Recobraba por momentos la consciencia solo para sentir que alguien la arrastraba por el frío suelo. Podría distinguir la voz de varios hombres teniendo una conversación peculiar.
—¡Pobre infeliz! Terminar en un lugar así siendo mujer debe ser como caer en el mismísimo infierno —murmuró uno con esfuerzo.
Parecía que venía cargando algo pesado.
—De seguro esas cosas matarán a su hijo por nacer y luego la preñarán con su semilla —exclamó otro triste.
—Silencio los dos. No tenemos opción. Si no la entregamos, ya saben qué sucederá. ¿O no recuerdan la última vez? —gritó otro dejándolos a todos en silencio. Parecía ser el líder.
—Nadie va a tocar a mi hijo —balbuceó Rose intentando desplegar a Aurea, ya que al intentar desplegar su cola dolía.
—Guarda tus fuerzas, las necesitarás —susurró un hombre dejándola en donde parecía ser el comienzo de un camino a una montaña lejana.
A lo lejos, un rugido ensordeció el lugar y los hombres se retiraron aterrados sin decir nada.
Rose ahora sola tocó su frente. Tenía una herida que sangraba abundantemente.
—¡Mierda! —exclamó molesta posando su mano en su vientre—. ¿Estás bien, pequeño? —preguntó viéndolo por primera vez sonreír.
Se levantó como pudo y comenzó a seguir a los hombres.
—Vamos, por Chris —exclamó emprendiendo su marcha.
A lo lejos sentía ruidos acercándose, algo que la preocupó.
El lugar se veía surreal para ella. Había nieve por doquier y le molestaba. Siempre sufría por ella y la incomodidad que generaba en su cuerpo, pero sobre todo en su movilidad. Era lenta y Kaeth’Ruum ya le dijo por qué, pero jamás había visto algo así. Parecía que el frío perpetuo hacía que el hielo se volviera una masa sólida, dura e inamovible.
Veía poca vegetación y los árboles presentes parecían haberse adaptado al lugar. A lo lejos vio una imponente construcción que reconoció humana al instante; aun así, parecía muy antigua.
Vio a los hombres pararse delante de una gran puerta que, a su señal, se abría lentamente. Los vio entrar, por lo que corrió mientras veía cómo lentamente la puerta se cerraba.
A unos metros de distancia usó el suelo helado como resbaladilla y se deslizó dentro, golpeando su frente con la puerta y la parte trasera de su cabeza al rebotar. Pero logró pasar al otro lado.
—¡Mierda! Eso no estaba en el plan —exclamó con una sonrisa, levantándose con cuidado, sujetando su cabeza; dolía.
—Qué gran osadía la tuya de querer encerrarte con decenas de hombres tú sola —murmuró delante de ella, mientras que al unísono cientos de armas comenzaban a apuntarle y se preparaban para disparar.
Rose los observó. Era verdad, todos eran hombres. Aunque había algunos pequeños niños aterrados al fondo.
—Denme a mi hermano y les juro que no mataré a nadie —ordenó, mientras a su alrededor todos ellos reían.
—Querida, eres tú sola contra nosotros. No puedes contra todos —exclamó un hombre en especial.
De cabello canoso, ojos claros y una mirada fría, solo la veía con soberbia.
Rose lo observó desafiante, sintiendo en su corazón ese fuego interno activarse.
—Recién dijiste que tenía la osadía de encerrarme con ustedes yo sola… a mi parecer son ustedes quienes deberían preocuparse de con quién están encerrados —susurró Rose con una sonrisa.
En paralelo, su cabello, ojos y marcas corporales se encendían de un rojo intenso.
Detrás de ella, un portal se abría y de él salía Horus. Gruñendo de forma amenazante, ante la mirada incrédula de los hombres, quienes jamás habían visto algo así. Se acercó a Rose por detrás y frotó su rostro con el de ella con cariño.
Los hombres petrificados se mantuvieron en sus posiciones, llenos de miedo.
—No voy a repetirlo. Quiero a Chris y lo quiero ahora —gritó ella.
En ese momento, un rugido imponente se escuchó, llamando la atención de Rose.
Chris comenzaba a recuperar la conciencia; solo buscaba a su hermana.
—Rose, ¿estás bien? —preguntó mientras ella se acercaba.
Vio su cabeza. Los malditos le habían dado un golpe tal que habían partido su cráneo.
—Tranquilo, te sacaré de aquí —murmuró Rose sacando el dispositivo de transfusión y dándole la suya.
Él, poco después, cayó inconsciente nuevamente. Afuera comenzaron a sentirse golpes y gritos guturales.
—Vienen por ti y si no vas, van a matarnos a todos, incluso a ellos —gritó el hombre, señalando a los niños y preparándose para pelear y defender su fuerte si era necesario.
Afuera los golpes comenzaron a ser más y más insistentes, por lo que Rose se entregó. Fuera lo que fuera, podía con ello.
—Horus, cuida a Chris con tu vida —ordenó, dándole la orden al hombre de abrir la puerta.
Y cuando esta se elevó, los vio. Parecían humanos, pero estaban cubiertos de un espeso pelo blanco. De casi tres metros, fornidos y de imponente presencia, observaron a Rose y a los hombres. Ellos se arrodillaron bajando su mirada. La olfatearon un instante y se la llevaron sin que Rose pusiera resistencia. Horus comenzó a lloriquear viendo a Chris en el suelo.
—Médico, necesitamos un médico —gritó el hombre acercándose a Chris, pero el Hound se interpuso.
Gruñendo de forma amenazante, mientras las fracturas en su piel desprendían fuego, avanzó lentamente hacia ellos.
—Si no dejas que lo curemos, morirá —susurró el líder viéndolo a los ojos.
Horus, entendiendo el mensaje, comenzó a bajar la guardia, al mismo tiempo que otro hombre, aun con temor, prestaba auxilio a Chris.
—¡Es increíble! —exclamó con asombro—. Su fractura ya se está sanando.
A su espalda cuchicheos y murmullos se oían.
En otro lugar apartado, Rose fue llevada por las misteriosas criaturas hacia la entrada de una cueva y obligada a entrar. Luego de un sinfín de pasillos recorridos, los cuales trató de recordar, llegó a una gran cámara en donde vio dibujos decorando toda la cueva.
#2390 en Fantasía
#347 en Ciencia ficción
suspense amor drama secretos asesinatos, ciencia ficción y magia, personajes femeninos y masculinos
Editado: 10.11.2025