todo el chisme.

Entró a su habitación sin golpear, estaba empacando. Pronto debería de ir a la mansión Huang.

—Hola, Rose —murmuró con una sonrisa, sentándose en su cama—. ¿Vas a contarme el chisme también?

Ella lo observó extrañada para luego soltar una risa alegre y sonrojarse.

—Está bien, confío en ti… además, tal vez tengas respuestas —murmuró luego de un largo suspiro.

—¿Se trata de James? —preguntó Leo con una sonrisa.

Rose lo miró con extrañada.

—Sí —suspiró con tristeza—. No sé qué siento.

Leo se petrificó definitivamente, ambos estaban pasando por lo mismo.

—Está bien, comencemos por el principio… ¿Cómo te sientes junto a él?

Rose hizo una pausa, para luego observar a Leo a los ojos.

—En paz —susurró con sus ojos iluminados—. Pero no es solo eso… él me genera ganas de besarlo. No porque esté en mi ciclo o porque quiera complacerlo… es porque me nace —murmuró nerviosa, tratando de regular su ansiedad, frotando sus manos.

Leo se detuvo un momento para procesar lo que decía.

—¿Cómo que te dan ganas? ¿Qué sucedía con Alex y Michael? —preguntó desconcertado.

—No lo sé, no sé cómo explicarlo. Con ellos algunas veces era mi ciclo controlándome y otras solo quería hacerlos felices —murmuró triste, tragó saliva y prosiguió —. No es que no lo quisiera… simplemente no es lo mismo que con James.

—¿Dormiste con él? —preguntó Leo, tratando de atar cabos.

Ella se sonrojó, levantándose de la cama rápidamente.

—No importa —murmuró rápidamente cambiando de tema—. Ese es el chisme… supongo.

—Estoy enamorado de Patrick —soltó Leo de forma agónica.
En el momento en que lo hizo, toneladas de peso salieron de sus hombros.

Siempre había querido ser honesto con Rose sobre sus sentimientos y gustos. Pero tenía miedo.

Rose lo observó sorprendida. Se sentó con calma a su lado. Tomó sus manos y, observándolo a los ojos, susurró.

—Gracias por decírmelo.

Lo abrazo fuerte y con mucho amor.

—¿Patrick te corresponde? —preguntó ella, con una sonrisa.

Leo asintió con lágrimas en los ojos. Ella sonrió feliz volviendo a abrazarlo.

Chris entró por la puerta triste, venía a buscar a Rose. Debía irse.

—¿Está todo bien? —preguntó Chris nervioso, sintiendo una energía extraña.




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