Tras la sombra de los Klat'ka 4: Prueba de fuego

Predestinado

Yacía inmóvil en su cama. Nuevamente sentía esa energía densa y pesada sobre sí, esa que le quitaba poco a poco las ganas de seguir. Se habían llevado a su pequeña y sentía que ya no le quedaba nada.

Ya no lloraba, su alma ya no tenía lágrimas que derramar. Solo observaba la planta Purificalinum sobre la mesa de luz. Hermosa, fuerte y llena de vida.

—Mi pequeña luz. Te has vuelto una Purificalinum para este mundo —susurró Liraeth, haciéndose presente.

—Me quitaron todo. El hogar que construí para ayudar. Mi trabajo como cazadora. A mis amigos, a mi pequeño John y ahora a mi hija —susurró Rose destruida. Su voz se oía cansada, pero sobre todo derrotada.

—Nada está escrito en piedra, mi pequeña luz. Recuerda que un derrumbe puede verse como el fin. Aun así, esconde la posibilidad de volver a construir con mejores cimientos —murmuró Liraeth con voz serena.

—No tengo tiempo, moriré una vez que mi hijo nazca —murmuró ella en automático.

—Entonces deberías aprovechar cada segundo que tengas para construir. Muchas veces plantamos árboles que posiblemente no nos den frutos a nosotros, pero sí serán frutos que disfruten nuestros hijos —susurró Liraeth con una sonrisa.

—¿Él estará bien una vez trascienda? —preguntó Rose con temor, tocando su vientre.

—Sí, pero debes tener dos cosas presentes —murmuró Liraeth, levantándose de la cama—. La primera: que el trascender no es desaparecer, sino transformarse. Y la segunda: que nada está escrito en piedra, mi pequeña luz —susurró, desapareciendo.

James entró en la habitación con una sonrisa.

—Vamos afuera a esperar a Michael. Vendrá a chequear tus heridas y al bebé —exclamó, entregándole un ramo de flores silvestres que, evidentemente, cortó del bosque.

Ella sonrió tomándolo con amor. Observó las flores con una sonrisa, pensando en cómo decirle a James que moriría pronto. Lo miró a los ojos y ese brillo en los suyos la petrificó.

—James, debo decirte algo… —murmuró nerviosa bajando su mirada.

—¿Vas a quedarte con el bebé? —preguntó él preocupado, levantando su mentón con dulzura.

Al mirarlo a los ojos y ver su cara de preocupación, no pudo gesticular nada. No quería herirlo, ni preocuparlo, por lo que solo siguió el juego.

—Quiero que él nazca, pero no es justo arrastrarte a esto —balbuceó, apartándose incómoda.

—¿Arrastrarme a qué? —preguntó el desconcertado.

—No es tu hijo y… —James la interrumpió.

—Yo te amo y amo todo lo que provenga de ti —exclamó, tomando y besando sus manos con cariño.

—Aún no ha nacido y te aseguro que será un hijo o hija para mí, igual que Ashley —exclamó con una sonrisa.

—Es un niño —susurró Rose con tristeza.

—¿En serio otro niño? —preguntó James, abrazándola fuerte; estaba feliz. Pero notó que ella no lo estaba, por lo que se tensó.

—Rose, no quiero que hagas algo que realmente no quieras —murmuró de forma seria, sorprendiéndola.

—¿A qué te refieres? —preguntó ella desconcertada.

—¿Realmente quieres tenerlo o solo accedes para hacerme feliz? —preguntó él, sentándose en la cama con su mirada fija.

Rose soltó una risa alegre.

—Lo hago porque es lo correcto. Es una vida en crecimiento y no quiero seguir extinguiendo almas. Ya he asesinado suficiente y, créeme, duelen todas y cada una de ellas —murmuró ella, sentándose a su lado con su mirada fija al frente—. Lo hago porque sé que él va a nacer con un propósito.

James sonrió feliz.

—A veces preguntas si eres realmente mala. Aquí tienes tu respuesta —susurró él con una sonrisa.

—¿Por qué lo dices? No entiendo —preguntó ella confundida.

—¿Realmente crees que alguien malo se cuestionaría sus acciones como tú lo hiciste recién? —preguntó él tomándola de la mano y tirando para que salieran afuera.

Michael caminaba por el largo sendero para llegar a la cabaña. En su mano el rastreador, hermano del que dejó en ese misterioso lugar. Estaba seguro de que ese niño era su hijo, pero se cuestionaba si realmente darle la información a Rose.

Con el reciente rapto de Ashley y todos sus antecedentes de violencia, no sabía si sería lo correcto. Aunque su alma le gritaba que lo hiciera, que era lo correcto.

Al llegar, vio a Rose y a James abrazados. Él tocaba su vientre y sonreía lleno de felicidad. Esa escena hizo que algo dentro de él se enfureciera. No entendía cómo ella había pasado página tan fácilmente mientras él, todas las noches, aún lloraba su ausencia. Aunque también se sentía hipócrita. Él fue quien la abandonó primero y en el peor momento. Y ese peso parecía que nunca iba a desaparecer.

Notó que James lo señalaba, saludándolo feliz y sonrió de forma hipócrita. Lo detestaba, pero disimulaba. El estar cerca le permitía rondar a Rose.

—Gracias por venir —exclamó él estrechando su mano de forma animada.

—Todo sea por ayudar —murmuró serio.

—«Maldito desgraciado. Me encantaría borrarte esa estúpida sonrisa del rostro», pensó con desprecio.

Inmediatamente su padre llegó a su mente, haciéndolo sentir terrible por pensar así.

—Entremos y revisemos a Rose —susurró nerviosamente, no dejando que los pensamientos negativos volvieran a jugar con él.

Tiempo después, se reunió con James y Patrick en la sala mientras Rose se vestía.

—El embarazo viene perfecto y sus heridas sanan rápidamente —dijo mientras la puerta de la cabaña se abría. Era Chris. Quien después de lo sucedido daba la cara.

—¡Tienes huevos de aparecerte aquí! —exclamó James, tomándolo del cuello, pero Patrick intercedió.

—James, no es momento —susurró separándolos.

—Necesito hablar con ella. Debo explicarle qué sucedió —sollozó entre lágrimas. Él estaba derrotado.

Horus, quien se abría paso por un portal, comenzaba a gruñir desafiándolo.

—Horus no —susurró James por lo bajo, tratando de que Rose no notara su presencia—. Lárgate, no quiero que te vea o se descontrolará.




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