Tras la sombra de los Klat'ka 4: Prueba de fuego

Comienza el viaje

Estaba sola en la sala; su mochila y su ropa de abrigo esperaban a su lado. No había podido dormir nada. Lunara y el viaje ocupaban todos sus pensamientos. Estaba asustada, no sabía qué le deparaba y, de suceder algo malo, llevaba vida dentro de ella.

Por inercia tocó su abdomen. Este embarazo en especial era diferente a los demás. No solo porque no era deseado, sino también porque moriría. No podría verlo crecer y eso la entristecía.

—¿Te preocupa su futuro solitario en este mundo?, mi pequeña luz —preguntó Liraeth, haciéndose presente.

—Sí —murmuró Rose, junto a un suspiro agónico.

—Lo amas más que a ti misma —susurró él caminando por la habitación.

Rose giró su cabeza, observándolo con lágrimas en sus ojos.

—Sí, y a él tampoco podré verlo crecer —sollozó con su voz rota.

—Hablas como si el trascender fuera desaparecer del todo… cuando en realidad simplemente es transformarse —murmuró Liraeth, limpiando las lágrimas que caían por sus mejillas.

—¿Transformarse en qué? —preguntó ella, derrotada.

—Transformarse en lo que verdaderamente eres —susurró él desapareciendo.

La puerta se abrió; era James. Con una mueca de tristeza vino por ella.

—Ven, ya llegó Chris —exclamó tomando su mano.

Al salir, Patrick esperaba junto a Chris y la aeronave. Esta se veía vieja, pero funcional.

—¿Sabes pilotar esta cosa? —preguntó Rose escéptica.

—Tengo entrenamiento militar desde los cuatro años —murmuró Chris, perdiendo su mirada en el horizonte.

Ella se mantuvo en silencio. Pero en su alma, algo se estrujó. No entendía por qué se habían dado así las cosas. Lo amaba como a un hermano y él era una de las personas más importantes en su vida.

Lo miró a los ojos y su corazón se detuvo. Le quedaba poco tiempo, ya lo sabía. Y no quería irse sin estar en paz con él, por lo que se acercó.

—Partiremos ahora —murmuró subiendo sus cosas a la aeronave con ayuda de James.

Chris, temeroso, no quería asfixiar a su hermana, por lo que se mantenía a cierta distancia.

—Volveremos a vernos pronto —murmuró abrazando a Patrick con fuerza.

—Cuídate. Y cuida a ese pedacito de luz en tu interior —murmuró con una sonrisa, mientras, disimuladamente, miraba su vientre en crecimiento.

Ella asintió con una sonrisa. Era irónico, pero sentía que el bebé era quien la cuidaba a ella.

Se acercó a James y él se mantuvo serio y callado, conteniendo sus lágrimas. Ella lo besó, para luego fundirse en un abrazo que pareció durar una eternidad.

—Vuelvan a salvo… ambos —susurró James en su oído, estremeciendo a Rose hasta la médula.

—Te lo prometo —susurró ella tomando su mano y posándola en su vientre.

El pequeño lo adoraba tanto como su madre, y el sentirlo llenaba de amor el corazón de James. Con una sonrisa y los ojos iluminados, susurró.

—Yo también te amo, pequeño.

Luego de las despedidas y con todo listo, Rose y Chris se embarcaron en su travesía.

En el aire, ambos intentaron abrir su corazón y limar asperezas. Chris, poniendo la aeronave en piloto automático, se acercó a Rose. Ella, tambaleándose, casi se cae, siendo sujetada por Chris. Pero al tocarla esa esfera, se materializó quemando sus manos.

—Mierda —gritó apartándose—. ¿Por qué no le agrado?

Rose se quedó callada, sentándose nuevamente poco tiempo después.

—Chris, necesito que me prometas algo —murmuró Rose bajando la mirada.

—Sí, te prometo lo que sea —exclamó él con una sonrisa.

—Si algo sucede y tienes que elegir entre salvarme a mí o a Ashley… Necesito que me prometas que vas a salvarla a ella —murmuró Rose con lágrimas en sus ojos.

—Lo prometo —soltó él, triste.

Veía en sus ojos algo más que no le estaba diciendo.

—Hay algo que no me estás diciendo —exclamó para ser interrumpido por Rose quien soltó algo que lo destruyó.

—Voy a morir.

Ambos se quedaron callados.

—¿Cuánto tiempo queda? —preguntó él mientras lágrimas caían por sus mejillas.

—Moriré cuando mi pequeño cumpla tres meses —sollozó derrotada bajando la mirada—. Necesito que me prometas que vas a estar ahí para James y ellos. Eres un gran hombre y sé en el fondo de mi corazón que serás un gran mentor —susurró tocando su vientre.

—Lo prometo —sollozó Chris destrozado.

Rose se mantuvo en silencio y en su mente la primera vez que lo vio volvió.

Estaba aterrada. Observaba a su alrededor y todos eran desconocidos, además de hostiles. Cargaba a su pequeña bebita en brazos. No podía permitirse siquiera sentir el dolor en su cuerpo producto del parto horas atrás.

En su corazón tenía el dolor de ver morir a Alex. Ni siquiera pudo despedirse, tampoco pudo ver su cuerpo. Estaba sola. Todo lo que soñaron, planearon y desearon con el amor de su vida se esfumó.

Tenía ganas de llorar, de gritar, de huir, pero no podía. El temor de criar a su hija sola la inmovilizaba. Y era tanto que la propuesta de los desconocidos parecía más tentadora que escapar.

La observó. Dormía plácidamente. Tocó con sus manos su rostro; era igual a él. Contuvo su llanto. Levantó la cabeza tratando de distraerse con algo cuando a lo lejos lo vio. Chris. Estaba parado, solo observándola. Estuvo viéndola varios minutos hasta que al fin se acercó.

—Hola —murmuró de forma torpe y algo en Rose reaccionó.

Sentía que su voz activaba algo en ella, que había permanecido dormido hasta ahora. Su voz se sentía tan familiar, tan cercana, que la desconcertó, por lo que se mantuvo en silencio.

—¿Tienes frío? —preguntó él con una sonrisa y Rose se hipnotizó.

Sus ojos, su rostro, su cabello. Todo en él le agradaba. Todo en él parecía ser familiar.

—Tengo frío y hambre. Pero no me dejan moverme de aquí —susurró casi de forma automática. Como si su alma confiara plenamente en él.

Volvió al presente y lo vio con sus ojos húmedos, que nuevamente solo la observaban, tristes.




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