Tras la sombra de los Klat'ka 4: Prueba de fuego

Para toda la vida

El comunicador de Leo estaba saturado de mensajes de Patrick; aun así, él no contestaba. Pero no porque no quisiera, sino por estrategia. Estaba siendo vigilado por Darian y su lealtad a Maskedman estaba siendo probada.

Encerrado en su habitación, no se le permitía salir sin autorización. Por lo que se dignaba a mirar imágenes y esperar el momento de actuar.

En este día solitario recibió una peculiar visita. Era Maskedman.

—Voy a permitirte salir. A ti y a Ragnar —murmuró él observando el lugar con atención.

—¿Buscas algo? —preguntó Leo de forma irónica.

Maskedman lo miró con desprecio; sin embargo, no dijo nada.

—Ashley quiere verte, a todo Alpha en realidad —murmuró recorriendo el lugar calmadamente.

—OK, iré a verla —exclamó él, saliendo y encontrándose con Mikhail afuera.

Cuando salió, varios soldados entraron a hurgar en sus cosas. Y al encontrar el comunicador y ver que él no se comunicaba con nadie, Maskedman se permitió relajarse.

—Excelente —susurró, mientras Darian ingresaba también.

—¿No ha vendido nuestra ubicación? —preguntó él con soberbia.

—No, todo este tiempo ha mantenido su palabra —dijo Maskedman dejando todo en su lugar.

—Aun así, deberemos seguir vigilando —murmuró Darian saliendo ambos de la habitación.

Mikhail, Leo y Ragnar se reunían con Ashley, sorprendiéndose de que Horus estuviera junto a ella, cuidándola.

—Hola pequeña, ¿cómo estás? —preguntó Mikhail de forma torpe, pero sincera.

—Bien, de alguna forma u otra mi mamá sigue cuidándome —murmuró ella tocando al Hound por primera vez y notando que no la lastimaba.

—¿Cómo entró? —preguntó Ragnar tocando a Horus y siendo quemado—. ¡Mierda! —gritó, quitando su mano rápidamente.

—Usa portales que él mismo abre, pero no puedo seguirlo; ya lo intenté —susurró Ashley con tristeza.

—Tranquila, hay que esperar el momento adecuado —murmuró Mikhail por lo bajo, guiñando el ojo.

—Además, hay algo que no saben y va a poner contenta a mi mamá —susurró ella sentándose en su cama.

—¿Qué? —dijeron los tres al unísono.

—John Jr. está vivo, Maskedman lo tiene en un lugar parecido a este —dijo ella con evidente molestia.

—¡Mierda! —exclamó Ragnar, llevando sus manos a la cabeza.

—¿Por qué hizo algo así? Rose va a matarlo cuando se entere —exclamó Leo incrédulo.

Pero luego notó la cara de Ashley y se arrepintió de sus palabras.

—Tranquila, trataremos que no suceda —murmuró dándole un abrazo.

Mikhail por su parte, no dijo nada, pero comenzó a atar cabos.

—No sé qué hay aquí en este cuarto, pero no puedo meditar ni concentrarme y menos usar mis dones —murmuró Ashley cruzándose de brazos.

—Me preguntaba por qué no usabas tus dones para escapar —dijo Leo, sentándose a su lado y abrazándola fuerte.

—Me amenazó —susurró casi como un suspiro agónico—. Si los uso, matará a mi hermano.

—¡Es un maldito imbécil! —gritó Ragnar golpeando la pared cercana.

—Tranquila pequeña, nada va a pasarle a ninguno de los dos —murmuró Mikhail con su mirada perdida.

—¿Cómo estás tan seguro? —preguntó Leo incrédulo.

—Vi cómo activó humo en la habitación, casi lo ahoga —sollozó la jovencita destrozada.

—Porque Maskedman no es tonto, el niño es su seguro de vida. De él y de Darian —exclamó Mikhail mirándola a los ojos y por primera vez desde que lo conoció, esbozó una sonrisa. Pero una genuina, de puro amor y complicidad.

En ese instante algo dentro de Ashley sintió verdadera paz. Tomó su mano con cariño, besándola.

—Tú sigue la corriente pequeña, y espera el momento justo de actuar —murmuró él con una sonrisa, saliendo del lugar rápidamente.

Los otros dos se petrificaron.

—¡Dios! Qué raro es —dijo Leo con su cara hecha piedra.

Ragnar solo asintió extrañado.

En la sala de control, Maskedman y Darian veían todo por las cámaras.

—¿Estás seguro de dejarlo salir a ver a sus abuelos? —preguntó Darian con su rostro escéptico.

—Sé quiénes son y también sé que a su padre no le interesa para nada —murmuró él con desprecio.

—Sí, no todos fueron bendecidos con un buen padre como tú, hijo —exclamó lleno de soberbia.

Maskedman giró su rostro hacia él, mirándolo con su rostro inexpresivo.

—Voy a hablar con mi hija, a solas —ordenó apagando las cámaras de la habitación de la joven y saliendo de la habitación.

Darian se mantuvo callado, aunque le inquietaba el poder que la pequeña podía influir en su hijo.

Rato después entró de imprevisto a la habitación, haciendo que Leo y Ragnar se tensaran. Los cuatro se miraron fijamente en un silencio que fue solo roto por la voz de la pequeña.

—¿Necesitas algo, papá?

—Quiero hablar contigo a solas —murmuró haciéndole señas a los otros dos.

Ambos solo lo miraron, pero no se movieron hasta que la jovencita tocó sus hombros.

—Está bien, no va a hacerme daño. Es mi papá —susurró ella como suspiro.

En sus ojos humedecidos solo se veía tristeza y Maskedman al verlos, solamente contenía las ganas de correr a abrazarla.

Mientras Leo y Ragnar se retiraban, pensó:
¿Cómo fue que llegamos a esto?

Rose, pensó en su mente con angustia. Y parte de su estancia en su vivero volvió.

Llevaba grabado en su alma a fuego el día en que se despertó luego de la golpiza y la vio a su lado. Ella se veía preocupada, pero ni así dejaba de verse hermosa. Intentó moverse para acercarse, pero ella se movió rápidamente; parecía tenerle miedo.

—No voy a lastimarte —murmuró mientras su cuerpo era incapacitado por un dolor terrible.

Soltó una mezcla de grito con lamento que preocupó a Rose.

—No, no te muevas. Debes descansar, los malditos te dieron una buena paliza —murmuró ella acomodando su almohada.

Alex asintió sonriendo. No era lo que buscaba, pero estaba complacido de tener toda su atención.

Durante varios días simuló recuperarse lentamente para que ella siguiera ayudándolo en todo. Sin embargo, pronto ya no surtió efecto, por lo que ideó otra táctica para quedarse con ella.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.