Tras la sombra de los Klat'ka 4: Prueba de fuego

Traicionada

Entró a hurtadillas en su habitación. No podía verla nadie, ya que todos pensaban que estaba muerta desde hace meses. No tuvo opción, alguien vendió su verdadera identidad y para pactar con los Thek’ar debía desaparecer.

Aun así, ese no era el motivo por el que estaba en su casa nuevamente. Durante meses, observó cómo su marido construyó una misteriosa habitación dentro del dormitorio. Esa, que compartieron durante más de veinte años.

Incógnito entró y lo que vio la rompió.

—Rose —susurró con furia.

Su esposo, tenía el lugar empapelado con ella. No con sus fotos o las de su hija, sino con esa perra. Y en todas estaba desnuda.

—¿Quién eres? —escuchó tras ella, reconociendo su voz de inmediato.

Procedió a quitarse la máscara y el modulador de voz y se giró lentamente. De sus ojos solo brotaban lágrimas y en el rostro de Huang Jin, solo se veía horror.

Ambos se quedaron en silencio hasta que él corrió a abrazarla. Pero ella no respondió. Se quedó tiesa y fría.

—Puedo explicarlo —murmuró cerrando la puerta, cuando Kim Yuna lo golpeó, haciendo que su labio se lastimara y sangrara.

Luego se fue sin mediar palabras. En el camino, antes de salir, su suegro la cruzó.

—¿Qué haces aquí? No quiero que las niñas o Huang Jin te vean —susurró tomándola del brazo.

Ella quitó su mano de forma brusca.

—Es tarde, él ya me vio. ¿Sabía lo de su obsesión con Rose? —preguntó sumamente molesta, volviendo a poner su máscara y el modulador de voz.

—Sí. Ella está en su ciclo y ha estado afectando su comportamiento —exclamó él dirigiéndola hacia su oficina, cerrando la puerta tras cruzarla.

—La quiero fuera de esta casa —ordenó ella con furia contenida.

—Se irá pronto —murmuró él, viéndola irse de forma rápida.

Al llegar a su oficina nuevamente, se sentó derrotada en su sillón. Por su mente solo pasaba el largo tiempo que Rose pasó en su casa. Su mente empezó a divagar imaginando escenas en donde Huang Jin y Rose hacían el amor viéndole la cara.

Lanzó todas las cosas sobre su escritorio, al mismo tiempo que gritaba furiosa. Se sentía traicionada. Dejó salir el llanto que por tanto tiempo había contenido como pudo. Y en su mente, la primera vez que lo vio llegó como un lindo recuerdo.

Su padre había muerto y no dejaron que siquiera viera su cuerpo. Estaba sola, solo su nana de toda la vida la acompañaba.
Llegó y lo primero que vio fue una enorme mansión. Jamás había vivido en Épsilon, ella siempre estuvo en Eidon-7.

Al bajar de la aeronave, aún estaba agarrando su peluche favorito. Ese Syphilon que su padre le regaló tiempo atrás y a lo lejos lo vio. Ese hombre que su papá despreciaba, y junto a él, dos niños.

—Bienvenida pequeña, ni nombre es…

—General Huang Zhang —murmuró ella temerosa.

Él la observó intrigado, se veía lista e inteligente. Además de ser suficientemente pequeña para poder moldearla a su antojo. Era perfecto. Como su nuevo tutor legal, no solo tenía acceso a su enorme fortuna, sino también, al poder que su difunto padre había dejado tras su muerte.

—Así es pequeña. Ellos son mis hijos Huang Lei y Huang Jin —exclamó orgulloso, señalando a los niños a su lado.

El niño más grande la miraba con desprecio; en cambio, el segundo solo la observaba con curiosidad. Era más pequeño que ella; aun así, con el tiempo, se hicieron buenos amigos.

Estudiaban, jugaban y se divertían juntos. Él fue siempre ese alivio al ambiente duro en la mansión. Todo estuvo bien por un corto tiempo y luego, toda esa estabilidad se esfumó.

El señor Zhang era muy estricto con ella, a tal punto que controlaba todo. Gustos, actitudes, aficiones, todo era manejado por él. Como si quisiera convertirla en algo que ella no era. Pero no tenía valor de enfrentarlo, no podía.

Desde que tenía memoria, su padre fue su único familiar. Ahora muerto, solo los tenía a ellos.

Ni siquiera su nana se salvó. Primero fue obligada a ser amante del señor Zhang y luego a irse cuando todo se supo. Jamás volvió a verla de nuevo.

Solo Jin estaba ahí constantemente para ella, era lo único que le quedaba. Y con tal de mantenerse juntos, soportaría lo que fuera.

Volvió al presente con una media sonrisa. Abrió un cajón en su escritorio y sacó una carpeta con un rótulo. “Veneno de Rose (versión mejorada)”. Soltó un largo suspiro y solo se quedó en silencio, mirando a la nada.

En la mansión Huang, Rose ya había empacado sus cosas. Fue directo a Jin para informarle las novedades. Al entrar por la puerta, las tres niñas hermosamente arregladas ya la esperaban junto a su papá.

—Rose no te vayas —gritó la pequeña Ara, corriendo a abrazarla.

Ella correspondió a su amor sin decir nada.

—Debe irse, es por su bien —murmuró Sooyeon apartándola, para darle ella un abrazo.

En este tiempo juntas, habían generado un hermoso vínculo. No solo de afecto, sino de unión, bajo el recuerdo de su madre. Las observaba y la veía a ella, por lo que no pudo evitar soltar lágrimas de alegría. Kim Yuna había logrado dejar una hermosa semilla en la tierra.

Minji por su lado, simplemente se levantó del sillón seria. Caminó hacia ella y la observó a los ojos. Ambas, ahora estaban unidas por algo más que amor.

—Quiero volver a verte —susurró con lágrimas en los ojos para abrazarla fuerte junto a sus hermanas.

—Te lo prometo —susurró Rose.

Luego de esto, Jin hizo que las niñas fueran retiradas, quedándose solo con Rose. Solo la observaba como depredador al acecho de su presa. En cambio, Rose lo entendía, sabía lo que provocaba en él.

Extendió su mano hacia él para saludarlo por última vez.

—Chris se quedará al cuidado de las niñas en mi ausencia —murmuró Rose sin mirarlo a los ojos, la incomodaba.

Él tomó su mano, primero de forma delicada, para después comenzar a apretarla fuertemente. Luego la acercó de forma brusca, besándola sin su consentimiento. Rose forcejeó y por medio de un golpe de su cola, lo apartó. Un moretón en su mejilla comenzó a salir por el golpe. Estaba furioso.




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